Herencia de Sombras

Capítulo 28 – Un latido inesperado

La mañana siguiente, Naira aún se sentía débil. Aunque intentaba disimularlo, Kael no dejó pasar el más mínimo detalle. Esa sombra bajo sus ojos, ese pequeño tambaleo al caminar, el leve temblor de sus manos. Su instinto, agudo desde niño, le gritaba que algo no estaba bien. Sin perder tiempo, mandó traer a la doctora personal de confianza del Ministerio.

—¿Segura que no es algo serio? —le susurró a Naira mientras la ayudaba a sentarse en la cama—. No quiero arriesgarme contigo, amor.

Naira sonrió con dulzura, aunque se apoyó más fuerte sobre su brazo.

Minutos después, la doctora llegó, revisó a Naira con seriedad y cuidado. El silencio pesaba como plomo hasta que la mujer se irguió con una sonrisa emocionada.

—Felicidades… están esperando un bebé.

La habitación quedó suspendida en un segundo de incredulidad.

—¿Qué? —musitó Naira, llevándose una mano a la boca.

Kael se levantó de golpe, incrédulo y lleno de emoción. Los ojos se le humedecieron, se inclinó ante Naira y la abrazó con fuerza, besándole la frente, el cuello, las manos.

—¡Vamos a tener un bebé! —gritó, entre risas ahogadas y lágrimas contenidas—. ¡Tú y yo!

Naira lloraba también, abrazándolo fuerte, sin poder creerlo del todo.

—Pero… ¿cómo es esto posible? —susurró, una duda inevitable atravesando su mente—. Se supone que los varones eran genéticamente modificados para no poder…

Kael la miró con los ojos entrecerrados, acariciando su vientre con reverencia, pero sin respuestas.

Más tarde ese mismo día, Kael recibió una visita inesperada en su oficina: su padre.

—Tenemos que hablar —dijo el hombre, más cansado y humano que nunca.

Kael lo hizo pasar, con la guardia alta pero el corazón aún revuelto por la noticia.

—¿Vienes a quitarme el puesto? —dijo con ironía.

El rostro del exministro no mostró enfado. Solo tristeza.

—No… vengo a decirte la verdad. Tu madre… no fue asesinada como creíste por años. Fue un accidente. La amé profundamente, Kael. Y tú eres mi hijo. Siempre lo fuiste.

Kael se quedó inmóvil. Parte de él quería dudar, otra parte solo quería creerlo. Finalmente, suspiró.

—Naira está embarazada.

Su padre lo miró, primero sorprendido… luego comprendió.

—Entonces no usaste modificación genética conmigo —dijo Kael con voz grave.

—No. Tu madre me suplicó que no lo hiciera. No podía negárselo. Ella quería darte la posibilidad de elegir… de vivir con plenitud. Fuiste el único varón de tu generación sin alteraciones.

Kael se quedó en silencio largo rato. La noticia, en lugar de enfurecerlo, lo liberó. Todo cobraba sentido. La esperanza no era una casualidad, era un regalo heredado.

Esa noche, volvió a casa y encontró a Naira acostada, acariciando suavemente su abdomen aún plano.

—Ya sé por qué puedes estar embarazada —dijo, sentándose a su lado, tomándole la mano—. Mi madre… me dejó intacto. Me dejó fértil. Ella creyó en algo más. Y ahora tú y yo… somos prueba de que ese futuro puede existir.

Naira lo miró con lágrimas en los ojos. Se incorporó y lo abrazó fuerte.

—Entonces este bebé… es un milagro. Pero también… una semilla de todo lo que está por venir.

Kael besó su frente, luego su mejilla, luego sus labios.

—Y lo protegeremos con todo lo que somos.

Así, bajo las suaves luces del atardecer, ambos se abrazaron con una mezcla de amor, esperanza y destino. Porque ahora sabían que la historia apenas comenzaba.



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En el texto hay: amor fantasía acción

Editado: 18.04.2025

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