Herfst

II

Pero alguien cortó el hilo de mis pensamientos. Una figura enorme se posó sobre la puerta, dió algunos pasos hacia la sala pero se frenó justo en la entrada agachando ligeramente la cabeza al notar la presencia de la reina. 

Era Daren.

Si desde el público de los discursos reales me parecía atractivo, de cerca lo era más. Tenía unas puntiagudas orejas llenas de pendientes de diferentes tamaños y formas, una nariz afilada como una cuchilla y unos ojos oscuros tan profundos que te incitaban a hundirte en ellos. Mientras avanzaba me observaba con curiosidad y hasta me pareció notar una pequeña sonrisa, tenía un paso firme y seguro.

 

-Madre, me ha informado la señorita Nahla que necesita mis servicios. -Su voz era tan profunda que podría escucharla durante horas.

 

-Así es, Daren, hijo, te presento a Hazel, es una de las hijas de Toño. -eso me sacó de mi trance y cuando se giró hacia mí hice una reverencia escondiendo mi rostro sonrojado.- Lamento informar que mi viejo amigo está desaparecido. Me parte el alma no poder ser yo quien vaya en su busca, pero sé que dejo esta investigación en buenas manos.-afirmó con una gran sonrisa apretando el hombro de su hijo. Me daba mucha ternura el parecido que tenían, los dos tenían los mismos ojos profundos e intimidantes.

 

-No se preocupe, madre. Encontraremos a Toño y lo traeremos sano y salvo a casa. -asentí ligeramente intentando convencerme de que así será. Espero que nada malo le haya pasado, de ser así no sabría qué sería de mi. Mi padre es probablemente la persona que más adoraba y si algo malo le pasara se me partiría el alma. - Señorita, usted no se preocupe por nada, yo me ocuparé de buscar a su padre por cielo, mar y tierra si es necesario. Como príncipe mi deber es el bienestar de mi nación, por lo tanto haré todo lo que esté en mi mano.

 

Sus palabras sonaban convincentes pero hay algo que todavía no me cierra, no sabría como describir el sentimiento pero por alguna razón no confíaba del todo en sus palabras. Fruncí ligeramente el ceño ante su declaración, me miró confundido notando mi desconfianza pero rápidamente cambié mi expresión a una sonrisa. 

 

-Me alegro de que así sea Principe Daren. Pero si me disculpan debería regresar a mi hogar en breves, mi madre ya ha de estar preocupada. - me giré sobre mis propios pies y avancé hasta la puerta principal. Al abrirla sentí que volvía a respirar ¿Porque me parecía tan extraño el comportamiento del príncipe? No ha dicho nada que no diría un monarca. Avancé por el pasillo y a medida que iba acercándome a la salida escuchaba pasos acercándose a mí. Me giré sobresaltada hasta que vi a la pequeña princesa detrás mío.

 

-¿Quieres jugar conmigo a las muñecas? .-Me preguntó con una dulce voz a la que ni en un millón de años podría resistirme.- Es que aquí nadie más quiere jugar conmigo. -cruzó sus pequeños bracitos. Me dió mucha ternura.

-Claro, pequeña.- no sabía lo que realmente estaba haciendo, ya que no creo que estuviera permitido que cualquiera jugase con la princesa. Pero no pude resistirme, me daba mucha pena que no tuviese a nadie con quien jugar.

 

Esbozó una sonrisa radiante, me alegró tanto ver a aquella hermosa niña tan alegre que se me llenó el pecho de orgullo.

 

-Mi nombre es Laylah. ¿Cómo te llamas tú? -Tomó mi mano y comenzó a guiarme por aquel largo pasillo.

 

-Me llamo Hazel.

 

-Hala, qué bonito nombre. Es igual de hermoso que tú. -No pude evitar apenarse por aquel comentario.

 

-Muchas gracias, pequeña. - le dí mi mejor sonrisa.

 

Después de dar un largo paseo por los largos pasillos llegamos a una sala enorme con un montón de juguetes. De pequeña me hubiera muerto de envidia al ver todos aquellos juguetes, pero sabiendo que no los puede compartir con nadie me apene un poco. Me acerqué hasta una casita de muñecas y comencé a observar una por una todas las muñecas,estaban como nuevas. Eso se me hizo un poco raro ya que en mi casa estaban todas destrozadas, mi hermano Amir se dedicaba a arrancarle las cabezas solo para fastidiarnos. A día de hoy creo que tenemos solo 1 muñeca entera.

 

-Hazel, ¿tú tienes algún hermano?

 

-Sí, de hecho tengo 2 hermanos y 2 hermanas. 

 

-¿Y ellos juegan contigo? .- se sentó a mi lado con un peine pequeño peinando sus muñecas.

 

-Sí, nos pasabamos las tardes completas jugando. Fue muy divertido. 

 

-¿Por qué mis hermanos no quieren jugar conmigo? .-soltó la muñeca que estaba sosteniendo para fijar sus ojitos azules en mí. Me acerqué hacia ella sin poder evitarlo y la abracé. Estaba comenzando a odiar a Daren y a Aurora por dejar a esta preciosa niña tan sola.

 

Mientras la abrazaba noté como alguien se aclaraba la garganta a mis espaldas. Me giré con cuidado para ver quien era.

Era Daren, de nuevo.

-Laylah, ¿qué estás haciendo? .- le preguntó sonriendo levemente.

 

- Jugar con mi nueva amiga. Se llama Hazel. - le contestó ella entusiasmada.- Voy a ir a buscar a mis peluches, se sentirán solos. Ahora vuelvo, no te vayas porfavor. -casi me suplicó.

 

-De acuerdo, aquí la esperaré princesa Laylah.- salió disparada escaleras arriba en busca de sus peluches. 

 

Daren me observó por un momento. Su expresión era indescifrable, no tenía claro si estaba molesto o no le importaba en absoluto. Pero yo no pude evitar poner una mueca, al mirarlo me lo imaginaba rechazando a aquella niña y me daba mucha rabia.

 

-Disculpala, se pone muy pesada con el tema de los juegos. Espero no la haya molestado señorita Hazel.- dijo en un tono burlesco. No entendía de que se burlaba.

 

-Hazel.

 

-De acuerdo,Hazel. No hace falta que se quede, le diré a Laylah que tuviste que marcharte.




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