Dominic nunca había planeado su futuro. Sus pensamientos siempre se centraron en una sola persona que ahora, ya no era un inconveniente. Sin embargo, sabía que tenía mucho por recorrer. Que su padre estuviera pagando su merecido, no significaba que Dominic iba a olvidar cada momento que vivió a su lado. Sería complicado borrar el odio. Cada recuerdo abrumador siempre estaría marcado en su memoria. Y lidiar con el dolor de haber perdido a su madre, parecía quedarse en lo más profundo de su corazón.
Soltando un suspiro, Dominic dejó de observar el techo para mirar a la persona que yacía a su lado, en su cama. El rostro de Megan estaba sereno mientras dormía. El cabello que caía de sus hombros estaba desordenado y un largo mechón castaño estaba cruzado entre sus ojos. Dominic alejó el brazo que tenía en alrededor de su cintura solo para apartar el mechón de su rostro. Megan murmuró algo por lo bajó y se movió, acurrucándose en el pecho desnudo de su Tierno Luchador, como ella lo consideraba.
Dominic sonrió, fascinado por la sensación de tenerla abrazada junto a él. Gracias a ella, podía encontrarle sentido a cada uno de sus días.
Desde que Dominic salió hace cuatro meses del hospital, habían pasado varias noches juntos. No relativamente sexual. Se besaban entre caricias y susurros, pero nada más. Dominic ansiaba por sentirla y saborearla, pero se recordó que era brusco y controlador en el sexo. Además, el respeto y el amor que sentía por ella fue otra pauta para que tomara las cosas con calma.
Había algo más en ellos que sólo atracción. Era la compañía y la certeza que cada uno ofrecía incondicionalmente, el descubrimiento que se pertenecían con o sin defectos. Ambos decidieron seguir adelante apesar de los acontecimientos abrumadores que perseguían a Dominic.
Al principio dudó de su propia fuerza de voluntad. Decía que no estaba preparado de enterrar los recuerdos de su pasado. De hecho, hubo ocasiones que tuvo crisis nerviosas, en donde se encerraba en su departamento y no dejaba que nadie lo mirara. Se gritaba a sí mismo que aún era el responsable de lo mierda que había sido su vida todo estos años.
Para Megan, Derek, Jay, incluso el agente Craig, fue difícil verlo desesperado por algo que parecía haberse solucionado. Por un momento, ella había perdido la esperanza. Pensó que Dominic no lograría superar la situación de haber estado presente cuando su madre era humillada, golpeada e insultada. Se le rompía el corazón cuando lo veía deprimido o cuando se portaba cortante. Ella sabía que su comportamiento era una muralla para no contar sus tormentos.
Pero Megan fue paciente.
Lo había sido desde que lo conoció y ahora que había entrado en su vida, no se alejaría. Sabía que sólo era una etapa que puso a prueba su amor por él y viceversa. Atravesar por esa niebla que parecía no tener fin, fue frustrante para los dos. Aunque irónicamente, fue algo que los unió aún más. Dominic se refugiaba en la dulzura y tranquilidad de Megan, y ella lo recibía con los brazos abiertos. Era algo admirable desde la respectiva de los demás.
Derek aún le parecía un poco desconcertante ver que su mejor amigo, que siempre había sido reservado y duro consigo mismo, se había mostrado un poco más confiado con respecto a sus sentimientos. Siempre lo había visto como un hermano menor. Aún tenía grabado en su mente la manera en que se cerraba en sus propios problemas, sin darle la oportunidad de ayudarlo. Afortunadamente se ganó su confianza con los años. Su amistad junto con la de Jay, lo confortaron un poco de su agonía emocional.
Y todavía a estas alturas, Dominic se cuestionaba por qué Derek no se había burlado de él al confesarle de la violencia que experimentaba en casa cuando era adolescente. En lugar de humillarlo por su debilidad, lo protegió, enseñándole a desprenderse de la ira en el ring. Pelear no era un remedio muy sano, pero sí era suficiente para que se sintiera liberado.
El teléfono de Dominic sonó desde la mesita de noche y se separó un poco de Megan para tomarlo. Era un mensaje de Derek, recordándole que tenían entrenamiento en una hora en el gimnasio. Dominic suspiró y cuando miró el pequeño cuerpo que estaba en sus brazos, se encontró con un par de ojos verdes entreabiertos y soñolientos
—Buenos días, nena. —Retiró suavemente ese mechón rebelde que se interponía en su rostro—. ¿Te desperté?
Ella negó la cabeza mientras esbozaba una sonrisa. Le encantaba cuando él se portaba atento y delicado. Todo en él la atraía como un imán en medio de un campo magnético.
—Tengo que irme en un hora al gimnasio. ¿Quieres acompañarme o...?
—Lo siento. Tengo reunión de estudio a las diez —respondió Megan, tallándose los ojos.
—¿Reunión de estudio los sábados? —preguntó Dominic, arqueando las cejas.
—Sí. La tesis que nos encargaron es extensa y complicada. —Disimuló un bostezo y se sentó de rodillas. Miró a Dominic, quien parecía querer entender su dedicación por las clases. Luego de que él asintiera, notó una inquietud en sus ojos que le permitió a Megan acordarse de algo importante—. Tuviste pesadillas de nuevo, ¿verdad?
La piel tatuada de Dominic se estremeció bajo la mano que Megan tenía apoyada en su pecho. Ella recordó como su cuerpo se había estremecido durante la noche mientras suplicaba entre murmullos no ser lastimado. Megan se sintió triste e impotente. Se limitó a susurrarle al oído que ella estaba a su lado y que su padre ya no haría nada para que pudiera hacerle más daño.
—Trato de no tenerlas, Megan. —Dominic desvió la vista a la pared—. Pero las mayorías de las noches simplemente no puedo evitarlo. Las pesadillas siempre aparecen.
—¿Le has dicho al psicólogo sobre eso?
—Sí. Dijo que es una reacción normal y necesaria, que los traumas serán imposible de eliminarlas pero... —Cerró los ojos y se sobó la frente como signo de frustración—, no lo sé. Las sesiones cada vez se hacen más difíciles. Contarle mi pasado con detalles es... demasiado. No sé si pueda seguir con las terapias.
Editado: 03.11.2020