Heridas Ocultas

Capítulo 31

Aún desvanecido, lograba sentir el dolor detrás de mi cabeza. El entumecimiento abarcaba desde la nuca hasta la espalda. No podía recordar con claridad lo que sucedió después de que el maldito de Josh me golpeara. Solo recuerdo que fui trasladado a una furgoneta como si fuera basura.

Mi cuerpo inconsciente se sentía ligero y por más que intentaba incorporarme, no podía. Ni siquiera saber que mi padre me había encontrado primero me dio las fuerzas para despertar. El tiempo que transcurrió me pareció eterno. Pero estaba seguro que habían pasado solamente unos cuantos minutos.

Lo primero que vi cuando abrí los ojos, fue la mirada inexpresiva de mi padre detrás de un escritorio de madera oscura. Fue fácil predecir que me encontraba en su propiedad. Debían ser más de la una de la madrugada al ver que las luces de las lámparas que adornaban los rincones estaban encendidas. El ambiente a pino y puros se apreciaba alrededor de la oficina. Tenía un decorado rústico y elaborado.

Pero no fue eso lo que me enfermó.

Estar sentado frente a la persona que me arrebató a mi madre me llenó de odio y rencor. Respirar el mismo aire que él, me hizo ver que había esperado este momento por años. Su aspecto era un poco distinto. Era robusto como siempre. El poco cabello que le quedaba y la barba canosa que cubría su barbilla lo hacía lucir viejo.

—Te ves un poco ansioso, Dominic. —El bastardo de Irwin sonrió mientras se apoyaba contra el respaldo de su silla. Era una sonrisa burlona y carente de humor—. ¿Te encuentras bien?

La bilis fluyó por mi pecho hasta propagarse a lo largo de mi garganta. Me incliné hacia adelante con el propósito de ponerme de pie y agredirlo. Pero antes de que pudiera pensar en ello, dos manos aparecieron a cada lado de mis hombros, obligándome bruscamente a retroceder.

Cerré los ojos, tratando de contenerme. Respiré profundamente y le lancé una mirada de advertencia a uno de sus hombres. Me importaba una mierda si estaba armado, odiaba cuando me impedían hacer algo.

Lo peor de todo es que Josh estaba mi lado, con su mirada perdida y desubicada. Me pregunté desde cuándo había estado trabajando para mi padre. Debió ser hace poco porque antes no lo había visto tan drogado como ahora. Pero el simple hecho que estuviera involucrado en esto me repugnaba.

—Debo admitir que cambiaste demasiado. —La sólida voz de mi padre trajo de nuevo mi atención hacia a él—. Jamás pensé que mi tímido y débil hijo se convertiría en un hombre fuerte e impulsivo.

—Y yo jamás pensé que necesitarías a dos idiotas para protegerte.

—Soy un hombre poderoso ahora. —Se jactó—. Mi bienestar es importante y de ello depende que los negocios sigan funcionando.

—Te refieres al negocios de las drogas —aclaré.

—Exacto. —Asintió con una sonrisa—. Las cosas son mucho más fáciles trabajando de esa manera.

—Bien por ti —dije con amargura.

Me observó en silencio por unos momentos. Su rostro se veía demacrado e intimidante. Pero había algo que no había cambiado; su mirada autoritaria y demandante. Sus ojos grises era algo que había heredado de él. Sería imposible considerar que no era nada mío.

—¿Qué has hecho durante todo este tiempo, Dominic? Josh me ha puesto al tanto de algunas cosas. —Lo miró de reojo—. Pero me gustaría escucharlo de tus propias palabras.

—Lo que haya hecho no es de tu incumbencia. —Lo miré desafiante—. Así que deja de aparentar que estás interesado en mi vida porque sabes jodidamente bien que nunca lo estuviste.

Se levantó de su elegante silla y lo seguí con la mirada.

—Al parecer tratar de ser amable contigo no es suficiente. —Llevó su vista por encima de mí—. Déjenos solos.

Ni siquiera me inmuté a girarme cuando Josh y su compañero se marcharon. Tenía mis sentidos concentrados en la detestable persona que me miraba con el mismo desprecio que yo sentía.

La puerta hizo clic al cerrarse detrás de mí y el aire se sintió más espeso que antes. Quería asfixiarlo con la delgada cadena de oro que colgaba de su cuello hasta que su piel se desgarrara, quería romper cada uno de sus huesos y torturarlo hasta que se quedara sin aliento.

Sin embargo, me quedé pausado, abrumado y bloqueado mientras mi mente transmitía el daño y el sufrimiento que tanto mi madre como yo habíamos experimentado. El miedo que se esparcía en cada poro de mi cuerpo cuando se acercaba, era algo que aún no podía superar.

—Conozco esa mirada. —Se cruzó de brazos y una de sus comisuras se elevó—. Estás furioso. Recuerdo que siempre me veías así cuando tu madre lloraba en el suelo.

Me quedé callado, apretando los puños cerrados a mis costados y reuniendo el coraje que se había acumulado en mi interior.

—Quieres golpearme, ¿no es así? —Miró mis manos por un instante antes de sacudir la cabeza—. Será en vano, Dominic. Al momento en que intentes agredirme, mis hombres entrarán. Y créeme, hay una persona en especial que le agradaría la idea de dejarte inconsciente de nuevo.

Quería correr el riesgo, podría encargarme de Josh ahora que estaba prevenido pero luego localicé un retrato girado hacía a mí en el escritorio. Irwin estaba con su actual esposa. Tenía un brazo alrededor de su hombro posesivamente, manteniendo una mirada seria y fría.

Ella, en cambio, se parecía a mi madre. Eran similares físicamente. Desde su cabello cobrizo corto hasta la manera sumisa en que su cuerpo se inclinaba hacia a él. Pero hubo algo más que me hizo reflexionar. La sonrisa de la mujer era casi forzada, como si estuviera convenciéndose que era feliz frente a la cámara.

Había visto esa sonrisa en el rostro de mi madre cuando estaba acompañada de mi padre con otras personas. Era un sonrisa falsa, que ocultaba el temor y la desesperación. No me sorprendería que la mamá de Daniel estuviera bajo su control.

—Es linda, ¿verdad? —dijo cuando se dio cuenta que estaba mirando la fotografía—. Pero no se compara con lo hermosa que era Jocelyn.



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En el texto hay: romance, accion, amor

Editado: 03.11.2020

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