Avancé por el pasillo, tratando de llegar a la última clase. Jay caminaba a mi lado. Ambos en silencio. Después de despedirme de Megan, estuve bastante inquieto. No era sólo por el hecho que no la vería hasta mañana sino porque necesitaba encontrar a Daniel. Debíamos tener diferentes horarios ya que no lo había visto desde lo sucedido en la cafetería. Solamente me encontré con Josh en los baños y por alguna rara razón, quise meter su rostro en el inodoro cuando habló con sus amigos sobre cómo había humillado al chico nuevo.
—Bingo. —Jay señaló a Daniel con la barbilla una vez que entramos al aula.
Era realmente extraño desde cualquier punto. Tenía el cabello castaño repleto de gel y perfectamente alineado. Jamás pensé que existía ese tipo de peinado. Estaba sentado en una de las primeras filas de la sala con la cabeza cabizbaja. Fruncí el ceño cuando lo vi escribiendo en el cuaderno de apuntes. Qué diablos. Aún no llegaba el profesor como para empezar la clase. Y era probable que no vendría. Había escuchado que tendríamos la hora libre. Así que tenía que aprovechar la ocasión.
Me acerqué y me senté a su lado, dejando caer la mochila ruidosamente en la mesa. Jay tomó asiento a su izquierda y el chico se estremeció un poco. Levantó la vista con precaución y luego nos miró a través de sus gafas.
—Uh,...¿Hola?
—¿Qué tal estás llevando tu primer día en ésta universidad? —Habló Jay con una sonrisa.
—B-bien, gracias por preguntar.
Jay asintió y me miró, alentándome a seguir con la conversación. Respiré hondo y posé los brazos encima de la mochila.
—Así que, ¿por qué razón te mudaste a Crawford?
No tenía la intención de intimidarlo, pero parecía que él se sentía de esa manera porque observó los tatuajes como si fuera el anticristo.
—Uh...bueno, en realidad mi madre tomó esa decisión. —Pasó saliva y se sobresaltó cuando Jay le quitó el cuaderno de apuntes.
—Vaya, dibujas bien. Aunque no tanto como yo.
Rodeé los ojos y lo ignoré, inclinándome hacia el chico. No podía soportar la duda.
—¿Qué hay de tu padrastro? —Su cuerpo se tensó y se quedó en silencio por unos minutos. Comencé a mover la rodilla, buscando paciencia—. Estoy esperando una respuesta.
En eso, un compañero avisó que el profesor había confirmado su ausencia y en cuestión de segundos, los demás salieron despavoridos del aula. Excepto nosotros. Tal vez Daniel se hubiera marchado si no estuviera atrapado entre Jay y yo. Básicamente no tenía salida; a menos que intentara agredirnos o algo parecido, pero notando su comportamiento frágil como un cordero, sabía que no lo haría.
Jay se apartó un poco, admirando lo que sea que estaba viendo en su cuaderno. Volví mi atención a Daniel y suspiré, mostrando mi frustración. Eso lo obligó a responder.
—¿Por qué quieres saber de Irwin? —dijo casi en un susurro mientras golpeaba nerviosamente el bolígrafo contra la butaca.
—Estoy seguro que sabes en lo que está metido, ¿no es cierto?
—Lo sé, pero yo...
—Te daré un ejemplo. —Le arrebaté el bolígrafo de los dedos y lo puse a su altura—. Supongamos que éste es él —Hice una pausa antes de romperlo por la mitad. El crujido se escuchó en medio del silencio—. Y esto es lo que le va a suceder cuando lo vea, ¿entiendes lo que quiero decir?
Asintió temerosamente y luego frunció el ceño.
—Ese era mi bolígrafo favorito —murmuró con decepción.
Mi serenidad explotó. Aventé los restos al suelo y me puse de pie, furioso. Jay apartó la vista del cuaderno y me miró.
—¡Necesito saber con exactitud en dónde diablos vive mi padre y por qué regresó! —exclamé, golpeando la mesa con los puños.
Los ojos castaños de Daniel se abrieron con sorpresa detrás de sus gafas, asimilando el posible parecido que tenía con él. Me sentía desesperado. Tener que recurrir a esto para obtener información que no quería dar, era patético e innecesario.
—Creo que es hora de irnos. —Jay se aclaró la garganta y le devolvió el estúpido libro. Cogí la mochila de mala gana y me tomó del hombro, haciéndome retroceder.
—Nuestra conversación no ha terminado, ¿me escuchaste? —Le advertí, señalándolo con el dedo.
—Nos vemos luego, Dorian —dijo Jay, empujándome a la puerta.
—Es Daniel —aclaró antes de salir a los pasillos.
Nuestros pasos resonaron en el suelo mientras nos dirigíamos al estacionamiento. Permanecí callado hasta que entré al auto.
—Maldita sea. Fue inútil hablar con él. —Me sacudí el cabello, sintiendo la sangre hirviendo y empecé a conducir.
—Perdiste la paciencia como había pensado. —Lo miré de reojo. ¿Ahora era mi culpa?—. Dominic, necesitas controlar tu ira. Sé que es difícil hacer cuando se trata de tu padre pero Daniel no te dirá nada si lo presionas. Debes empezar poco a poco.
—Poco a poco, ¿en serio? A ese ritmo no lograré nada.
Suspiró, dándose cuenta que no seré amable. Al menos no como una persona normal y cuerda. No siguió insistiendo, lo que me hizo meditar el hecho que sus motivos podrían ser lo más viables, aunque tenía la certeza de no tolerar el comportamiento discreto de Daniel.
—¿No vendrás está noche? —preguntó Jay una vez bajó del auto.
—No creo. Dile a Derek que los veré mañana.
Asintió y cerró la puerta para después entrar al gimnasio. Aceleré y acudí directamente a la oficina del agente. Tenía un asunto que hablar con él. Me recibió profesionalmente con un apretón de manos y forcé una sonrisa.
—¿Por qué no me dijo que conocía a mi madre? —exigí cuando terminó una llamada.
Quedó desprevenido. Noté una pizca de incomodidad y culpa en su mirada.
—No lo creí necesario.
—Para mí era necesario. Ahora entiendo su interés por encontrar a mi padre.
—Dominic, no es sólo eso. Es mi trabajo arreglar tu caso.
Me crucé de brazos y arqueé las cejas. —Sí, claro.
Editado: 03.11.2020