“El vínculo que une a tu auténtica familia no es de sangre, sino de respeto y alegría mutua”
Richard Bach
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Seguía observando el listado de los invitados para la boda antes de empezar a enviar las tarjetas; de ser posible las debería de estar enviando en menos de una hora si quiero ser más exacta para que todas las personas que me conocen no terminen por desmayarse en el momento en que lean que estaré a punto de casarme en la misma semana que les he enviado la invitación, lo cual será horrible que todo lo esté manejando de forma muy ligera y no anticipada, pero qué puedo hacer, a estas alturas es probable que mi familia sea la primera que empiece a enloquecer, porque al menos la de Thiago ya sabe sobre nuestro compromiso, pero bueno, me tocará que responder todas las llamadas que se me crucen esté día.
— ¿Invitarás a alguien más de tu familia? —Le pregunto antes de hacer la última revisión del número de invitados.
—Mmm, creo que no. —Parece estar dudando.
— ¿Seguro? ¿Creo que hay alguien que tienes en mente? —Golpeo suave su hombro con el borrador del lápiz.
—Te aseguro que no. —Dice con seriedad.
Desde luego, sé que está mintiendo porque en el mismo día en que había ido de compras con su madre, madrastra y hermana, aún puedo recordar como en una escapada con Anabela, ella misma me mencionó de un tal Marcelo Rocha quien parece haber sido por un corto tiempo la pareja de la señora Alia, como también, un padre para Thiago, ya que al menos se encargó de él por un tiempo del que estuvo en problemas, sin embargo, no tengo mucho detalle de esta persona cuando Anabela no lo conoció mucho al haber estado muy pequeña para ese entonces y mencionárselo a la señora Alia, fue como haber abierto una herida de la que mejor ya no quise entrar en investigación.
—Y… ¿De Marcelo Rocha? —Pronto giro su rostro hacia a mí pero al estar en una carretera, tuvo que poner sus ojos en el camino que transitamos.
— ¿Cómo sabes de él? —Parece ponerse tenso al hablar de él.
—¿Importa eso? ¿Lo qué me importa saber es sí lo invitaras? Me han dicho que fue una persona muy primordial en tu infancia y adolescencia —agarra el timón fuerte mientras aprieta su cuerpo en el asiento del auto.
—No sé, no he tenido contacto con él desde hace cinco meses que se fue a hacer un retiro espiritual en Tailandia. —Responde. —Creo que dijo que no ocuparían celular y cualquier material tecnológico y regresará a Portugal hasta finales de julio. —Lo dice con un tono decepcionado.
—No perdemos en nada contactándolo, quizás reciba el mensaje antes del viernes —le doy una alternativa de solución.
Parece estar dudando si tener que invitar a Marcelo a la boda, pero en cualquier caso, no sé si sería muy entrometido que fuese yo la que terminará por buscar su contacto para así enviarle un mensaje; como dije, no se pierde nada intentándolo, además si para Thiago ha sido una persona que ha encabezado una importancia en su vida y que al saber que todavía siguen en contacto, eso dice mucho y por tanto, se le debería invitar aunque la boda para nosotros sea algo indiferente.
—No lo pienses mucho, mira que el tiempo no es eterno. —Dejo que lo piense.
Me a recuesto en el asiento para poder darme una pequeña pausa al sentir como inician las náuseas de las mañanas, así que tomando una botella de agua, empiezo a tomar un poco de ella para poder aliviar el síntoma; me acaricio el vientre con esa posibilidad de que también el malestar pase, ya que no creo que sea una buena idea tener que detenernos en cualquier momento, para tener que vomitar el desayuno. Cierro los ojos y bajo la ventana de mi lado para que me pueda entrar una brisa fresca, porque con el aire acondicionado, no está llegando a funcionar para nada, así que inhalando y exhalando de forma lenta y repetitiva, voy sintiendo como de poco a poco las náuseas empiezan a desaparecer.
—He tenido una duda desde que me presentaste a tu familia —le digo a él para olvidar los malestares que tengo por el embarazo.
— ¿Qué duda tienes? —Pregunta sin quitar la mirada de la autopista.
— ¿Por qué Luzia me odia? Es decir, no nos conocemos pero a distancia se ve que no le agrado. —Escucho un suspiro que parece ser de decepción.
—Mi hermana… —Hace una mueca —Es especial. —Agito mi cabeza.
—Eh… Sé claro con tus palabras. —Puntualice. —Cuando dices especial, es una cualidad o porque tiene una discapacidad —niega rápido.
—Siendo sincero, ninguno. —Golpea el timón con sus dedos. —Aun así, no le tomes mucha importancia a la actitud de Luzia contigo, ya que ella odia a todo el mundo… —eso no es algo muy bueno.
— ¿Eso les incluye a ustedes como hermanos? —Parece incomodarse con ello.
No creo que odie a todo el mundo, al menos debe de querer a alguien de su familia y verlo como un modelo a seguir, porque a esa edad aunque los adolescentes se pongan rebeldes e irritables como cualquiera que haya cruzado por esa etapa, en sí, siempre tienen a una persona en particular que la ponen sobre un pedestal para adorarla, por ello, es que no me creo esa tontería de que odie a todo el mundo.