El Susurro de la Sangre
Lilith observaba su reflejo en el espejo empañado del baño. Las velas parpadeaban a su alrededor, proyectando sombras que parecían danzar sobre las paredes de piedra fría. Su cabello negro caía como un velo sobre sus hombros, y sus ojos, de un verde profundo, brillaban con una intensidad que no lograba comprender del todo. Había algo en ella que siempre había sabido, una verdad latente en lo más profundo de su ser, pero que hasta ahora se había negado a aceptar.
Un murmullo, apenas audible, resonaba en su mente. Era un susurro oscuro, seductor, que la llamaba por su nombre, repitiéndolo una y otra vez: Lilith... Lilith...
Se estremeció. Desde que cumplió dieciséis años, esos susurros habían comenzado a aparecer, más frecuentes, más insistentes. Al principio pensó que era solo su imaginación, pero ahora, con el tiempo, comprendía que aquello era algo más. Algo real.
"Soy hija de él", se dijo a sí misma, apenas susurrando. La idea le causaba repulsión y, al mismo tiempo, una extraña fascinación. Desde pequeña había escuchado historias sobre Tom Riddle, el mago oscuro que aterrorizó al mundo bajo el nombre de Lord Voldemort. Nunca creyó que esas historias tuvieran algo que ver con ella, hasta hace unas semanas.
Su madre adoptiva, Marianne, finalmente le había revelado la verdad tras años de silencio. La había protegido, sí, pero no podía protegerla para siempre de lo que llevaba dentro. La sangre de Voldemort corría por sus venas, y ahora Lilith lo sentía más que nunca.
Un golpe en la puerta del baño interrumpió sus pensamientos.
–Lilith- la voz de Marianne sonaba apagada, casi temerosa. —Tenemos que hablar.-
Lilith cerró los ojos y respiró hondo antes de abrir la puerta. Marianne la observaba con preocupación, sus manos temblando ligeramente. Era una mujer fuerte, pero el temor por lo que Lilith podía convertirse era palpable en su rostro.
—Lo sé-, dijo Lilith antes de que Marianne pudiera decir nada. —Sé lo que soy.-
Marianne tragó saliva y asintió lentamente. —No es tu culpa, Lilith. No tienes que ser como él.-
—¿Y si lo soy?- Las palabras salieron más afiladas de lo que esperaba. —¿Y si la oscuridad ya está en mí? Siento... siento algo dentro de mí que no puedo controlar. Es como si estuviera destinada a algo terrible.-
Marianne dio un paso hacia ella, colocando una mano temblorosa sobre su mejilla. —El destino no está escrito, Lilith. Solo tú puedes decidir quién eres.-
Lilith apartó la mirada. Sabía que Marianne tenía razón, pero los susurros en su cabeza le decían lo contrario. Había un poder dentro de ella, un poder oscuro que la llamaba, que le prometía respuestas. Y, en el fondo, una parte de ella deseaba saber más.
—Voy a buscarlo-, dijo finalmente, casi en un susurro. Marianne abrió los ojos, horrorizada. —Voy a buscar a mi padre.-
El silencio cayó entre ellas como un muro invisible, y en ese momento, Lilith supo que su vida nunca volvería a ser la misma.