Herencia de Sombras

Capítulo 3: Bajo Presión

Así pasaron varios días de pura rutina. Kael y yo éramos dos piezas perfectamente engranadas en un reloj silencioso: yo, firme y alerta; él, encerrado en sus pensamientos, sus libros y su música. Nadie hablaba más de lo necesario. Nadie se salía del guión.
Hasta que un día, sin previo aviso, todo cambió.
Las alarmas de la mansión estallaron en un sonido estridente que nunca antes había escuchado allí dentro. Un sonido que helaba la sangre. Automáticamente, me puse en posición, mi cuerpo reaccionando antes que mi mente.
—¡Alerta de intrusión! Zona este. Repliegue inmediato del personal secundario. Activando Protocolo de Contención—. La voz automática del sistema no dejaba lugar a dudas: algo o alguien había entrado.
Corrí hacia la habitación de Kael, pero antes de llegar, el sistema se activó. Su puerta se selló con un chasquido seco, bloqueando el acceso desde el exterior.
—¡Kael! —grité, golpeando la superficie metálica reforzada.
Silencio.
Luego, un sonido. No era grito. No era palabra. Era un jadeo ahogado, un golpe sordo. Como si alguien estuviera golpeando las paredes desde dentro.
—¡Kael! ¿Estás bien?
—¡Sáquenme de aquí! ¡No… no puedo… respirar! —Su voz era casi irreconocible. Desesperada. Aterrada.
Activé el panel manual de emergencia, pero todo estaba bloqueado. Me comunicaron que debía esperar a que el sistema reiniciara, que solo había sido una posible interferencia en los sensores. Una falla técnica.
Pero eso no importaba. Él estaba atrapado. Solo.
—Kael, escúchame —me acerqué a la puerta, apoyando ambas manos contra el frío metal—. Esto es temporal, ¿sí? Te voy a sacar de ahí. Respira conmigo. Entra aire por la nariz… sale por la boca. Estoy aquí. No estás solo.
No sabía si me escuchaba. Pero seguí hablando. Hablé sin parar. Le conté cómo eran mis entrenamientos. Cómo una vez estuve a punto de rendirme. Cómo mi madre me enseñó a resistir. Cómo el miedo era un enemigo, pero también una señal de que estábamos vivos.
Y, de pronto, sus golpes se detuvieron. Sus jadeos también.
Cuando el sistema finalmente reinició, corrí a abrir la puerta. Kael estaba acurrucado en una esquina, sudoroso, tembloroso, los ojos inyectados de pánico. Nada quedaba de su orgullo habitual. Era un chico desarmado, frágil, roto.
Me acerqué despacio. Él me miró, confundido, vulnerable.
—¿Estás bien? —pregunté, más suave de lo que jamás le había hablado.
Él asintió, apenas. Y por primera vez, no bajó la vista ni me ignoró. Me miró directo, como si en ese instante comprendiera que yo no era solo su sombra. Que yo era real. Y que le importaba.
Esa noche, cuando todo volvió a la normalidad y los sensores fueron reiniciados, me senté en mi puesto como siempre. Pero algo había cambiado.
Ya no era solo su guardaespaldas.
Él ya no era solo mi misión.
Algo invisible había nacido entre nosotros.
Y aunque ninguno de los dos lo dijera… los dos lo sabíamos.



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En el texto hay: amor fantasía acción

Editado: 18.04.2025

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