Heridas Ocultas

Capítulo 16

No tenía ganas de hacer absolutamente nada, pero a pesar de eso, tenía que estar preparado para la pelea que comenzaba en menos de cinco minutos. Ayer por la noche, estuve golpeando el saco de boxeo hasta que amaneció. Hacía pequeños descansos, pero rápidamente volvía a retomar el enojo que flameaba dentro de mí. 

En ningún momento dejé de pensar en Megan y su mirada desconcertada. Su expresión de no saber qué decir ante lo que había dicho, me frustraba demasiado. Odiaba a las personas que te miraban con lástima. Ellos no tenían ni la puta idea de lo que se sentía estar en mi lugar. Vivir los días con remordimiento no era agradable.

Saber que ella podría pertenecer a ese grupo de personas, me enfurecía. Estuve siendo precavído de no mencionar nada de mi pasado. Claramente, fallé. Dejé salir un suspiro y sujeté los costados del lavabo mientras veía mi reflejo en el espejo deteriorado. Permanecí hundido en mis pensamientos hasta que escuché la campana que daba por terminada la lucha y que avisaba mi turno.

Dando un último vistazo a mi reflejo amargado, me volví y salí del almacen. La gente caminaba entre empujones unos a otros. Odiaba los lugares concurridos, pero ya me había acostumbrado a este tipo de alboroto. Chicos de mi edad y otros mayores ocupaban gran parte del lugar. Alrededor del ring se encontraban algunos conocidos y clientes de Ernest.

La mayoría disfrutaba ver a miserables como nosotros, golpeándose como idiotas para ganar los billetes que ellos mismos apostaban. No podía replicar ante ir trás el triunfo. Era lo mejor que podía hacer, me ayudaba a amortiguar el rencor del pecho y a cubrir los gastos necesarios.

Derek y Jay me esperaban cerca del ring. Sonreían alentadoramente mientras me acercaba. Sabían que mi humor no había disminuido desde la mañana, ninguno de los dos se molestó por mi actitud callada y cortante. Me conocían muy bien como para pedir explicaciones. Cuando me portaba de esa manera, ambos sabían que no ganarían nada insistiendo ya que no solía contar mis problemas con facilidad.

Jay palmeó mi hombro desnudo y me entregó el par de guantes negros. 

―Suerte, Dom ―dijo Derek una vez que estuve listo.

Asentí como respuesta y subí al ring. No conocía el nombre de mi contricante, ni siquiera me tomé el tiempo de preguntárselo a Ernest quien era el que nos daba la información. El tipo de complexión regular, imitó mi posición y esperamos al chico que comunmente tomaba el rol de referi.

Después de que dijo las reglas que ya me sabía de memoria, la campana sonó y levanté los brazos en modo defensivo mientras calculaba sus movimientos. Luego de unos segundos de intercambiar miradas retadoras, él intentó lanzar el primer golpe pero rápidamente lo esquivé, mostrando una sonrisa burlona. No le di tiempo de protestar. El golpe que emití, se conectó a un lado de su mejilla, haciéndolo retroceder. 

Los gritos efusivos de la multitud parecían taladrarme los oídos pero me mantuve concentrado en mi oponente. Se incorporó y siguió balanceándose. Crucé un paso hacia a él y en ese pequeño desenfoque, golpeó mi mandíbula fuertemente. Maldije mentalmente, sintiendo el dolor punzante y la sangre saliendo la comisura afectada.

Al cabo de unos segundos, mi cuerpo comenzó a temblar al momento en que recordé la mirada fría de mi padre mientras agredía cruelmente a mi madre. La ira se apoderó de mis sentidos, bloqueando cualquier pensamiento. 

Mis hombros se tensaron y arremetí contra él una y otra vez sin parar. Golpeé su rostro con ambos puños repetidamente. Quería verlo a morir frente a mí. Lo escuchaba protestar, pero no me detuve. Él tampoco era tan débil como esperaba, me devolvía los golpes con precisión. Algo que aumentaba mi impotencia.

Durante los próximos minutos, nos atacamos el uno al otro, sin dar señales de ser el perdedor. Podía sentir las miradas entretenidas de los demás. Un maldito espectáculo del que estaba acostumbrado. Lograba escuchar mi propia respiración agitada. Di un par de pasos hacia atrás, intentando reunir oxígeno suficiente para enfrentarlo de nuevo. 

De repente, miré sobre su hombro que subía y bajaba con pesadez, e inmediatemente pude sentir cada músculo de mi cuerpo relajarse. Megan se encontraba en una de las mesas que estaba cerca del bar que ahora estaba lleno de personas. Parpadeé, pensando que sería mi imaginación. Pero no. Sus ojos verdes me observaban con atención. 

Aparté la vista, sintiéndome confundido y lancé un fuerte golpe a un costado de las costillas. El tipo se dobló y tomé ese tiempo para volver a mirarla. No esperaba encontrarla aquí, no después de lo de anoche. No podía verla completamente ya que había otros idiotas obstruyendo mi visión, pero lo que no pude pasar por desapercibido, fue a Josh. El muy bastardo estaba a su lado, posiblemente molestándola.

El ruido de la gente me trajo de vuelta al ring. Saber que él estaba cerca de Megan, me ponía aún más furioso. Me sentía desesperado. Quería terminar la pelea y dirigirme a ella sin importarme lo que pensara de mí. Seguí encarando a mi contrincante, pero no podía dejar de mirar a esa dirección a cada segundo.

Me tensé cuando alcancé a ver que el maldito de Josh le sonreía mientras le decía algo que me frustraba no saber. Sabía que estaba haciendo alguno de sus intentos para empezar una conversación. Pero más que nada, estaba consciente que lo hacía por el simple hecho de que ella se relacionaba conmigo de alguna forma. Sin embargo, Megan negaba con la cabeza y lo ignoraba sútilmente.

Me sentí tranquilo por un momento al darme cuenta que no se veía interesada en él. Me relajé un poco y continué golpeando al individuo que estaba frente a mí sin perderla de vista. 

No fue hasta que vi a Megan fruncir el ceño mientras Josh la examinaba de arriba a abajo con una sonrisa perversa. Eso bastó para que perdiera los estribos. No podía seguir estando aquí sin hacer nada, permitiendo que la hiciera sentir incómoda. Por ningún jodido motivo. 



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En el texto hay: romance, accion, amor

Editado: 03.11.2020

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