Por la mañana siguiente me la pasé ayudando a mi hermana con los preparativos de su coronación. Mi hermana Cleissy iba a ser reina de los bosques, me sentía muy orgullosa de ella, mi padre había estado preparándola toda su vida para ese cargo y verla por fin cumplir sus metas me llenaba de alegría. Mi padre había estado preparando a mis hermanos para sus siguientes puestos, lo que no entendía es porque a mi no me había revelado cuál es el cargo que me había asignado, constantemente se dedicaba a decirme que su plan para mi estaba ya realizado, pero no me revelaba cuál era. Ya había cumplido la mayoría de edad, las personas a mi edad ya tenían claro su puesto en nuestra aldea, pero yo todavía no y al parecer mi padre se lo había llevado a sea cual sea el lugar donde se encuentre. La coronación de mi hermana iba a ser realizada en tres días y tenía que ser yo la que tenía que posar La Corona De Los Bosques sobre la cabeza de mi hermana menor. Las coronas cambiaban su apariencia dependiendo de su portador, me daba curiosidad cómo sería la de mi hermana, la del último Rey De Los Bosques era un corona hecha de ramas de un árbol con una gema blanca en la frente.
Daren dijo que iba a mandar una carroza a mi casa a las 5 así que tenía que hacer las cosas rápido. Eran ya las 3 y tenía una hora de viaje hasta casa todavía.
- Cleissy, me tengo que ir ya a casa. -pero me volvió a ignorar completamente. Estaba hablando con el organizador de la fiesta. No podía perder más tiempo, no quería llegar tarde a un encuentro con el príncipe así que me marché. Busqué a Flashy, mi Artio. Los Artios eran unos preciosos osos que servían de medio de transporte, eran osos enormes con un pelaje castaño muy suave. Había criado a Flashy desde que nació y siempre había sido mi mascota, le tenía muchísimo cariño ya que cuando nació su madre murió y no se sabía si iba a llegar a sobrevivir pero fue muy fuerte. Al llegar hasta ella me la encontré pastando, me subí y me fui camino a casa.
Al llegar me arregle rápidamente para mi encuentro con el príncipe. Estaba levemente nerviosa, el príncipe Daren me causaba un sentimiento de incertidumbre, después de lo de ayer me da miedo que vuelva a alterarme.
-Hazel, te llaman. -escuché la voz de mi madre desde el piso de abajo. Sentí como se me revolvían las tripas.
-¡Ya voy! .-respondí bajando por las largas escaleras. Mi casa no era ni muy grande ni muy pequeña, teniendo en cuenta que éramos 5 hermanos viviendo en la misma casa. En el piso de abajo se encontraba la sala de estar compuesta por un sofá enorme que rodeaba una chimenea y un comedor con una mesa larguísima. Al lado estaba nuestra pequeña cocina, donde mi madre pasaba el día. En el segundo piso se encontraban las habitaciones, eran 3 en total, la de mis padres, la de mis hermanos Silvestre y Amir y la alcoba que compartimos Cleissy, Ashly y yo. Después de la coronación de mi hermana ella se marcharía al bosque de Silva.
Al llegar al piso de abajo en la entrada se encontraban 2 guardias reales con sus respectivas armaduras y con el color real, el gris.
-¡Hazel! -Me sorprendió una voz dulce. Bajé la mirada para encontrarme con la pequeña princesa. Tenía una sonrisa hermosa plantada en su rostro y sus ojos estaban iluminados por esa característica ilusión que tienen los niños.
-Princesa Laylah, es un placer. -sonreí inclinandome ligeramente. Ella me devolvió la sonrisa, se giró y llamó a su hermano. Me sorprendió el hecho de que Daren también estuviera aquí ya que me dio a entender que mandaría una carroza a por mi no que vendría él.
-Buenas tardes señoritas. - agachó la cabeza al bajar de su elegante carroza. Mi hermana Ashly se quedó embobada observando cada rasgo de su rostro. No la culpo, Daren era un monumento digno de admirar, durante el interrogatorio de ayer me dediqué la mayor parte del tiempo a hacer lo mismo. Portaba unos pantalones blancos con un abrigo largo y azul marino. Sus orejas puntiagudas al igual que ayer estaban repletas de pendientes de distintos tamaños y formas y en sus dedos tenía anillos preciosos de plata. Encima de su oreja izquierda llevaba un broche de plata en forma de luna creciente. Todas las joyas de los seres feéricos eran siempre de plata ya que el oro les quemaba la piel.
Yo al ser descendiente feérica el oro no me afecta de ese modo simplemente me produce picor o leves irritaciones en la piel. El linaje feérico se ha ido mezclando con otros y la mayoría de habitantes de Isorropia son mestizos. Hasta donde sé las estaciones y sus hijos venimos de las hadas y de las constelaciones. Las constelaciones vivieron hace siglos junto a las hadas en nuestras tierras pero hubo una guerra entre dioses y esa especie desapareció junto a unas cuantas más. Pero, 4 constelaciones en específico se cruzaron con algunas hadas y de ahí nacieron las estaciones. Guardamos algunos rasgos feéricos como las orejas puntiagudas y la habilidad de adquirir cualidades de animales. Las constelaciones, como las hadas, son hijos de los dioses Luz y Oscuridad que con la ayuda de Vida lograron crearlos.
-Es un honor recibirlo, su majestad. -afirmó madre inclinándose, mis hermanos copiaron su comportamiento pero yo no. Me quedé observando por unos segundos hasta que mi madre me obligó a inclinarme también. Daren sonrió.
-El honor es mío. -contestó sin apartar la mirada de mí.- Si me permite señora Zinnia, me gustaría invitar a su hija Hazel al palacio para seguir con las preguntas sobre la desaparición de su marido. Me comprometo a traerla a la hora que usted me diga. -prometió poniendo una mano en su pecho. No me sorprendía que fuera así de educado, al fin y al cabo era un príncipe.
-Claro que si, con que llegue a tiempo por mi está perfectamente bien. -afirmó mi madre entusiasmada. La miré confusa, desde que mi padre no estaba no me dejaba casi ni salir, entiendo el motivo pero que ahora esté tan animada porque vaya a salir me sorprende.