Herencia de Sombras

Capítulo 26 – El Desafío del Hijo

La mañana amaneció clara y tranquila en la mansión Daerian. Naira y Kael despertaron con sonrisas ligeras, aún envueltos en la calidez del momento compartido la noche anterior. El mundo parecía más justo, más posible. Habían dado un paso real, uno que no solo hablaba de ideales, sino de hechos. Kael, por primera vez, sentía el peso del poder con dignidad, y no como una cadena.

Sin embargo, esa paz no duró mucho.

A media mañana, ya instalados en el Ministerio, el aire cambió. Las miradas se volvieron esquivas. Las puertas se abrieron de golpe.

El Primer Ministro había llegado sin previo aviso.

Atravesó el gran salón con paso firme, escoltado por una seguridad innecesaria. No saludó. No sonrió. Iba directo hacia su hijo.

Kael se mantuvo firme cuando lo vio acercarse, y Naira, a su lado, no se movió. Había algo en su postura que decía: hoy no me doblo.

—¿Qué crees que estás haciendo? —espetó el Primer Ministro, sin rodeos.

El silencio se extendió por la sala. Varias funcionarias detuvieron sus labores. Los consejeros fingieron no escuchar.

—Lo que tú nunca tuviste el valor de hacer —respondió Kael con una voz clara, sin temblor.

Su padre frunció el ceño. El rostro que tantas veces lo había controlado ahora solo era un espejo de lo que ya no quería ser.

—¿Has perdido la razón? Has manchado el nombre de nuestra familia aprobando esa aberración de ley. Las mineras no son el futuro. Son herramientas, no herederas.

Kael dio un paso al frente.

—Las mujeres son el futuro. Todas. Y tú lo sabes. Has sostenido este sistema con mentiras, manipulaciones y una verdad selectiva. Pero yo descubrí lo que hay detrás de las inseminaciones controladas. Sé de la selección genética. Sé que los varones como yo no son milagros: son producto de un diseño que oprime.

El rostro del Primer Ministro se tensó. Por un instante, pareció a punto de golpearlo. Pero no lo hizo.

—Vas a arrepentirte —dijo con voz baja, venenosa—. No estás preparado para lo que significa gobernar. Te sustituiré. Ya hay quienes están de acuerdo.

—Inténtalo —respondió Kael—. Porque ya no estoy solo. Me he ganado aliados, consejeros, mujeres del pueblo. He construido algo más fuerte que tu miedo: esperanza.

Hubo un murmullo sutil, como un suspiro colectivo.

El Primer Ministro lo observó con una mezcla de furia y desconcierto. No reconocía al joven frente a él. No era su hijo obediente. Era un hombre con voluntad, con fuego en los ojos.

Sin decir más, se giró y se marchó, dejando tras de sí un silencio denso y el eco de una amenaza no cumplida… aún.

Kael exhaló lentamente. Naira lo miró de reojo, con una mezcla de orgullo y preocupación.

Él ya lo sabía: ese día no había sido el final, sino el inicio de una guerra silenciosa.
Pero también sabía algo más. Tenía un plan. Uno que aún no compartía con nadie.

Y esta vez, estaba dispuesto a arriesgarlo todo.



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En el texto hay: amor fantasía acción

Editado: 18.04.2025

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