Herencia de Sombras

Capítulo 5.

El legado del nombre.

Los herederos no eligen el momento…

solo escuchan cuando la sangre

por fin recuerda.

— Anonimo.

El día había comenzado con una luz grisácea que apenas penetraba la ventana de mi habitación. Afuera, la lluvia seguía su monotonía constante, pero dentro de la casa, algo parecía estar en espera.

Me levanté y bajé las escaleras, donde Mara ya estaba preparando el desayuno. Su expresión era tranquila, pero sus ojos delataban una preocupación que no quería compartir.

—Feliz cumpleaños, Blume —dijo, sirviéndome una taza de té—. Nada especial hoy, pero quería que supieras que estoy aquí.

Asher estaba en la mesa, absorto en su teléfono, con auriculares puestos. No había rastro de su interés por los símbolos ni de la investigación. Solo un adolescente intentando desconectarse de todo.

—Gracias, mamá —respondí, tomando un sorbo.

— ¿Cómo está todo en la escuela? —Me preguntó.

—Nada fuera de lo común —contesté.

Unos minutos después, tocaron la puerta. Aria entró con su usual energía y una sonrisa brillante, seguida por Noah, que parecía un poco más serio que de costumbre.

—¡Feliz cumpleaños, Blume! —exclamó Aria, depositando una caja con un lazo.

—¡Te trajimos algo para celebrar! —añadió Noah.

Cuando estábamos acomodándonos, alguien llamó en la puerta principal. Mara fue a abrir, y apareció Liam, con su sonrisa confiada y esa mirada que parecía desafiar al mundo.

—Pensé que no podía faltar en el cumpleaños de la chica más misteriosa del instituto —dijo, entrando con naturalidad.

Me quedé paralizada por un momento, sin saber qué decir. Liam siempre había sido el chico popular, el líder del equipo de rugby, el que parecía tenerlo todo… pero hoy, bajo la lluvia y con su expresión un poco más seria, parecía diferente.
Como si él también estuviera esperando algo.

La mañana siguió entre conversaciones cruzadas, risas tímidas y miradas que escondían más de lo que decían.

Y aunque traté de disfrutarlo, la voz del sueño seguía susurrándome en la mente:
“No llegues tarde.”

Mientras avanzaba la mañana, la presencia de Liam se sentía más densa, como una sombra al acecho entre las risas y las charlas casuales.

En un momento, estábamos todos en la sala cuando Aria comentaba sobre una broma que Noah le había jugado, y Liam, sin que nadie lo notara del todo, deslizó una mirada hacia mí, fría y calculadora. No era la típica expresión de chico popular; era otra cosa.

Cuando Noah me preguntó si quería salir a dar una vuelta más tarde, Liam intervino con una sonrisa que no llegaba a sus ojos:

—No sería bueno que ella estuviera sola hoy.

La forma en que pronunció esa frase, como si supiera algo que nosotros ignorábamos, me puso los pelos de punta.

Aria y Noah intercambiaron miradas, pero nadie dijo nada. Yo sólo fingí una sonrisa, aunque por dentro sentía que algo se acercaba, que el mundo que creía conocer estaba por cambiar, y Liam era parte de esa tormenta silenciosa.

La tensión crecía, y yo me preguntaba si estaba lista para enfrentar lo que ese día me traería.

Después del desayuno, subimos a la terraza. Noah y Aria se sentaron a un lado, conversando bajito sobre la tarde, mientras Asher jugaba con una pelota pequeña contra la pared.

Liam se acercó a mí sin decir nada al principio. Se apoyó en la baranda, mirando hacia el bosque lejano que comenzaba tras los edificios.

—No parece que sea tu cumpleaños —dijo al fin—. Pareces... como si estuvieras esperando algo más.

—¿Algo como qué? —pregunté, sin mirarlo.

Él giró lentamente el rostro hacia mí.

—No lo sé. Algo que siempre ha estado cerca… pero que apenas ahora empieza a recordarte.

Me quedé inmóvil.

Era la misma sensación que había tenido en el sueño.
La misma idea de que algo —o alguien— me estaba llamando desde un lugar que aún no comprendía.

Pero lo que realmente me heló fue lo siguiente.

—"Umbrelle" no era solo un apellido, ¿sabías? —dijo él, como si habláramos de algo trivial—. Fue un juramento, hace mucho tiempo. Uno que no todos supieron honrar.

Mis ojos lo buscaron, atónitos.

—¿Cómo sabes eso?

Él sonrió, pero fue una sonrisa sin calidez.

—Leí mucho. Tal vez demasiado.

Y antes de que pudiera replicar, Noah lo llamó desde la escalera.

—¡Hey, Liam! ¿Vienes o qué?

Liam se apartó lentamente, pero antes de irse, me susurró sin mirarme:

—A veces… los recuerdos tardan en llegar. Pero cuando llegan, lo hacen con fuerza.

Y se fue.

Yo me quedé allí, con un nudo en el estómago, mirando hacia el mismo bosque al que él había mirado.

Ese día apenas comenzaba.
Y ya me sentía al borde de algo que no sabía nombrar.

La casa quedó en silencio cuando Aria, Noah y Liam se despidieron.

La risa se apagó con el cierre de la puerta, y por primera vez en todo el día, sentí el peso real de lo que significaba cumplir dieciocho. No como una edad. No como un número. Sino como un umbral.

Estaba en mi habitación cuando escuché la voz de Mara desde el pasillo:

—Blume… baja un momento.

No parecía una orden. Pero tampoco una invitación.

La encontré en la sala, sentada en su sillón habitual, con una caja de madera sobre las piernas. Sus manos estaban quietas sobre la tapa. Su expresión, lejana.

—¿Qué es eso?

—Tu herencia —respondió, sin rodeos—. O lo que queda de ella.

La miré, perpleja.

—¿Herencia?

—Es hora de que sepas quién eres… y de dónde vienes. Algo que yo intenté… rechazar. Pero tú ya estás demasiado cerca para negarlo.

La caja crujió al abrirse. Dentro había un cuaderno encuadernado en cuero viejo, con las esquinas gastadas. Sobre la portada, grabado a mano, un nombre:




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