Estaba desesperado para que el timbre de salida sonara. Había soportado la mayoría de las clases, pero la última era la que más me molestaba y eso que era el primer día. Lo único que quería era que el profesor cerrara la boca y que Jay, quien estaba a mi lado, dejara de ofrecer sus descuentos. Me parecía buena idea que estuviera promocionando su negocio, pero llegó a un punto en que acosaba a cada persona de la universidad hasta convencerlos en hacerse un tatuaje.
―Bien, esa es la dirección del local. Abierto de martes a viernes, ya sabes, los lunes los tomo como descanso ―Jay le dijo al chico que estaba detrás su asiento. Me miró sonriente y negué con la cabeza cuando anotó en sus apuntes, la cantidad de clientes que había conseguido.
―Tendrás mucho trabajo que hacer por la tarde ―comenté, ignorando por completo la explicación del profesor.
―Lo sé, pero obtendré dinero a cambio ―volvió a sonreír e hizo un intento de escribir lo que estaba en la pizarra, pero terminó haciendo garabatos en la mesa―. ¿irás al gimnasio después de clases?
―Sabes que sí ―respondí al mismo tiempo en que el timbre sonaba.
Finalmente.
Me levanté, guardando el cuaderno en la mochila y me la colgué en el hombro.
―¿Tienes prisa? ―preguntó Jay divertido, mientras se levantaba de la butaca.
―Quiero salir de aquí ―me sentía un poco extraño volver a la universidad. Tenía que hacer un esfuerzo en retomar la dedicación a los estudios porque no sería fácil.
Al momento en que caminamos por los pasillos, Jay se marchó en dirección a un grupo de tipos. Quería que todo el mundo tuviera un tatuaje hecho por él en su cuerpo. Tuve que dejarlo solo y me disolví en el caos del pasillo. Él podría irse por su cuenta.
Iba en busca de Megan cuando me topé con la persona que estuve evitando todo el puto día.
―Nos volvemos a ver, Armstrong ―Josh estaba obstruyendo mi paso y respiré profundo.
―Desgraciadamente ―dije, estando frente a él.
―¿Sabes? Pensé que jamás regresarías a la universidad ―no sabía por qué, pero cada palabra que salía de su maldita boca, me irritaba.
―Y yo pensé que no tenías cerebro, pero la vida da muchas sorpresas ―decidí terminar la innecesaria charla y lo esquivé, golpeando bruscamente su hombro con el mío.
―Como la muerte de tu madre ―lo alcancé a oír y me detuve en seco, la ira fluyendo por cada vaso sanguíneo.
Me volví hacia él y apreté las manos en puños. Mencionar eso le costaría y se retractaría cuando comenzara a golpearlo, pero sucedió algo fuera de lo común. La gigante flama que estaba a punto de estallar, fue detenida cuando vi a Megan saliendo de su salón. Tal vez se percató de la tensión entre los dos, porque me miró con cierto temor. Ignoró a Josh cuando la saludó y siguió su paso hasta llegar a mí.
―¿Nos vamos? ―se apresuró a decir al momento en que volví a mirar al idiota de Josh.
Tomé una respiración profunda y sentí la tranquilidad dentro de mí al escuchar su voz.
Asentí y me volví hacia a Megan. No iba a perder mi tiempo con él. Josh se resignó y se marchó como si nada hubiera pasado. Caminando junto a ella, salimos del edificio en dirección al estacionamiento. Una vez en el auto, me dirigí al instituto en donde Chad asistía y que según Megan, estaba cerca de aquí.
―Pensé que sus papás estaban de acuerdo ―la miré de reojo mientras conducía. Me estaba contando que sus padres no sabían absolutamente nada acerca del entrenamiento.
―Papá tiene una mente cerrada con respecto a eso ―se limitó a decir mientras mandaba un mensaje de texto. Supuse que era para su hermano.
―¿Ah, sí? No me digas que prefiere ver a su hijo golpeado ―en ese instante, recordé a mi padre.
Las veces que disfrutaba verme con el rostro bañado en sangre cuando intentaba enfrentarme a él cada vez que hería a mi madre. Apreté las manos alrededor del volante. Esperaba que el papá de Chad no fuera como el mío.
―Claro que no, es sólo que no aceptaría el hecho que su único hijo varón pidiera ayuda para defenderse ―comentó ella.
―Entiendo, ―giré el volante, transitando por la siguiente avenida― ¿Es por aquí?
Asintió y mientras avanzaba, localicé el instituto. Aparqué frente a las puertas, en donde varios estudiantes salían libremente y esperamos unos minutos. El tráfico iba en aumento, algo que me ponía sumamente ansioso. Estaba comenzando a considerar ir a buscarlo, cuando lo vi. No hubo necesidad de hacer alguna señal para que nos viera. Miró a sus costados y en poco tiempo, distinguió nuestra presencia.
―Hola a los dos ―dijo alegremente.
Megan se inclinó hacia adelante, permitiendo que Chad se pasara al asiento trasero y encendí el motor del auto.
―¿Se puede saber por qué estás tan feliz? ―preguntó Megan con la misma curiosidad que yo tenía.
―Soy famoso en el instituto, bueno, no exactamente, pero estoy comenzando a serlo ―comentó, orgulloso.
Lo miré por el espejo retrovisor.
―Necesitamos más detalles ―lo alenté a continuar.
Megan asintió, con su cuerpo volviéndose hacia a él. Chad colocó la mochila en su regazo y dejó salir un suspiro, emocionado.
―Ésta mañana, los niños de quinto año intentaron intimidarme cuando estaba con mis amigos. Comenzaron a decirme cosas como eres un hijo de puta, idiota, cabrón...
―¡Chad! ―lo regañó Megan por las malas palabras y reí brevemente mientras aceleraba por la carretera.
―Quiero suponer que hiciste algo al respecto, por lo menos haber respondido de la misma manera ―dije, sintiendo la mirada fulminante de Megan. La miré con una ligera sonrisa y volví la vista al frente.
Era lo que yo haría, un par de amenazas o incluso golpes. Desde pequeño sabía cómo solucionar ese tipo de confrontaciones y no me sorprendería si Chad lo hubiera hecho.
―Creo que me fue bien. Uno de ellos iba a golpearme pero rápidamente supe reaccionar, utilicé los brazos para bloquear su ataque y lo logré ―lo vi de nuevo y estaba sonriendo―. Estábamos en recreo y los demás comenzaron a rodearnos como si estuvieran viendo un espectáculo.
Editado: 03.11.2020