Heridas Ocultas

Capítulo 23

MEGAN

Mis amigas no paraban de hablar mientras yo seguía conduciendo en dirección al departamento. Después de haber pasado horas en diferentes tiendas de ropa, finalmente terminamos el recorrido. Todo iba bien. Hasta que recibí una llamada de Derek. Al principio pensé que había confundido mi número con el de Cecy. Me tomó por sorpresa cuando mencionó que me necesitaba en el gimnasio. Por un segundo quedé confundida, pero luego explicó que Dominic estaba incontrolable. Me pareció extraño porque había hablado con él hace un rato. Pero aún así, le aseguré que estaría ahí en un par de minutos.

—Ten cuidado —dijo Amy, quien fue la última en bajar del auto. Cerró la puerta y junto con mis otras dos amigas, entraron al departamento. 

Con las manos sudando, me dirigí al gimnasio. Una vez allí, encontré a Derek caminando hacia a mí. La preocupación aumentó cuando noté la desesperación en su mirada. 

—Gracias por venir —su voz era cautelosa y suave. Nada comparado con la voz firme y segura que usaba la mayor parte del tiempo.

—¿Dónde está Dominic? —miré hacia al bar y el ring antes de volverme hacia a él.

—En uno de los almacenes del fondo —se restregó la cara y suspiró—. Está teniendo una crisis nerviosa.

—¿Qué dices? —fruncí el ceño y me tensé. 

Sin esperar su respuesta, lo esquivé y caminé aceleradamente por el largo pasillo que llevaba a los cuartos de entrenamiento. Por ahora, mi mente estaba en blanco y lo único que podía pensar era que estuviera bien. 

Escuché los pasos de Derek detrás de mí, pero apresuré el mío cuando vi a Jay al final del lugar. Estaba a un lado de la puerta y se apartó de la pared cuando me acerqué con determinación.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Comenzó a ponerse histérico, nos aventó literalmente al pasillo y  —miró la puerta con frustración—, se encerró allá dentro.

—¿Cómo pudieron dejarlo solo? —sacudí la cabeza con indignación y moví la perilla de la puerta para darme cuenta que estaba cerrada. 

Toqué la puerta y lo llamé, pero un ruido métalico y sus gruñidos enfurecidos impidieron que me escuchara. Pecibí el estruendo de golpes contra los casilleros y pude imaginar sus puños golpeando cada uno de ellos. Me irritaba saber que estaba haciéndose daño. 

—¿Qué pasó para que se pusiera así? 

—No lo sé —dijo Jay—. Derek y yo lo estábamos esperando en el bar y cuando regresamos al almacen, lo encontramos con la mirada perdida.

—Ahora que recuerdo, Josh salió del pasillo minutos antes que nosotros fuéramos por Dominic —comentó Derek con cierto aire de sospecha. Cerró los ojos por un instante y gruñó—. Maldito hijo de puta. Tal vez le dijo algo que lo alterara.

Era lo más probable. Josh siempre tomaba la oportunidad de criticarlo cuando lo veía. No entendía que tenía contra él.

Suspiré y volví a tocar la puerta un poco más fuerte.

—¡Déjenme en paz! —gritó con la voz distorsionada.

Me sentía impotente por no poder hacer algo al respecto. Dominic necesitaba saber que no debía sentirse solo, pero tenía la certeza que su ira no lo dejaba reconocer lo agobiados que estábamos.

—Voy a buscar a ese idiota —escuché decir a Derek.

—Iré contigo —me volví hacia Jay, quien comenzó a seguirlo.

—No pueden irse. Dominic es su amigo, deberían estar aquí para él —me parecía injusto que eligieran alejarse cuando estaba en malas condiciones.

Ambos me miraron sobre su hombro y Jay lo consideró, pero luego Derek habló:

—Lo conozco y sé que no nos necesita. No hay nada que podamos hacer por ahora más que ir a partirle la cara ese engreído de mierda. Además, fue por eso que te llamé. Si se entera que estás aquí, se tranquilizará un poco. Tu presencia influye positivamente en su manera de actuar.

Y así, se marcharon. Medité su argumento y no pude evitar sentir un aleteo en el estómago. El mismo que sentí cuando Dominic me dijo por teléfono que me quería. Fueron una simples palabras. Sin embargo, tuvieron una reacción indescriptible en mi pecho. Sabía que era difícil para él expresar sus sentimientos. Pero las semanas que llevábamos saliendo, había progresado. Y no iba a dejar que volviera ser aquél Dominic distante y limitado que conocí por primera vez.

Esperé pacientemente mientras seguía escuchando la manera que descargaba su impotencia dentro del almacen. Pasaron un par de minutos y luego hubo un silencio. Me puse alerta y me estremecí, temiendo que hubiera hecho una locura.

—¿Dominic? Abre la puerta, por favor —no escuché respuesta y forcejé con la perilla como si mi vida dependiera de ello.

Me invadió el pánico y comencé a tener problemas para respirar. Recé que no estuviera herido o insconsciente. Cuando supe que nunca iba a poder entrar, decidí ir por ayuda. 

—¿Megan? —alcancé a oír desde el otro lado y mi corazón se detuvo aliviado.

—Soy yo —pasé saliva y con la yema de los dedos, acaricié la puerta—. Necesito verte.

El nerviosismo se amplificó conforme pasaron los segundos. Quería escuchar su voz de nuevo para asegurarme que no se hizo daño. Después de unos momentos que me parecieron eternos, sonó el clic de la puerta. No sabía cómo iba a encontrarlo y pedí mentalmente que no me alejara como lo había hecho con Derek y Jay.

Deslizando las manos por mi vestido de verano, empujé la puerta lentamente. Entendería que no quisiera hablar. Únicamente deseaba estar a su lado. Podría remediar su actitud aunque fuera por un instante. 

Una vez que estuve dentro del almacen, cerré la puerta detrás de mí. Traté de ignorar la tristeza cuando lo vi, pero sabía que se reflejaba en mi mirada. Estaba sentado en la banca del centro con la vista al suelo. Su postura vulnerable me recordó al día que estuvo en la sala de mi departamento, y me dolió profundamente. Odiaba que estuviera así. Tenía los hombros rígidos y su respiración mostraba el agotamiento de su resistencia.



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En el texto hay: romance, accion, amor

Editado: 03.11.2020

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