“Las buenas noticias son que nada ha cambiado, excepto que ahora lo sabes. La vida seguirá igual que siempre”
Stephenie Meyer.
***
Esto no estaba en mis planes, no, claro que no estaban por más que había intentado imaginarme cuándo, dónde y en qué momento le diría a Thiago sobre este embarazo, realmente en un principio pensé ocultarlo, pero de todas formas, él tenía que saber la existencia de su hijo aunque quisiera o no querer estar a su lado. De por sí, mi preocupación no era tener que contarle sobre ello, más bien, estaba encontrando las palabras correctas y adecuadas para poder explicarle que en sí, esa noche me confié en creer haberme tomado el anticonceptivo cuando en sí, no pasó.
Esta es la locura del año, aun viviendo en mi país de origen siempre dije que nunca en mi vida cometería una de las situaciones por las que a veces las chicas quedan embarazadas a corta edad, a pesar de ello, me precipite mucho y lo peor de ello, es que no soy ni una adolescente, soy una adulta que debió de haberse asegurado en tener relaciones sexuales con protección, pero en vez de eso, no lo hice. Como una persona responsable, debí de haberme detenido esa noche o al menos, pedirle que fuera por los condones si queríamos seguir con la noche, pero hice todo lo contrario y en vez de eso, todo resultó menos de lo esperado.
—Eh, será mejor que nos vayamos Hugo… Ellos tienen mucho de qué hablar. —Videl se levantó de la mesa pero antes de irse, se acercó a mí. —Háblame luego, quiero saber si estás bien, ¿sí? —Asiento.
Videl y Hugo se marchan para dejarme a solas con Thiago, quien aún sigue desconcertado al haber recibido aquella noticia que no debía de haberse enterado de esa forma. Veo como aprieta su boca para luego tomar una decisión antes de comenzar a hablar e intentar conocer a detalle sobre cómo es que estoy embarazada.
—No podemos hablar de ese asunto en un lugar público —menciona.
—Entonces, ¿dónde sugieres? —Le pregunto nerviosa.
—Vamos a mi apartamento —hago una mueca.
—No… no me sentiría… cómoda —juego con mis manos.
—Bien, en la tuya. —Sugiere.
—No creo que sea buena idea —me niego.
—No comprendo, ¿dónde quieres que hablemos? —Dice frustrado.
La verdad ni yo sé lo que digo, solo sé que estoy angustiada en donde no quisiera estar a solas con él en un lugar privado, más si se trata en su apartamento o en mi casa, de igual forma, comprendo que no quiera hablar de esto acá cuando es una situación delicada, además, no sabemos cómo reaccionaremos ambos ante la realidad que está pasando en frente de nuestros ojos.
—Ven. —Me alza su mano para que la tome.
A pesar de comportarse de una forma muy cortes conmigo, no acepto con sencillez su caballerosidad, por lo que me levanto de la silla y espero a que me indique donde debo de ir con él esperando que no se atreva a llevarme a su apartamento. Se da cuenta que estoy esperando a que pueda continuar caminando, así que, se levanta para ahora ser el primero en caminar fuera del restaurante y buscar su auto en el estacionamiento, en donde escucho como las puertas de uno de ellos se abren de inmediato al haber apretado el botón del control de seguridad para quitarle llave.
Está a punto de ir hacia mí para abrirme la puerta, pero me adelanto al abrirla por si sola, entro y espero que sea el siguiente en hacerlo mientras me pongo el cinturón de seguridad; veo cierto disgusto en su rostro pero prefiere mantenerse callado, siendo así que, rodeé el vehículo y pronto, abra su puerta para entrar, abrocharse el cinturón y encender su auto antes de escuchar como arranca a punto de manejar.
El silencio parece ser nuestro fiel amigo tenso y molesto, ninguno dice ni una palabra y creo que es lo mejor cuando no quiero discutir dentro de un auto, un asunto del que es necesario ponerle mucha atención. Pellizco mis dedos como si intentará quitar algunos pellejitos pero en sí, solo son motivo para que mis propios dedos empiecen a tornarse rojos, eso sin decir que, me pongo impaciente al ver que no se detiene en un lugar concreto, en vez de eso, sigue manejando a punto de que estemos viajando en dirección a la costa.
— ¿Dónde vamos? —Me atrevo a preguntarle.
—A la playa, hay un lugar que es tranquilo y sé que podremos hablar del embarazo. —Parece que no tiene conflicto en mencionar el asunto.
No tengo idea de que será lo que nos puede llegar a esperar, de por sí, Portugal está lleno de diversas playas que una que otras son más pobladas por turistas o personas locales, eso sin decir que, por la época a veces se encuentran llenas aunque por ser día de semana, quizás no se encuentren alborotados de personas.
Veo como hay un rótulo que indica que hemos llegado a Praia da Mata, no sé si fue una buena idea venir a hablar sobre el embarazo a este lugar, pero no puedo negarme que la playa es un buen lugar para tranquilizarme los nervios y poder estar en un lugar en donde al menos aunque las personas estén lejos, no estaré sola con Thiago.
Se estaciona en un lugar cercano para así bajar del vehículo y buscar un buen sitio para mantener la conversación que nunca pensé que tendría con alguien como él, pero dadas las circunstancias que estará interesado en conocer sobre mi embarazo, no hay de otra que tener que buscar darle esa necesaria explicación a detalle para que sepa que esto no fue planificado aunque de por sí, sea algo más como inesperado.