Herejía: La Ciudad del Profeta

9. Las trompetas del Apocalipsis.

Ha pasado un día desde la nueva promulgación de leyes, los horarios de trabajos voluntarios que son obligatorios se han reanudado. En dos días tengo que ir a la estación de la policía para hablar acerca de lo que será del negocio de mi padre y su decisión sobre a quién le quedará durante el tiempo que va a estar encerrado. Lo más probable es que no se lo deje a nadie de sus hijos, quizás se lo deje a un amigo suyo u otro familiar. 

Niara ha vuelto a sus rutinas de siempre, va a la ciudad de los salvos, cumple con sus horarios y siempre trata de seguir el "buen camino". Mi hermano por su parte,  llega tarde a casa y sale al trabajo desde temprano, al parecer habrá días en los que le tocará dormir en la casa de sus jefes y no llegará a nuestra casa. Las clases se han suspendido indefinidamente según un comunicado oficial, por lo que no tengo que preocuparme por entregar trabajos cada mil años o ir a dormirme sobre una edificación que nadie sabe como es que aún sigue en pie. 

Miré hacia afuera, intentando rasguñar los rayos del sol de media mañana, ya fui hace rato a cortar un buen poco de los frutos de la cosecha, pero como aún no me han dado noticias sobre el trabajo de la quesería, tengo tiempo libre por hoy. La televisión no irradiaba algún canal externo a la ciudad o interno, ningún comunicado, ninguna noticia acerca de los avances de los rebeldes. No había nada. Aún me seguían pasando las palabras dichas por Brauveir la tarde de ayer, cuando el sol se estaba ocultando y la luna apenas aparecía por un lado del cielo. 

Momento ideal para evitar que algún testigo escuchase grandes blasfemias hacia nuestro dios y profeta que lanzó. Nunca antes había escuchado más gran insultos o tonterías respecto al mundo y los rebeldes. ¿En verdad era esto todo un juego para ese señor?

Quise pensar por tan solo un instante, que las palabras de mi madre haciendo referencia a ese señor, eran ciertas. Lo quise en verdad. Pero simplemente no le puedo creer nada. 

  —  Siendo sincera, en verdad usted no es alguien de fiar, se nota a leguas que oculta algo —  Contesté. 

No me dejaría intimidar por su sola presencia frente mío. Se alejó de la pared desgastada en la que estaba reclinado y se acercó aún más a mí. Intenté no parecer asustada, no quería que viera que tenía ventaja sobre mí. Que patética, lo sé. Alcé la vista hasta quedar frente a sus ojos color oliva, profundos y llenos de tanto misticismo, en ellos estaban la puerta del alma dice, una puerta que parecía no tener cerradura, pues una vez creías encontrarle sentido a lo que decía, te contradecía nuevamente y comenzabas la partida desde cero. 

  — No te culpo Alena, tu madre tampoco quiso confiar en mí en un principio y creo que aún no lo hace por completo. Pero tiene razón, le debo un par de favores y es por eso que hago todo esto —  Se quiso explicar, como si con esas palabras hubiera entendido todo. 

Pero no es así. Me perdía aún más. 

Las personas parecían ir y venir por la calle de enfrente sin reparar en nosotros dos, una joven siendo acompañada por un señor ya entrado en años. No me sorprende en absoluto, hace un par de años hubo un violador y asesino en serio. Le gustaba cortar los miembros superiores e inferiores a sus víctimas, niñas de entre diez y catorce años, siempre se las llevaba frente a los demás. Porque hay una ley social que dice que a un hombre no se le podía parar en la calle y si se le sospechaba de violación, sería un agravio contra su dignidad. Al final, cuando le encontraron, solamente lo apresaron por cargos de asesinatos y no de violación. 

Ahora se supone que está dando protección a las murallas del norte, en el distrito de Germania. Aún después de eso, el peso social que tiene la dignidad de un hombre es mucho mayor que el acto de violación. Aún así, se ha puesto en duda si en verdad es un delito cuando el hombre somete a una mujer contra su voluntad, pues Dalal le dio la plena voluntad y facultad al hombre hecho y derecho y la mujer debe de obedecer al hombre, no tiene porque negarse. 

— Mi madre dice muchas cosas pero aún no me ha explicado como le conoce y porqué le debe estos favores —  Comenté entre dientes mientras le gritaba a mis piernas que caminasen. 

No deseo estar en un mismo lugar mientras estoy cerca suyo, la incomodidad hace que mis nervios se disparen por las nubes y puede que termine haciendo algo torpe o diga algo que no deba de decir. Brauveir parece entender el mensaje y sus piernas se mueven, intentando mantener el mismo paso que las mías. 

Su mirada me dice que tampoco me dirá la razón por la que me está ayudando en todo esto y tampoco me contará lo que sabe sobre los rebeldes en sí y todo lo que sucede desde que se tomaron Germania y Britania. 

  — Sino te lo ha dicho es por algo y yo respeto su decisión Alena. Ahora, he de avisarte que he logrado que dejasen el negocio de tu padre en tus manos, por lo pronto no te llevarán a la guerra pero aún necesito ver que te dejen libre de sospechas por tus travesuras en el pasado   —  Comentó con tono pensativo esto último. 



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En el texto hay: utopia, futuro postapocaltpico

Editado: 17.01.2019

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