UNO:
Al principio no entendía por qué esa persona, a la que tanto yo admiraba, empezó a empeorar. Me decían que era por una enfermedad cruel, pero al ver cómo ese supuesto "virus" consumía la vitalidad de mi hermana mayor, decidí ayudarla de alguna forma.
No quiero que pienses que busco venganza, padre. No es mi intención hacer sufrir a nuestra propia sangre. Comprendo que después de lo que ocurrió con Mamá, las cosas se volvieron más difíciles y entiendo cómo toda esta situación ha roto tu promesa de no volver a beber.
En nuestra casa éramos siempre los cuatro, y aunque nos arrebataron brutalmente al pilar más fuerte, los tres restantes logramos enfrentar todas las presiones. No te confundas por el hecho de que me hayan llevado a tu hija moribunda. Ya que estoy segura de que podré ayudarla. Las personas con las que me reuniré son las que la salvarán. Me dijeron que solo tenemos que ir al lugar donde Ellas descansan.
Cuídate mucho, padre, y espero volver a abrazarte en solo un par de días.
Además, te pido que prepares tu mente y tu corazón, porque lo que estás por leer es un relato que desvelará el origen de la maldición que acecha a nuestra familia.
Este diario es mi testimonio. Es la prueba firme de lo que hemos vivido y enfrentado. Te pido que continúes leyendo, padre, para que descubras la verdad sobre la oscuridad que nos acecha.
DOS:
El quiebre sucedió en la oscura noche en la que regresó del carnaval. Yo me encontraba en un estado de somnolencia, hipnotizada por una vieja película en la televisión, cuando ella irrumpió en la casa, tambaleándose ligeramente. Supuse que, al tratarse de una ocasión festiva, no había nada de extraño en que una joven se pasara un poco con el alcohol.
Podría ser fácil querer echarme la culpa por no haber actuado de inmediato, pero ¿cómo se suponía que yo sabría todo lo que pasaría después? No le dije nada sobre su estado porque esa tarde habíamos tenido otra discusión, y pensé que delatarla no ayudaría a recuperar su confianza.
En mi estado de semiconsciencia, la vi dirigirse tambaleándose hacia su habitación, apoyándose en las paredes para mantener el equilibrio. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando creí ver una sombra moverse a su lado, pero opté por no decir nada, especialmente después de lo ocurrido esa tarde.
Además, interrogarla en su estado de embriaguez no parecía conveniente. Recuerdo que simplemente puse el cerrojo en la puerta, apagué el televisor y me fui a mi habitación para dejarme vencer por el sueño.
Lo que no estaba en mis planes era que mi placentero descanso durara solo veinte minutos; la culpable, mi vejiga. Mientras orinaba, mantuve los ojos cerrados, temiendo que el sueño se escapara de mis manos. Al salir del baño, escuché susurros provenientes de su habitación. Aunque no les di mucha importancia, ya que confirmaban lo que había visto antes.
Justo cuando parecía que me sumergía en un profundo sueño, los susurros aumentaron de volumen. Eran pequeños ecos que rebotaban en los rincones de la casa. Mientras decidía si debía actuar o no, los ecos se extinguieron.
Durante los siguientes segundos, el silencio se hizo tan profundo que sentí una leve molestia en mis oídos. Pensé que tal vez se me habían tapado, así que me levanté de la cama y me asomé por la ventana, buscando refugio en los sonidos nocturnos. No había nada extraño con mis oídos: podía escuchar el canto de los grillos, el clásico "cuac" de los sapos e incluso percibí el chirrido del escape de un viejo auto. Después de eso, me dejé caer en mi cama, esperando que el sueño me envolviera nuevamente.
Desperté alrededor de las cuatro de la madrugada, sobresaltada por el timbre insistente de mi celular. No recordaba haber dejado ninguna alarma programada, así que no le di demasiada importancia. Pero lo que no pude ignorar fue la clásica tentación golosa que golpea casi siempre de madrugada a mi estomago de manera salvaje. Sabía que quedaba un poco de pastel en la nevera y, si quería volver a dormir, tenía que satisfacer mi antojo. Ni siquiera el poderoso silencio que había experimentado al principio de la noche podía compararse con mi habilidad ninja para comer durante las madrugadas.
Mientras me limpiaba los labios con una servilleta, escuché un constante golpeteo de tacones que resonaba desde la habitación de mi hermana. Me pregunté por qué no podía dormirse de una maldita vez. Consideré la posibilidad de ir a su habitación y rogarle que dejara de hacer ruido.
Como bien sabes, su habitación no estaba en los planos originales de la propiedad. Fue construida poco después de que cumpliera catorce años.
Golpeé su puerta suavemente y, al no recibir respuesta, aumenté la fuerza. Ya no escuchaba pasos, ahora eran nuevamente susurros los que se manifestaban al otro lado. Estaba a punto de abrir su puerta cuando el estridente sonido de mi celular aceleró mi pulso: estaba convencida de que había apagado esa alarma.
Cuando regresé a mi habitación y logré que el maldito teléfono se callara, un ejército de tacones comenzó a golpear el suelo. Tuve la sensación de que había como cien personas en la casa.
Fue entonces cuando noté algo aun más extraño: frente a la puerta de su habitación, se había formado un pequeño charco en el suelo. Supuse que a ella (o a su invitado) se le había caído alguna bebida que trajeron a escondidas, así que tampoco le di mucha importancia.
No quería repetir la escena en la que golpeaba su puerta constantemente con mi mano izquierda, así que decidí entrar lentamente en su refugio. Aunque solo pude entreabrir la puerta, pude percibir la oscuridad que predominaba en gran parte del lugar. A través de una tenue luz que entraba por su ventana, pude distinguir dos enormes figuras moviéndose rápidamente de una esquina a otra. Deduje que tal vez, uno es esos bultos negros, era el "amigo" que ella había traído del carnaval.