Capítulo 17

Andrés se sentó junto a Sofía, la luz tenue de la sala de hospital iluminaba su rostro. La respiración de ella era suave, pero su cuerpo estaba lleno de tubos y monitores que emitían pitidos constantes. Con cada sonido, su corazón se aceleraba, recordándole la fragilidad de la vida.
"Hola, amor", comenzó Andrés, con la voz entrecortada. "Estoy aquí contigo. Te prometo que no te dejaré sola". Las palabras parecían flotar en el aire, y él deseaba que su amor pudiera escucharlas, que pudiera sentir su presencia.
Miró la barriga de Sofía, ahora vacía, y una ola de tristeza lo invadió. "Nuestros hijos están bien, Sofía. Están en la incubadora, luchando como tú. Son fuertes, como su madre". La esperanza en sus palabras era palpable, pero la angustia no se disipaba.
"Recuerdo cuando hablamos sobre ser padres", continuó, mientras una lágrima caía por su mejilla. "Siempre soñamos con este momento, y aunque todo es diferente ahora, sé que lo superaremos juntos". Su voz temblaba, pero su determinación era firme.
Las horas pasaban lentamente, y Andrés se aferraba a cada instante. "No sé qué haría sin ti", confesó. "Eres mi luz, Sofía. Siempre has sido mi luz". Se le hacía difícil imaginar un futuro sin su sonrisa, sin su risa.
"Lucía está aquí, cuidando de mí", dijo, intentando transmitirle un poco de tranquilidad. "Ella se preocupa mucho por ti. Todos lo hacemos". La idea de que su amiga estaba presente le daba un poco de consuelo en medio del caos.
"Te prometo que estaré a tu lado, cada paso del camino", dijo Andrés, apretando su mano con fuerza. "No importa cuánto tiempo pase, no voy a irme. Te necesito, y nuestros hijos te necesitan". La conexión entre ellos era más fuerte que cualquier adversidad.
Recordó el día en que se enteraron de que iban a ser padres. La alegría que sintieron, los planes que hicieron. "Siempre imaginé cómo sería este momento, pero nunca pensé que sería así", murmuró. "Pero estoy aquí, y eso es lo que importa".
"Cuando despiertes, quiero que me cuentes sobre tus sueños, sobre lo que has estado pensando", le dijo, deseando que su voz pudiera atravesar la barrera del silencio. "Quiero escuchar todo lo que tienes que decir".
Andrés cerró los ojos por un momento, respirando hondo. "A veces siento que el mundo se desmorona, pero cuando pienso en ti y en nuestros hijos, encuentro la fuerza para seguir adelante". Su voz era un susurro lleno de amor y esperanza.
La espera se hacía interminable. "Sofía, si puedes oírme, quiero que sepas que no estás sola", insistió. "Estamos todos contigo. Tu familia, tus amigos. Todos estamos aquí, esperando que despiertes". Cada palabra era un intento de conectar con ella.
Se levantó y miró por la ventana. La noche había caído, y las estrellas brillaban en el cielo. "Es hermoso afuera, pero me falta tu luz", dijo en voz alta. "Eres el sol de mi vida, Sofía. Sin ti, todo es oscuro".
Regresó a su lado y tomó su mano nuevamente. "No puedo esperar a que veas a nuestros hijos. Ellos te necesitan tanto como yo". La idea de que pronto estarían juntos como familia le daba fuerzas para seguir esperando.
"Cada día que pasa es un día más cerca de tenerte de vuelta", aseguró. "Y cuando despiertes, vamos a ser una familia. Vamos a hacer todo lo que siempre soñamos". La esperanza brillaba en su corazón, a pesar del dolor.
"Recuerdo la primera vez que nos conocimos", dijo Andrés, sonriendo a través de las lágrimas. "Era como si el universo nos hubiera unido. Nunca imaginé que llegaría a amarte tanto". Su voz se llenó de nostalgia, recordando momentos felices.
"Te prometo que cuidaré de nuestros hijos como tú lo harías", continuó. "Haré todo lo posible para que sientan tu amor, incluso cuando no estés aquí físicamente". La idea de ser un buen padre lo motivaba a seguir luchando.
"Quiero que sepas que eres una guerrera", le dijo, sintiendo un nudo en la garganta. "Has luchado tanto por nosotros, y sé que seguirás luchando. Te necesito aquí, Sofía. Nuestros hijos te necesitan". La sinceridad en sus palabras era llenas de amor y culpa.