Consuelo estaba más que feliz de que llegará el sábado. Sentía que se asfixiaba dentro de la propiedad, era urgente para ella salir de ahí; y que mejor oportunidad que el sábado, cuando acostumbra a reunirse con sus amistades en la ciudad. En esta ocasión estaría visitando a su amiga Fernanda, quién había dispuesto una pequeña reunión en su casa, así como algunos juegos de cartas e incluso salir al parque y de compras a los nuevos almacenes que estaban siendo todo una novedad.
Cómo cada mañana se vistió con sus mejores prendas. Su doncella preparaba sus pertenencias para el viaje, uno que duraba tres cuartos de hora hasta la casa de su amiga.
Salió temprano por la mañana después de haber desayunado; el carruaje ya estaba listo. Vió a su hija pasar corriendo y diciéndole adiós. Por el rabillo del ojo otra silueta pasó siguiéndola. Miró en aquella dirección, pero no alcanzo a distinguir quién más jugaba con Tere; en la propiedad no había más niños. Restando importancia subió al carruaje y comenzó su viaje.
La tranquilidad en Bryn uchel* no se compara con el de la bulliciosa vida en la ciudad. Calles repletas por los carruajes y traseúntes que la circulan. Para Consuelo, salir de la aburrida rutina en la casa era un respiro para sus nervios.
Cómo era de esperarse, fue recibida con mucho gusto en la casa de la familia.
La tarde transcurrio entre pequeños bocadillo, una deliciosa comida, charlas y risas amenas, que sin duda calmaron sus nervios. Disfrutaba en gran medida poder conversar con sus amistades.
- Para ésta ocasión he invitado a una mujer muy peculiar - Dijo Fernanda desde uno de los rincones de la sala, mientras tomaba un bocadillo - Su nombre es Madame Belian - las miro a todas en la sala con una amplia sonrisa - Es una espiritista - los jadeos, palabras de asombro, murmullos y risas de expectación no se hicieron esperar entre las visistas.
- Siempre se te ocurren las ideas más extrañas querida - Afirmó Martha: una mujer regordeta, de mirada severa. Observaba a su anfitriona con cierta desaprobación.
- Sin duda es más que excitante, me entusiasma la idea - Agregó otra de las damas, Carla : un mujer sumamente delgada, de nariz aguileña. Quien disfrutaba del chisme tanto como cotiquear - La otra ocasión, en casa de los Ferrándiz, una sirvienta se desmayó! Afirmando haber visto el fantasma de una mujer en la habitación de huéspedes mientras la limpiaba- rió con escandalosos carcajadas - Fue más que suficiente para que la invitada, una dama de notable abolengo, decidiera terminar su vista - sonrió. Miró a Fernanda y prosiguió con su voz chillona - Qué escándalo!-.
-Resulta más que improbable tales apariciones; por todo lo prudente. De verdad creen en esas charlatanerías? - Dijo con severidad otra de las damas, mientras las miraba a través de sus redondas gafas - Es inacepetable- refunfullo.
Los diferentes alegatos de las damas en cuestión fueron entonces interrumpidos, cuando uno de los sirvientes llamó a la puerta, dejando a todas en un especulativo silencio; había llegado la invitada especial.
La mujer en cuestión estaba cubierta por un manto de encaje negro, que cubría su rostro. Su vestido del mismos color, la hacia lucir sombría - Bienvenida Madame Belian, nos encontramos más que...- Fernanda fue interrumpida, pues la mujer alzó su mano para silenciarla. Su caminata era como un susurro, su aura erizaba la piel. Llegó hasta donde se encontraban las damas en el salón. El velo se movía levemente mientras las observaba a todas con detenimiento. La anfitriona se acercó hasta ella con curiosidad - Ocurre algo Madame -Miro en la misma dirección que la mujer - Un fantasma acaso?- preguntó con entusiasmo. La mujer de negro se detuvo en frente de Consuelo, mirándola detrás del velo, podía sentirse su mirada a través del encaje que dejaban ver sus ojos. Sólo negó con la cabeza alejándose de una confundida y un poco nerviosa señora O'Farrell. - Por aquí, por favor - Dijo Fernanda mientras todas eran guiadas hacia otro salón de la casa. Consuelo caminó en silencio, en contraste de sus amistades, quienes conversaban animosas.
La mujer, Madame Belian, cómo era conocida, lleva con sigo siempre un pequeño bolso: veladoras, incienso, una mazo de cartas, amuletos y toda clase de chuchulucos. Los cuáles usaba durante sus sesiones.
En la casa se había dispuesto una mesa redonda en el salón, el cuál fue decorado con las velas encendidas que había llevado la mujer, y otras más puestas por la anfitriona. Las ventañas y cortinas fueron cerradas, dejando casi a obscuras la habitación.
Cada una de las invitadas se habían sentado entorno de la mesa. A la cabeza y de frente hacia la ventana se encontraba Madame Belian, a su derecha, Fernanda, a la izquierda Martha, seguida de las señoras Carla, Martha, Lourdes y Consuelo, quién quedó casi de espalda hacia la ventana.
En la habitación sólo se encontraban ellas. Murmuraba entre sí, quienes fueron calladas por la médium - Por qué motivo han sido solicitados mis servicios? - Preguntó a la audiencia.
Todas en el salón se miraron una a la otra. Murmuros irrumpian en el silencioso ambiente que se iba impregnando en la sala.
- Los espíritus, son las almas de los difuntos. Algunos vagan entre nosostros con alguna tarea pendiente, esperando poder concluirla - Hablo la mujer detrás de su velo negro- Otros esperan obtener justicia, pues su muerte fue desagradable- todas la miraban y escuchaban atentamente - Podemos llamarlos por orientación, ellos ven cosas que nosostros no - Prosiguió mientras sacaba de su bolso el mazo de cartas y comenzaba a barajearla- Estás cartas, se utilizan en el tarot, nos permiten interctuar con el más allá. Entonces, qué es lo que desean de mi? - volvió a preguntar miéntras las cartas seguían entre sus delgados y enguantados dedos.
Fernanda fue la primera en hablar, las demás damas estaban más que nerviosas y facinadas - Me gustaría que fuera una de nuestras invitadas - sonríe, mientras recorre a su amistades - Mi querida Consuelo, deberías probar suerte - La aludida agradece el gesto negándose a su invitación - Oh vamos! Tal vez te pueda ayudar con tu marido. No crees? - las demás damas en la sala comenzaron a murmuraba entre ellas. Recia a aceptar una negativa de su parte cambia de lugar con ella, permitiendo que Consuelo quede a un lado de la mujer.