Herencia de Sombras

Capítulo 19.

El Despertar de la Herida

A veces no es la muerte lo que más tememos…

sino la vida que nos reclama con un nombre

que ya no recordábamos como nuestro.

—Blume Sarelith Umbrelle

Me sentía viva, poderosa, fuerte, como nunca antes. Me levanté del suelo despacio; mi mirada ya no era la de la chica temerosa, era decidida, firme. Miré a quien tenía enfrente —el que parecía Noah— y pronuncié en Velanther:

“Muestrate.”

El ser frente a mí no era nadie desconocido. Era Liam… o lo que quedaba de Liam. Su cabello rubio ligeramente desordenado caía hacia atrás, la misma altura, misma complexión, esa sonrisa torcida que siempre lo caracterizaba… pero sus ojos.

Sus ojos ya no eran verdes. Eran rojos, profundos, ardientes.

Lo miré con seriedad.

—¿Qué eres? —pregunté.

No respondió.
No dijo nada.
Solo se lanzó hacia mí.

Lo esquivé con una rapidez que ni yo sabía que tenía. El sol entraba por la ventana del cuarto de Asher; era de día y todo afuera estaba calmado, sin lluvia, un silencio extraño que contrastaba con el caos dentro de mí.

Salí de la habitación directo a la calle, corriendo hacia el bosque. No sabía exactamente por qué, solo sentía que mis pasos me llevaban allí.

Miré hacia atrás.
Liam… o el demonio que llevaba su forma, estaba detrás de mí.

En cuanto lo vi, unas alas negras surgieron de su espalda y comenzó a elevarse, surcando el aire. La sorpresa me hizo tropezar, y él, con un movimiento imposible, me tomó de los brazos y me levantó hacia el cielo.

Ya estábamos a considerable altura sobre el bosque cuando me soltó.
Solté un grito ahogado mientras caía, golpeándome con las ramas de los árboles, sintiendo la adrenalina y el miedo mezclarse en cada fibra de mi cuerpo.

Caí sobre un montón de hojas secas, el golpe me sacudió los huesos, pero no me rompió. Me levanté con torpeza, sacudiendo las ramas y la tierra pegada a mi ropa. Mi respiración era agitada, cada inhalación quemaba como si el aire del bosque ya no fuera el mismo.

Miré hacia todos lados. El silencio era tan espeso que dolía. No sabía si lo que había visto aún era Liam… o si solo era un disfraz de algo peor.

De pronto, lo sentí.
Una presencia a mi lado derecho.

Giré apenas el rostro, y ahí estaba. Su silueta se recortaba entre los árboles, avanzando despacio, demasiado despacio, como si quisiera que lo observara llegar.

Sus labios se movían apenas, murmurando algo en Velanther. Susurros tan bajos que no podía entenderlos del todo, pero que me atravesaban como cuchillas.

Hasta que la frase volvió a repetirse con claridad, retumbando en mi cabeza:

“Sarelith tiene que morir.”

Mi sangre se heló. Mis puños se cerraron con fuerza, y una chispa de luz dorada cruzó por mi ojo derecho, ardiendo con más intensidad que nunca.

—¿Quién eres en realidad? —pregunté, mi voz firme a pesar del temblor en mi pecho.

Él sonrió, ladeando el rostro, como si mi pregunta fuera un juego. Y sus alas negras se desplegaron con un golpe de viento que apagó todo sonido en el bosque.

Y como si todo hubiera sido mi imaginación, desperté en mi habitación. Me levanté empapada en sudor, con un dolor agudo recorriendo mi cuerpo. Me puse de pie con rapidez y me acerqué al espejo: la grieta aún estaba allí… y yo seguía teniendo los moretones y cortes de lo que había pasado.

El cielo apenas comenzaba a oscurecer, y ya no me sentía cuerda. Creí que me estaba volviendo loca. Caminé hacia la puerta, salí con cautela, temiendo que en cualquier momento Liam pudiera volver a aparecer.

Bajé las escaleras. Mi madre y Asher estaban en la sala, sentados juntos, mirando una película en el televisor como si nada hubiera ocurrido.

—¿Dónde estuviste? —preguntó Asher, sin apartar mucho la vista de la pantalla, como si mis ausencias fueran ya costumbre.

No respondí enseguida. Sentía la garganta seca, como si no supiera qué contestar. Mi madre me miró de reojo, y fue ella quien rompió el silencio:

—Ven, cariño. Siéntate con nosotros.

Aún con la cabeza revuelta, me dejé caer en el sofá, quedando al lado de ella, mientras intentaba enfocarme en un punto fijo, como si así pudiera ordenar mis pensamientos.

—¿Qué te pasó en el rostro? —preguntó Asher después de un silencio incómodo—. Parece como si hubieras peleado en el instituto con esa chica rica… ¿Cómo se llamaba? ¿Savannah?

Mi mano fue directo a mi rostro, instintivamente, como si buscara confirmar que él decía la verdad. Abrí la boca, pero las palabras no salieron.

Entonces, me atreví a preguntar:
—¿Qué día es hoy?

Ambos me miraron como si la pregunta fuera absurda.
—Martes —respondió mi madre con naturalidad.

El aire se me atascó en los pulmones.
(Martes… pero yo recuerdo el sábado. El sábado, en el bosque. El sábado, cuando todo pasó con Liam…)

Me levanté de golpe.
—Tengo que ir con Aria, tenemos un trabajo juntas —mentí.

No esperé su reacción. Salí de la casa con rapidez, necesitaba aire, despejarme, que el viento golpeara mis pensamientos.

Mientras caminaba por la calle, saqué el celular y abrí el chat con Aria y Noah. Sabía que Noah y yo seguíamos peleados… o al menos algo parecido. Pero ellos eran lo único que tenía. Quizá ya ni eso.

"Chicos, nos vemos en el parque en 10 minutos." Enviar.

Suspiré y continué caminando.

Al llegar al parque eran las 6:15 p. m. El lugar estaba relativamente vacío: unos chicos paseando a sus perros, una pareja conversando en una banca. Todo parecía tan normal, demasiado normal para mí. Dejé de observarlos y caminé hasta un banco más apartado, donde me senté a esperar a que Aria y Noah llegaran.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.