Herencia de Sombras

Capítulo 25 – Bajo la Luz del Triunfo

Esa noche, la mansión Daerian los recibió con el silencio sereno de los grandes momentos. Naira caminaba algo más lento, con el peso del día acumulado en sus hombros. Kael, por su parte, traía el cansancio de la mente: había desafiado estructuras que llevaban décadas asentadas y, aunque aún no lo sabía del todo, había encendido una llama imposible de apagar.

Entraron sin palabras. No necesitaban decirse nada. La tensión acumulada se deshacía en la presencia mutua, como si el simple hecho de volver juntos a casa fuera suficiente para respirar con libertad.

Las noticias del día ya circulaban por todos los canales. En las calles, mujeres de todas las clases hablaban de lo sucedido con entusiasmo. Por primera vez en años, alguien desde las altas esferas había escuchado a las invisibles. Kael había ganado respeto, no solo por lo que hizo, sino por cómo lo hizo.

Mientras subían las escaleras, sus dedos se rozaron apenas, como una promesa silenciosa.

En su habitación, se sentaron frente a frente. Hablaron. No como guardaespalda y protegido, ni como heredero y subordinada. Sino como dos personas que habían crecido juntas en medio de un mundo que los moldeaba a la fuerza.

—No sabía que tenía tanto dentro de mí —dijo Kael, con una sinceridad nueva en sus ojos.

—Siempre lo tuviste —respondió Naira—. Solo necesitabas una razón para usarlo.

Hubo silencio, pero no era incómodo. Era cálido, íntimo. Sus miradas se buscaron y se encontraron con esa mezcla de orgullo, deseo y gratitud que pocas veces se da en la vida.

Él se acercó primero, con timidez contenida. Ella no retrocedió.

Los besos fueron lentos, temblorosos al principio, como quien se atreve por primera vez a tocar algo sagrado. Se exploraron sin prisa, redescubriéndose piel a piel, sin barreras. La pasión creció, sí, pero estuvo siempre envuelta en ternura. Kael la miraba como si no pudiera creer que ella estuviera allí, real, suya. Naira, en cambio, se entregaba con la seguridad de quien ha encontrado su hogar.

Sus cuerpos se unieron con una armonía que iba más allá del deseo. Era necesidad, era consuelo, era celebración. Cada caricia era un reconocimiento. Cada suspiro, una confesión.

El mundo afuera podía arder, pero en esa habitación, por unas horas, solo existía la verdad de dos almas que se elegían.

Al final, se quedaron abrazados, desnudos bajo las sábanas, con los corazones latiendo al mismo ritmo. Naira apoyó su cabeza en el pecho de Kael y él acarició su espalda en silencio.

—Gracias —susurró él.

—¿Por qué?

—Por no dejarme solo en esto.

Ella no respondió. Solo lo abrazó más fuerte.

Y así, bajo la luz tenue de una lámpara olvidada, comenzaron una nueva etapa. No solo como guardaespalda y protegido. No solo como mujer y hombre. Sino como compañeros en una historia que apenas empezaba a escribirse.



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En el texto hay: amor fantasía acción

Editado: 18.04.2025

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