El rumor se esparció como fuego en hierba seca: La nieta de la minera desapareció de la prisión. Nadie sabía cómo. Nadie sabía quién. Pero todas sabían lo que significaba.
En los barrios bajos donde vivían las mineras, los ojos antes cansados brillaban con una chispa que hacía tiempo no ardía. En la plaza principal de la zona minera, un grupo de mujeres se reunió de forma espontánea. Algunas llevaban herramientas de trabajo, otras los trapos con los que solían limpiar maquinaria. Había rabia en sus voces. Pero también esperanza.
—¡La sacaron! ¡Alguien lo hizo! ¡No estamos solas! —gritó una mujer de mediana edad, con las manos llenas de grasa y un pañuelo rojo atado al cabello.
—¡Ella tenía que pudrirse allá abajo! ¡Eso dijeron! ¡Y ahora… ahora está libre!
Nadie sabía con certeza quién había hecho el acto imposible. Pero todas querían creer que era una de ellas. Una minera, una aliada, una justiciera.
En el gobierno, sin embargo, el caos comenzó a gestarse. Los noticieros oficiales intentaron silenciar el hecho. La desaparición fue reportada como un “traslado especial”. Pero el pueblo no era estúpido.
Los sectores conservadores temblaban. Si una prisionera puede desaparecer, ¿qué más podría pasar?
Los líderes de la huelga aprovecharon la efervescencia. Por primera vez, la policía tuvo que retroceder frente a una manifestación. Las mujeres cantaban y levantaban pancartas improvisadas. Ya no pedían solo salarios justos. Pedían un lugar en el sistema reproductivo. Pedían dignidad. Pedían justicia.
—¡No queremos caridad! ¡Queremos igualdad!
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Mientras tanto, Naira observaba desde una esquina oculta, con el rostro cubierto. Había vuelto a mezclarse entre las mujeres, escuchando, sintiendo. No estaba sola.
Una voz se alzó detrás de ella. La misma minera con la que había hablado tiempo atrás.
—Fuiste tú, ¿verdad?
Naira no respondió. Solo miró de reojo.
—No importa. Gracias. Esto… esto está cambiando todo.
La mujer se marchó, dejando una flor blanca en el suelo, como ofrenda.
Naira se agachó, la tomó entre sus dedos y sintió cómo la realidad se transformaba frente a sus ojos. Ya no era solo una guardaespaldas. Ya no protegía únicamente a Kael.
Ahora protegía una causa.