La mañana de su primer día en el Ministerio llegó cargada de tensión. El carruaje oficial partió desde la mansión Daerian con los dos pasajeros que ahora jugaban un papel clave en el futuro del país. Kael iba impecablemente vestido, el rostro sereno aunque su mirada traicionaba el torbellino de pensamientos que lo habitaban. A su lado, Naira, de traje formal de guardia, mantenía la postura recta y los sentidos agudos. Se habían prometido no mostrar debilidad frente a nadie. Ya no eran solo un guardaespaldas y su protegido. Eran una dupla silenciosa, unida por el amor y por una verdad que amenazaba con quebrar los cimientos del mundo conocido.
El edificio del Ministerio era imponente, con columnas negras y murales dorados representando hazañas históricas —aunque Naira ya comenzaba a dudar de qué era real y qué parte del relato oficial era solo propaganda. Al ingresar, fueron recibidos con protocolo. El nombre Daerian pesaba. Y cuando Kael fue presentado formalmente como nuevo asistente del Alto Consejo de Estrategia, todos los presentes se mostraron complacidos. El "hijo perfecto" del Primer Ministro finalmente se unía al engranaje del poder.
La primera semana estuvo llena de reuniones, saludos falsos y protocolos interminables. Naira lo acompañaba a todo, como su sombra. Aunque oficialmente era su guardaespaldas, en realidad compartían miradas cómplices y, en los momentos a solas, comentarios breves sobre lo que observaban. Era un juego peligroso. Pero Kael aprendía rápido. Su encanto natural lo hacía destacar, y pronto se volvió una figura admirada y comentada. A pesar de su juventud, muchos lo veían ya como heredero natural del trono político.
—A veces me asusta lo fácil que me aceptan —le confesó a Naira una noche mientras se quitaba la chaqueta del uniforme frente al espejo de su habitación—. Es como si me estuvieran esperando.
—Porque lo estaban —dijo ella, sentada en el borde de la cama, observándolo con atención—. Pero no saben quién eres en realidad. Solo lo que aparentas. Eso te da ventaja.
Kael se acercó, tomó su mano y la besó con ternura.
—Todo esto sería insoportable sin ti.
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A medida que avanzaban los días, la tensión política crecía. El caso de la prisionera fugada aún era tema de debate en círculos restringidos, pero el pueblo comenzaba a murmurar. El gobierno, en un intento de desviar la atención, planeó un evento que reuniera a toda la élite: la celebración del cumpleaños número 24 de Kael Daerian. Sería una gala espléndida, abierta a los medios y organizada para mostrar unidad, lujo y normalidad.
—Quieren usar tu cumpleaños como cortina de humo —comentó Naira al leer la invitación oficial enviada desde el despacho del padre de Kael.
—Sí… y dejar claro que sigo siendo parte del sistema —respondió él, con una sonrisa amarga—. Pero si lo que quieren es una farsa… pues vamos a darles un espectáculo que jamás olviden.
La mansión Daerian se llenó de preparativos. Las sirvientas corrían de un lado a otro, los cocineros trabajaban día y noche, y diseñadores de moda traían propuestas de atuendos para el anfitrión de la noche.
Naira observaba todo desde las sombras. Cada paso dado era una jugada más en el tablero que ahora compartían. Sabían que se acercaban al núcleo de una verdad enterrada, pero también que estaban rodeados de enemigos vestidos de aliados.
Y esa noche de gala, donde todos los ojos estarían sobre Kael… también podría ser una noche clave.