Heridas Profundas

Capítulo 3

Sofía caminaba por las calles, abrazándose a sí misma en un intento desesperado por mantener el calor. La noche era fría y oscura, y ella se sentía más sola que nunca.

Apenas unas horas antes, su mundo perfecto se había derrumbado en pedazos. Andrés, el hombre al que amaba con todo su ser, la había expulsado de su vida sin darle siquiera la oportunidad de explicarse. Y ahora, se encontraba sola, sin un techo sobre su cabeza y sin saber a dónde ir.

Recordó la mirada furiosa en los ojos de Andrés, la forma en que la había señalado acusadoramente, gritándole que era una traidora. Y luego, el sonido ensordecedor del portazo que la había dejado sola, sin nada más que la ropa que llevaba puesta y una sensación de vacío que le oprimía el pecho.

Sofía se detuvo en medio de la calle, sintiendo que las lágrimas se agolpaban en sus ojos. ¿Cómo iba a sobrevivir a esto? Acababa de perder todo lo que le importaba: su hogar, su amor, su futuro. Estaba sola, sin nadie a quien acudir, sin un lugar donde refugiarse.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo y supo que no podía quedarse allí. Tenía que encontrar un lugar donde pasar la noche, aunque fuera un rincón oscuro y frío. No podía permitirse el lujo de derrumbarse ahora, no cuando necesitaba toda su fuerza para enfrentar lo que se avecinaba.

Sofía se secó las lágrimas con el dorso de la mano y echó a andar de nuevo, con la cabeza gacha y los hombros caídos. Cada paso que daba le parecía una agonía, como si estuviera cargando con el peso del mundo sobre sus hombros.

Mientras caminaba, su mente no dejaba de darle vueltas a todo lo ocurrido. ¿Cómo había pasado todo esto? ¿Cómo Andrés había podido creer que ella lo había traicionado? Recordó el video que él le había mostrado, esa imagen borrosa que parecía mostrarla con otro hombre. Pero ella sabía que era una mentira, una trampa cruel urdida por alguien que quería destruir su felicidad.

Sofía se detuvo frente a un callejón oscuro y se adentró en él, buscando un lugar donde poder pasar la noche. Encontró un rincón oculto, lejos de las miradas curiosas, y se acurrucó allí, abrazándose a sí misma para tratar de mantener el calor.

Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos, y esta vez no pudo contenerlas. Sofía lloró en silencio, su cuerpo sacudido por los sollozos, mientras se preguntaba cómo había llegado a este punto.

¿Cómo iba a sobrevivir a esto? ¿Cómo iba a recuperar a Andrés y probar su inocencia, si él se había negado a escucharla? El miedo y la incertidumbre la atenazaban, y Sofía se sentía más sola y desamparada que nunca.

Pero, a pesar de todo, una pequeña llama de esperanza seguía ardiendo en su interior. Tenía que encontrar la fuerza para seguir adelante, para luchar por recuperar lo que más amaba en el mundo. Costara lo que costara, no iba a dejar que ese amor se desvaneciera sin dar pelea.

Con ese pensamiento en mente, Sofía se acurrucó en el rincón, tratando de encontrar un poco de descanso en medio de la oscuridad. Sabía que el camino sería arduo y lleno de obstáculos, pero no importaba. Ella estaba dispuesta a arriesgarlo todo por recuperar a Andrés y probar su inocencia.




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