Herencia

Epílogo

Después de tanto tiempo había vuelto a dónde había vivido su abuela cuando era una niña.

La propiedad lucía deteriorada. Aunque se había pagado a viejos conocidos que habían vivido y trabajado en la casa para que cuidarán de ella, más que nada era que evitarán se metieran e intentarán robar las cosas que ahí se habían quedado.

El viento del otoño hacia crujir las maderas de la finca, y los árboles que se iban quedando sin hojas arañaban las ventanas erizando la piel.

Aún recuerda haberse columpiando en aquél árbol, y haber jugado por los jardines cuando era niña. Incluso el esconderse en los enormes armarios.

- Mamá, es enorme!- le dice su hija mientras mira asombrada el lugar. Había pensado reparar la casa y volverla una clase de hotel. Con su múltiples habitación, sería excelente lugar de descanso.

- Estás segura de ésto?- pregunto junto a ella su esposo mientras sacaban las maletas del coche él y su hijo.

Supira y sonríe- Muy segura...- Había intentado vender la propiedad en múltiples ocasiones, pero siempre ocurría lo mismo. Cambiaban de parecer repentinamente.

Subieron los cuatro las escaleras que dan hacia la puerta principal. Después de tanto tiempo, la casa volvía a ser abierta.

Cómo si el gigante durmiente despertara, la casa solto un profundo quejido cuando la puerta doble se abrió de par en par y todo en su interior prestará oídos a los recién llegados.


Los meses pasaron y poco a poco la casa volvía a la vida. Reparaciones aquí y allá daban un nuevo aire a la construcción. Lo que no ocurría con su salud, que parecía ser consumida con cada paso que daba.

Rosa miraba hacia la ventana cuando una silueta apareció a los pies de su cama, sonrío al reconocerla - Mamá, vienes por mi?- preguntó estando recostada.

- Aún no - le respondió ésta a su vez - cuando enciendan la lámpara - y entonces la silueta de su madre se difuminó frente a ella, dejándola extrañada.

Los días siguientes su salud habia regresado, incluso se sentía animada. Las reparaciones habían concluido y ya tenían reservaciones programadas para la temporada vacacional.

El enorme lago ofrecía una excelente oportunidad para los amantes de la pesca, y disfrutar de un día soleado. Su jardines e invernaderos habían sido arreglados nuevamente dando una vista colorida a los visitantes.

-Cielos, que susto!- llegó caminando hasta ella su hija, con su cabello castaño y alborotado sostenido en una coleta. Su overol está salpicado por pintura blanca.

- Qué ocurre cariño ?- le pregunta Rosa a su hija. La ve limpiarse las manos en los pantalones.

- Deberías más bien hacerla una atracción...- mira hacia el primer piso de la casa y señala una de las habitaciones - pero de terror - agrega con ironía - mira que me han dado un susto. En serio madre, hay cosas que uno preferiría no heredar-.

Rosa mira en aquella dirección, la silueta de un hombre con sombrero alto y capa camina por el pasillo con elegancia y notoria calma antes de desvanecerse. Sonríe hacia su hija - Lo sé cariño, a mi también me asustaba mucho al inicio.

- Cómo era la abuela...de niña- Pregunta la joven mientras ambas caminan hacia la cocina - y su gato... cómo dijiste que se llama?-

- Galleta...- responde su mellizo mientras extraer de una de las alacenas precisamente una caja con galletas - Por cierto ten cuidado cuando visistes el lago hermanita, hay una mujer que te mira desde el fondo - sonríe con malicia - no vaya a jalarte los pies mientras duermes - la joven muchacha le lanza un cucharón de plástico que tenía al alcance sin atinarle a darle -.

- Mamá!- pega con fuerza el suelo de la cocina con disgusto - dile a Mario que no es gracioso. Ya tengo suficiente con ver a  Consuelo ahorcarse - un escalofrío la recorrió. Se soba los brazos intentando darse calor.

Mira Rosa a sus hijos. Sabe que fue difícil para ellos entenderlo y más aún para su amado esposo, pero agradece el que no la tacharan de loca.

Aún vienen a su memoria aquellos días cuando jugaba con su abuela Tere a las escondidas cuando era apenas una niña. Miro su reflejo en el pequeño espejo ovalado que había sido colocado junto a la puerta de la cocina. Su corto cabello azabache y sus ojos color verde le devolvieron las imágenes de su niñez en esta finca, como pequeños fragmentos de una película vieja.

 

Los días pasaron y estos fueron semanas. Rosa había decaído de nuevo en salud y se encontraba recostada en su cama. Su esposo buscaba algunas cosas en el armario cuando dió con una caja al fondo de ésta. La abrió. En su interior había una lámpara. No queriendo dejarla en total obscuridad se dispuso a conectarla en el buró junto a ella, y a encenderla. Beso su frente y salió de la habitación.

Sus hijos, Mario y Mariana estaban en lo que había sido una oficina. Según le contó su esposa, había sido del padre de su abuela, Valentín. Tomó el periódico y se sentó a leerlo.

Habían pasado un par de minutos cuando se escuchó que una puerta era azotada. Los tres se miraron por un instante. No volviendo a escuchar nada más se relajaron y volvieron cada quién a lo suyo.



#76 en Paranormal

En el texto hay: misterio, familia, conflictos

Editado: 25.11.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.