Las investigaciones de lo ocurrido señalaron, suicidio.
Todos en la propiedad se encontraban conmosionados.
La señora había echo todo lo posible por distraer a Tere de lo ocurrido. Valentín, por su parte, estaba ausente, indiferente. En ningún momento se acercó a su hija para consolarla,o visceversa.
La servidumbre seguía en sus labores. Quienes les tocó encontrar a Consuelo colgada, fueron llevadas a descansar, incluso les dieron medicamento para sus nervios, pues estaban en shock.
Al funeral asistieron las amistades de Consuelo y por supuesto, la familia.
La habitación fue ventilada, aseada y cerrada. Tomando Valentín otra habitación.
- Ávia, me asusta...- dece Tere abrazada a las faldas de su abuela.
- Lo sé ...- responde mientras acaricia la rubia cabellera dela niña.
Consuelo se encontraba frente a ellas. Las miraba. Las marcas rojas de la soga, brillaban como brasas. Su escuálido cuerpo se veía espectral y demacrado. Los pómulos de sus mejillas estaban pegados a los huesos, dándole un aspecto esquelético.
Días después de haberse suicidado. Paseaba en la casa, molesta. Tirando cuanto podía.
Se escuchaban sus lamentos desde la habitación cerrada. Muchas de las jóvenes, lloraban asustadas, evitando pasar por la recámara todo lo posible.
- Debes marcharte Chelo...-le habla la Señora Emma. Tere seguía escondida entre sus faldas, temerosa - Ya no tienes porque estar aquí...vete - ordenó con voz autoritaria, sin gritarle.
- Es tú culpa! - señala hacia Tere la silueta casi traslúcida de Consuelo.
- No lo es, es tuya... - le mira con seriedad - ésta, ya no es tú casa-. La puerta de la habitación entoces se cerró. Dejándolas a ambas mirando hacia el vacío, dónde antes estaba Consuelo.
- Ya no quiero verla ávia - solloza Tere saliendo de atrás de su abuela.
- Poco a poco se irá, tranquila. Dejando sólo una leve presencia que ya no te molestará. La culpa y el remordimiento, no la dejan irse. Eso es el infierno. Revivir una y otra vez aquello que los atormenta - le sonríe con dulzura. A ella también le tomo tiempo aceptar la herencia de su padre.
Tere se despidió de su abuela. No le gustaba mucho tener que hacerlo.Por las noches, el espectro de su madre la observaba al pie de la cama. Sus quejidos le erizaba la piel. Un alma en pena. La había llamado su abuela.
Su padre, más ausente que antes. Sólo iba a la propiedad una vez por semana, dos a lo sumo.
En otras ocasiones, veía el cuerpo de su madre suspendido en lo alto de la casa, colgada. Aunque su abuela hizo todo lo posible por qué no la viera cuando sucedió. El espíritu de su madre insistía en repetirlo. Su alma estaba encerrada en aquél bucle interminable de dolor y lamentaciones.