Herencia de Sombras

Capítulo 22 – La noche de los secretos

Kael caminaba por el largo pasillo del Ministerio con la mirada centrada, los informes bajo el brazo y el corazón latiendo con fuerza. Había descubierto algo que no debía existir… y aún no sabía cuánto más se escondía detrás de las paredes de mármol y silencio.
Esa noche, al regresar a la mansión, se encontró con Naira en la biblioteca.
—Tengo que contarte algo —dijo él, dejando los documentos sobre la mesa con un golpe seco.
—¿Algo malo?
—Algo... importante. Tal vez peligroso. Encontré registros, Naira. Fechas, nombres de código, manipulaciones genéticas. Ningún varón nacido en los últimos treinta años fue producto de una unión natural. Todos… fuimos seleccionados.
—¿Todos? —susurró ella, sus ojos oscuros clavados en él.
—No hay embarazos espontáneos, Naira. Ni siquiera mi madre… Ella debió saberlo. Quizás por eso… —su voz se quebró, pero ella lo tomó de la mano.
—No estás solo. Te juro que no lo estás.
Él la miró, desesperado.
—Quiero contarlo. Que el mundo sepa.
—No ahora. Aún no. Si lo haces ahora, te van a callar. Te quitarán todo, incluso a mí. Kael… tienes que esperar. Ser más astuto que ellos.
—¿Y si eso me convierte en uno de ellos?
—No lo hará. Porque tienes algo que ellos no tienen: humanidad. Amor.
Ese mismo día, durante la sesión del Consejo, Kael expuso ideas que sorprendieron a todos. Reformas leves, propuestas justas, palabras elegantes. Ganó respeto, incluso de las mujeres más frías del círculo. Y cuando la sesión terminó, fue llamado aparte.
—Kael Daerian —anunció la Ministra Suprema—, en honor a tu desempeño y visión, desde este momento pasas a ocupar un puesto en el Consejo de Estrategia.
El anuncio coincidía con la gran celebración de su cumpleaños número 24. La ciudad entera se iluminó por él. Nadie se lo esperaba. Nadie, excepto Naira.
—Estás deslumbrante —le dijo Kael al verla bajar las escaleras, vestida de negro, con la piel dorada por la luz.
—Y tú… pareces un rey esta noche.
Mientras bailaban entre miradas curiosas y cámaras ocultas, Kael recibió una pequeña nota de uno de sus informantes. La leyó sin gestos.
"La sombra se esconde en la copa. Protege lo que amas."
Sintió el sudor en las palmas. Se acercó a Naira.
—No bebas nada que no venga de mi mano —susurró.
—¿Qué sucede?
—Intentan envenenarte. No preguntes. Confía.
Ella asintió. Pálida, pero sin perder la calma.
Cuando, aún así, Naira comenzó a tambalearse, Kael la sujetó con fuerza.
—Vamos afuera —dijo en voz alta—. Está mareada. El calor le ha afectado.
La llevó a una habitación privada donde su aliada médica ya esperaba. En efecto, era demasiado tarde. El veneno era lento, pero peligroso. Por suerte, el antídoto funcionó. Naira se debatía entre la fiebre y los escalofríos. Kael no la soltó en toda la noche.
—No voy a dejarte. Jamás. —le murmuraba, con los ojos brillosos.
Cuando ella abrió los ojos al amanecer, lo vio con el cabello revuelto, la camisa suelta y una expresión de puro amor.
—¿Estoy viva? —preguntó.
—Sí. Y nunca volverás a estar sola.
Ella sonrió débilmente.
—Kael…
—Shh. Te amo, Naira. Y no voy a perderte por nada ni por nadie.
La abrazó, hundido en su calor. Sabía que estaban en medio de una guerra silenciosa. Pero mientras tuvieran ese tipo de amor… el mundo no podría destruirlos.
Naira despertó horas después, aún débil, con el sol colándose entre las cortinas de seda. Kael seguía allí, dormido en una silla a su lado, la cabeza inclinada y los labios entreabiertos por el agotamiento. Su cabello estaba alborotado, la chaqueta del uniforme ministerial tirada en el suelo. Incluso dormido, se veía imponente. Ya no era el joven arrogante y mimado al que conoció meses atrás.
“¿Cuándo cambiaste tanto…?”, pensó, mientras lo observaba en silencio.
Recordó las primeras veces que lo vigiló desde la distancia, sus aires de superioridad, sus comentarios afilados y esa belleza intocable que a muchas mujeres hacía suspirar. Pero bajo toda esa coraza, había estado él: un joven inteligente, sensible, lleno de preguntas. Solo necesitaba una oportunidad… y alguien que creyera en él.
Naira cerró los ojos y dejó que sus pensamientos hablaran con claridad.
Ya no me necesita… Ya no soy su escudo, su guía o su fuerza. Ahora él es fuerte. Estratégico. Brillante. Ha aprendido a navegar en este mundo de mentiras mejor que muchas veteranas del Consejo. Me salvó la vida… Y lo hizo sin dudar. Como yo lo habría hecho por él.
Su pecho se llenó de un calor extraño. No era dolor, ni celos, ni pérdida. Era algo más profundo. Era amor real, libre de ataduras, libre de dependencia.
No me necesita. Me elige.
Eso la hizo sonreír. Porque ese era el amor que ella había querido toda su vida. No uno basado en la necesidad o el deber. Sino en la decisión de permanecer, de compartir el camino, de admirarse mutuamente. Kael ya no era un joven que debía ser protegido… Era un hombre que protegía, que lideraba, que amaba.
En ese instante, él se despertó, como si la sintiera pensar en él. Sus ojos se encontraron.
—¿Cómo te sientes? —murmuró, acercándose de inmediato.
—Mucho mejor —respondió ella, sonriendo con suavidad.
Kael le acarició la mejilla con los dedos temblorosos.
—Creí que te perdía, Naira.
Ella tomó su mano y la besó.
—No vas a perderme, Kael. No mientras sigamos luchando juntos.
Se miraron en silencio. No hicieron promesas, no buscaron palabras eternas. Porque en ese cruce de miradas, ya estaba todo dicho.



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En el texto hay: amor fantasía acción

Editado: 18.04.2025

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