Herederos por Contrato

Capítulo IV

“Esperamos que pueda suceder cualquier cosa, y nunca estamos prevenidos para nada.”

Anne Sophie Swetchine

***

Bueno, es mejor trabajar de mesera que no tener trabajo; además es un labor honrado y tengo experiencia en ello luego de que antes de cumplir dieciocho años me ganaba la vida tomando pedidos y servir la comida de varias mesas de los restaurantes informales en los que trabaje; así que, agradezco no haber olvidado está habilidad porque me ha ayudado a poder mantener el empleo que conseguí hace dos semanas en donde he obtenido muy buenos comentarios, como también, propinas que me han apoyado para poder estar al tanto de los gastos de mi hogar.

Además, mi nuevo trabajo solo está a cuarenta y cinco minutos de mi casa, una gran comparación a mi antiguo empleo donde tenía que viajar aproximadamente cuatro horas en tren donde era muy incómodo ya que llegaba mucho más cansada a mi casa, así que ahora todo suele ser diferente, donde a pesar que mi sueldo sea menos de lo que antes ganaba, al menos las propinas ayudan a incrementarlo un tanto; aunque, si sigo mostrando un buen desempeño en mi trabajo, es probable que el gerente pueda ver ese esfuerzo en mí.

Llevo unas bebidas a la mesa ocho en donde las voy repartiendo a sus respectivos clientes quienes cada uno de ellos, han pedido algo con poco alcohol. Los atiendo con mucha amabilidad, hospitalidad y paciencia que a cada momento escucho como agradecen el servicio que he empezado a brindarles, mientras tanto, escucho como una señorita me levanta la mano para que pueda ver una señal que desea la cuenta, así que recordando el número de mesa en que se encuentra junto con su pareja, rápidamente, me dirijo a caja para pedirle a Catarina la cuenta.

—Hoy ha sido un día fabuloso —dice Cat mientras saca la cuenta de la mesa ocho.

—Sí, no todos los días tenemos esta cantidad de clientes —le mencioné mientras espero que me entregue la cuenta.

—Exacto, además tú debes de aprovechar para que te den una buena propina. —Me entrega la cuenta dentro de una libreta negra.

—Es lo que estoy haciendo. —Chaqueo mis dedos.

Me voy hacia la cliente que me ha pedido la cuenta para así entregársela mientras observa el ticket de la compra antes de que su novio deje una tarjeta de crédito dentro de la libreta, por lo que llevándome de nuevo la cuenta a la caja, espero unos dos minutos en los que Cat termina por hacer el cobro de la comida para así, entregarme nuevamente la libreta en donde dentro de ella, va la tarjeta de crédito y el baucher de la compra.

—Aquí tiene joven. —Le entregó la libreta al cliente para que tome su respectivo cobro y tarjeta.

—Muchas gracias.

Ambos clientes se levantan de la mesa y me devuelven la libreta, inesperadamente me agradecen por el servicio y con un tono de voz lleno de satisfacción, se marchan del restaurante; por lo que antes de ir a entregar la libreta me percato que dentro de ella hay un billete de cincuenta euros, por lo que impresionada, me quedo con la boca abierta y a la espera de contener mi grito de emoción al saber que he recibido una buena propina en el día.

Luego de recomponerme y volver a ser profesional con mi trabajo, sigo atendiendo varias mesas de las que ya se encuentran nuevamente ocupadas con nuevos clientes, en esta ocasión tanto yo como otros tres de mis compañeros, seguimos dando un buen servicio de atención al cliente para poder llegar a la meta predispuesta por el gerente, así que, llevando a la marcha un gratificante servicio, estoy a punto de atender una mesa cuando uno de mis compañeros me detiene y me pide de favor que sea yo quien atienda al nuevo cliente que acaba de presentarse, por lo que aceptando su idea, veo como la anfitriona deja al par de clientes en una mesa que se encuentra en la parcela del restaurante, llevo unos vasos con agua de cortesía, además de ello, mi libreta y me acerco para tomar el pedido.

—Buenas tardes, mi nombre es Rut y seré la persona quien estaré tomando su menú. —Empiezo a decir con alegría mientras dejo los vasos con agua en la mesa.

Sin embargo, antes de continuar con mi línea, las palabras terminan por quedarse atoradas en mi garganta cuando veo como la persona que tengo a mi lado derecho, se quita su mascarilla y sus lentes de sol para dejar ver esos inconfundibles ojos color ámbar que son muy bien reconocidos al ser casi únicos; las piernas me tiemblan, el corazón empieza a latirme rápido y tengo un fuerte mareo del que apenas puedo recomponerme de inmediato al darme cuenta que no se trata más que Thiago.

No dice ni una palabra, simplemente después de la sorpresa de verme de nuevo, muestra una sonrisa de la que pronto es significativa al imaginar que recuerda quien soy, no obstante, al encontrarme en mi trabajo, no es hora de recordar lo que sucedió hace dos semanas; por lo que tomando el suficiente valor para continuar con mi labor, nuevamente prosigo a decir las líneas que ya he llegado a aprenderme durante estos días que he estado trabajando dentro del restaurante.

—Les tenemos un menú variado de mar y tierra en el que pueden elegir un platillo a su elección, además, tenemos deliciosas entradas, vinos y postres que pueden degustar mientras siguen observando la carta. A parte de ello, también tenemos la especialidad de Chef y otras promociones de las que puedo mencionarle si lo desean… —Empiezo a decirles antes de ser interrumpida.




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