Heridas Profundas

Capítulo 16

Sofía salió de su casa con una mezcla de emoción y ansiedad. Era un día soleado y la brisa suave acariciaba su rostro. Sin embargo, en su mente, el eco de las palabras de su amiga resonaba: "Cuida de tus hijos, Sofía". No podía imaginar que ese día cambiaría su vida para siempre.

Al entrar en su carro, se colocó el cinturón de seguridad, un gesto automático que había repetido miles de veces. Sus manos se posaron sobre su barriga, protegiendo a sus gemelos que ya estaban a punto de llegar. La conexión con ellos era fuerte, y su instinto maternal la impulsaba a cuidar de cada detalle.

Mientras conducía, su mente divagaba entre los preparativos para la llegada de los bebés y los planes que había hecho con Andrés. La felicidad de ser madre por primera vez la llenaba de alegría, pero también de miedo. ¿Estaría todo bien?

De repente, su teléfono sonó. Era Lucía, su amiga de toda la vida. "Lucia, tengo que decirte algo... Alguien me está siguiendo porfavorcuida de mis hijos si m llega a pasar algo", la voz de Lucía temblaba al otro lado de la línea. Sofía sintió un escalofrío recorrer su espalda. "¿Estás bien?", preguntó, pero el sonido del claxon de otro coche la sacó de su preocupación.

En un instante, todo se volvió confuso. Un coche se cruzó en su camino y, sin tiempo para reaccionar, el impacto fue brutal. Sofía, en un acto instintivo, se abrazó la barriga con fuerza, como si pudiera proteger a sus hijos de la inminente tragedia.

La oscuridad la envolvió. Cuando despertó, estaba en una sala de emergencias, rodeada de luces brillantes y voces que discutían su estado. El dolor era intenso, pero su mente estaba enfocada en sus bebés. ¿Estaban bien? Su corazón latía con fuerza, pero la preocupación la abrumaba.

Mientras tanto, Andrés, que había salido de casa para enfrentar a sus padres, recibió una llamada que cambiaría su vida. "Andrés, tu esposa ha tenido un accidente", le dijeron. La noticia le golpeó como un puño en el estómago. "¿Sofía? ¿Cómo está?", preguntó con la voz entrecortada.

El médico que lo recibió en el hospital tenía una expresión seria. "Su esposa está grave. Estaba embarazada de ocho meses y hemos tenido que hacerle una cesárea. Los bebés están en incubadora". Cada palabra del médico era un clavo en su corazón. La incertidumbre lo consumía.

"Andrés, debes esperar. No sabemos si Sofía reaccionará", le dijo el médico, mientras él luchaba por contener las lágrimas. La idea de perder a su esposa y a sus hijos era insoportable. Se sentó en una silla, su mente llena de imágenes de su vida juntos.

En ese momento, vio a Lucía, la amiga de Sofía, sentada en un rincón de la sala, con lágrimas corriendo por su rostro. Se acercó a ella, y su dolor se entrelazó con el de ella. "No sé qué hacer", murmuró Andrés, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor.

"Yo tampoco", respondió Lucía, su voz quebrada. "Sofía es fuerte. Tiene que salir de esto". Pero las palabras sonaban vacías. Ambos sabían que el camino por delante sería difícil y lleno de incertidumbre.

Las horas pasaron lentamente. Andrés miraba el reloj, cada segundo se sentía como una eternidad. La sala de espera estaba llena de familiares y amigos, pero él sólo podía pensar en Sofía. La imagen de su sonrisa, de sus sueños compartidos, lo mantenía aferrado a la esperanza.

Finalmente, un médico apareció. Su rostro era grave, y Andrés sintió que su corazón se detenía. "Sofía ha comenzado a reaccionar", anunció. Un suspiro de alivio recorrió la sala. "Pero necesitará tiempo para recuperarse".

Andrés se sintió como si hubiera recibido un rayo de luz en medio de la oscuridad. "¿Y los bebés?", preguntó ansiosamente. "Están estables, pero necesitarán cuidados intensivos", respondió el médico.

La noticia de que sus hijos estaban vivos trajo un nuevo sentido de esperanza. Aunque la situación era crítica, había un hilo de vida que los unía. Sofía luchaba por ellos, y él también lo haría.

A medida que avanzaban las horas, Andrés se sintió más fuerte. La idea de ser padre lo llenaba de determinación. Prometió que haría todo lo posible para cuidar de su familia, sin importar lo que sucediera.

Lucía se acercó a él y le tomó la mano. "Estamos aquí para ti, Andrés. Sofía es fuerte, y tú también lo eres". Las palabras de su amiga le dieron un poco de consuelo en medio de la tormenta.

Mientras la noche caía, Andrés se sentó junto a Sofía, sosteniendo su mano. "Vas a salir de esto, amor", le susurró, esperando que su voz llegara a ella. La conexión entre ellos era más fuerte que nunca, incluso en la adversidad.

La lucha apenas comenzaba, pero Andrés sabía que juntos podrían superar cualquier obstáculo. La vida les había presentado un desafío, pero su amor y su familia eran lo más importante. Y así, en medio de las heridas profundas, había un rayo de esperanza que brillaba con fuerza.




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