Estaba sumido en mis pensamientos mientras esperaba a Megan en los pasillos. Me sentía ansioso e indeciso. Todavía guardaba la tarjeta del hombre que se presentó de repente en el gimnasio. Habían pasado dos días desde entonces y aún no he tenido contacto con él. No sabía si realmente hacerlo. Quería resolver los problemas por mi cuenta, pero Jay decía que era mejor recurrir con alguien que tuviera experiencia, es decir, con el agente Craig. Derek se limitó a decir que hiciera lo que fuera conveniente, ya que él seguiría apoyándome.
—¿En qué piensas? —instantáneamente reconocí esa voz dulce.
Hice a un lado cualquier preocupación para concentrarme en Megan. Sacudí la cabeza, restándole importancia y sonrió. Diablos, no podía ignorar lo bien que se veía. Tal vez ella no se daba cuenta, pero su blusa holgada e insignificante solamente me tentaba a explorar lo que había debajo. Demonios, podía imaginar mis dedos recorriendo cada parte de su piel mientras la besaba hasta el cansancio.
En ese momento, supe que la deseaba más que encontrar a mi padre. Eso pasaba cuando la tenía cerca. Pensaba desde las cosas más cursis a las más perversas; como llevarla a la pared y tomarla en medio de los pasillos, por ejemplo.
—¿Qué tal tu clase? —pregunté, aclarándome la garganta antes de perder el control de mis sentidos.
—Aburrida como todas las anteriores.
Comenzamos a caminar entre los demás y la tomé de la mano, asegurándola a mi lado.
—¿La chica inteligente odia sus asignaturas? —me burlé mientras llegábamos a la salida.
—Algo así —rió, encogiéndose de hombros.
Sentí la misma sensación hormigueante en el pecho cada vez que escuchaba su risa.
En el estacionamiento, localicé a Jay hablando con Sophie, Amy y Cecy, quienes se despidieron desde lejos cuando nos vieron. Subimos al auto y me habló sobre la tediosa presentación que tenía que exponer el día de mañana, a lo que me ofrecí en ayudarle.
A los pocos minutos llegamos al instituto y esperamos unos momentos para que Chad subiera al auto.
—¿Cómo te fue hoy? —preguntó Megan una vez que empecé a conducir.
—Bien, supongo —contestó con amargura.
Intercambié una mirada con Megan y luego lo miré por el restrovisor. Por la expresión de su rostro, supe que estaba desanimado.
—¿Estás bien? —dije, sonando un tanto exigente.
—Sí. Es sólo que la próxima semana empezaré con los exámenes. Así que no podré entrenar por las tardes.
—¿Eso es lo que te tiene inquieto? —cuestionó Megan volviendo su cuerpo hacia a él.
Lo miré de nuevo y asintió. Fruncí el ceño, pensando en alguna solución.
—No tienes por qué sentirte así, Chad. Además, creo que tengo un pequeño saco de boxeo debajo del asiento —lo vi inclinarse y empezó a buscarlo. Lo encontró y lo sujetó en sus manos—. Puedes quédartelo y usarlo en tus horas libres.
—¿De verdad? Gracias, Dominic —me sentí papá noel cuando noté la felicidad en su voz.
—De nada. Retomaremos el entrenamiento cuando termine la etapa de exámenes, y espero que obtengas buenas notas, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —lo escuché decir complácido por lo que le había dado.
Miré a Megan y ella me sonrió con cariño. Le devolví la sonrisa y seguí acelerando.
Ésta vez, en vez de ir al gimnasio, fuimos a comer. Chad aprovechó la ocasión para contarnos sobre la chica de quinto año que comenzaba a gustarle. No pude evitar reír cuando contó lo que hizo para llamar su atención. Dijo que tartamudeó cuando le habló y que salió huyendo después de eso. Cuando menos pensé, ya estaba haciendo preguntas sobre la relación que estaba teniendo con su hermana. Hizo preguntas incómodas y tuve que cambiar el tema inmediatamente antes de que el rostro de Megan se pusiera más rojo que una cereza.
Las horas pasaron hasta que lo llevé a casa. Dejé a Megan a su departamento y volví al mío. Hice algunas cosas, como cambiar el aceite del motor del auto y arreglar unos cuantos cables dañados. Derek llamó, preguntando por qué no había aparecido en el gimnasio. Casi nunca estaba ausente, pero cuando le dije que estaría ocupado por el resto del día, se calmó. Al terminar, me duché y pagué los gastos de la casa con el dinero que tenía ahorrado de las peleas. Comenzaba a escasear, por lo que tenía que luchar de nuevo. Probablemente lo haría este fin de semana.
Por la noche, fui al departamento de Megan. Conversé un poco con Amy, quien estaba con ella cuando llegué. Media hora después, se despidió cuando Kyle apareció en la puerta. Verlo se me revolvió el estómago, era amigo de Josh, y eso era más que suficiente para caerme mal.
Megan y yo dejamos la sala y entramos a su habitación. Era sencilla y con un toque femenino en las paredes. Había cuadros de decorativos y algunos libros en la comoda.
—Bien, esto no lo entiendo —dijo, haciendo una mueca.
Le quité el libro de texto que sostenía y le eché un vistazo.
—Supongo que la Botánica es más compleja de lo que pensaba —me rendí, devolviéndole el libro.
Rodó los ojos y abrió la portátil. Comenzó a teclear y me dispuse a observarla. Una ligera arruga se formó entre sus cejas mientras leía lo que había en la pantalla. Estaba en la cama con la espalda en el respaldo, las piernas estiradas y con la portátil en su regazo. Yo me encontraba sentado a un lado de ella y había echo un arco con el brazo por encima de sus rodillas. Llevaba shorts a la altura del muslo y una camiseta un poco más grande que su talla. Lucía cómoda y hermosa.
—Según lo que dice en esta página, la combinación de plantas se lleva a cabo por medio de reacciones naturales y se generan entre lapsos distintos. Sin embargo, existen procedimientos que aceleran las transformaciones como... —continuó hablando pero dejé de poner atención cuando mis ojos se enfocaron en sus labios. Se veían jodidamente y condenadamente irresistibles. Era un deleite mirarlos mientras se movían. Maldita sea, estaba comenzando a fantasear con ellos.
Editado: 03.11.2020