MEGAN
Había disfrutado de una pijamada con mis amigas. Compramos palomitas y estuvimos conversando a lo largo de la película romántica que habíamos elegido. Pero desafortunadamente, fuimos interrumpidas por un mensaje que recibió Cecy. Al parecer su compañera de clase nos invitaba a un lugar clandestino donde organizaban peleas.
No lo consideré entretenido. Sin embargo, Sophie y Amy se animaron saltando de la cama para comenzar a maquillarse. Yo no estaba de acuerdo. Pasar la noche del sábado en un gimnasio de mala muerte no estaba entre mis opciones de tener una noche divertida. Pero al parecer, para ellas era mejor ver a hombres golpeándose el uno a otro con violencia sólo por dinero.
Por esa razón mis protestas no fueron lo suficientemente convincentes para que se quedaran en el departamento.
Así que resignada, me trasladé en el asiento trasero del auto de Sophie. No iba a quedarme sola después de haber hecho planes. Luego de unos minutos, divisé la hilera de autos en las aceras. Sophie tuvo que estacionarse a una cuadra del lugar. Una vez que empezamos a caminar, me detuve pensando que era una mala idea. Cecy se quejó mientras Amy y Sophie trataban de decirme que sólo estaríamos ahí por un rato. Apesar de sus palabras que parecían conformarme, seguía insegura. Pero al final no pude negarme al ver la mirada emocionada de Amy. Suspiré y accedí.
Pensé que no habría nada interesante. Hasta que me sentí observada antes de entrar al gimnasio. Me sentí un poco intimidada cuando me di cuenta que un chica me miraba fijamente. Su aspecto era un tanto intenso. Igual que sus ojos.
El ambiente en el interior fue como esperaba. Había demasiadas personas fumando, bebiendo y riendo tranquilamente. Los chicos lucían extravagantes y atemorizantes. Tenían tatuajes, usaban botas militares y sus expresiones eran una mezcla de dureza y frialdad. Por otro lado, las chicas mostraban su escote intencionalmente, vistiendo faldas cortas y ajustadas.
Hice una mueca cuando miré mi atuendo. Los jeans deslavados y la blusa violeta eran simples e insignificantes.
Durante el tiempo que estuvimos en nuestra mesa, traté de aclimantarme. No presté atención en la mayoría de las peleas, y mientras Cecy hablaba sobre un chico que había estado observando desde lejos, vi una persona conocida en el ring. Fue presentado como Dominic y no tuve tiempo de mirarlo con detenimiento cuando sus ojos grises me encontraron entre el alboroto. Los mechones oscuros estaban alborotados entre sí y su rostro vislumbró contra la luz. Era realmente atractivo, tenía una estremecedora y excitante en su forma de mirar. Pero antes que pudiera pensar en eso, apartó la vista.
Un poco decepcionada, me apegué a la idea que era engreído y prepotente. Aunque eso no alejaba el hecho lo intrigante que era presencia. Así como sus tatuajes. No le veía la necesidad de opacar las condiciones físicas de su cuerpo con letras cursivas y dibujos indescifrables en el área del torso, los hombros, la espalda, los brazos. Incluso tenía en las manos y los dedos. Dios, era impresionante, pero no podía imaginar el dolor por el que pasó cuando se los hizo.
Se colocó los guantes con elegancia y miró con aburrición al chico que decía las reglas. Era como si se las supiera de memoria. La acción comenzó y puse toda mi atención en la manera salvaje y decisiva en que lanzaba golpes. Pude sentir su rabia tan sólo mirarlo. Y después de varios ataques, la pelea terminó. Uno de sus amigos tuvo que bajarlo del ring para detenerlo, y no me sorprendió cuando fue considerado ganador. Tenía que admitir que era bueno para eso.
—Quita esa cara de miedo, Megan —dijo Amy, dejando caer su cabello rojizo sobre su hombro—. No es para tanto.
—¿Podemos irnos? Ya no hay nadie peleando.
Cecy puso los ojos en blanco y negó la cabeza.
—Sólo un rato más. Primero necesito saber cómo se llama el hombre sexy por allá. —Indicó con el dedo índice.
Las tres miramos a esa dirección y me removí inquieta en mi sitio cuando vi a un par de chicos bebiendo y conversando. Uno de ellos era Dominic.
—¿Cuál de los dos? —preguntó Sophie, adivinándome mis pensamientos.
—El que tiene la chaqueta negra.
Discretamente, dejé salir un suspiro de alivio.
—Cualquier de los dos son sexys —comentó Sophie para después señalar hacia a otra dirección—. Pero a mí me gusta aquél rubio.
—Yo prefiero a Kyle —dijo Amy con una sonrisa. Ella era totalmente fiel a su novio.
—¿Qué hay de ti, Meg? —Cecy me miró, arqueando una ceja—. ¿Encontraste a alguien con quién socializar ésta noche?
Hice un gesto de negación. No había venido aquí con el propósito de acostarme con un desconocido. Quería pasarla bien. Tampoco me consideraba una santa esperando a que el príncipe azul tomara mi inocencia. Había perdido la virginidad a los quince años, pero para ser sincera, no recordaba los detalles o el placer. Así de insignificante había sido.
Mi teléfono vibró bajo mis jeans y gruñí cuando leí el mensaje de mi hermana Hayley. Estaba en una fiesta con sus compañeras. Ella era tres años menos que yo y me costaba demasiado controlara. Era una adolescente rebelde y extrovertida. Esperaba que no apareciera por aquí en algún momento. Estaría en graves problemas.
Algo que yo evitaba a toda costa.
Le escribí que no llegara tarde a casa. Su toque de queda terminaba en una hora. Y siendo la mayor, tenía que hacerme responsable de ella. Lo sería también con mi hermano de trece años, pero la única preocupación que tenía con Chad era que no se desvelara jugando videojuegos.
Editado: 03.11.2020