Hermanastros ( I libros )

Capitulo 05 - Paulina

El dolor en mi cuerpo seguía ahí, un recordatorio de lo que había sucedido. Cada movimiento era una lucha, cada respiro me quemaba el pecho, pero la necesidad de seguir adelante era más fuerte que cualquier malestar.

Abrí los ojos con dificultad, acostumbrándome poco a poco a la luz del cuarto. Todo estaba en su lugar, aunque la presencia de equipo médico a mi alrededor me hizo fruncir el ceño. Monitores, sueros, cables... Todo indicaba que había estado en este estado por más tiempo del que me gustaría. Me incorporé lentamente, sintiendo cómo cada músculo protestaba ante el esfuerzo.

-Mierda... duele como los mil demonios -murmuré con una risa sarcástica. Me pasé una mano por la cara, intentando sacudirme la sensación de entumecimiento. El solo hecho de estar despierta me hacía recordar la razón de mi estado.

Suspiré y negué con la cabeza.

-Eso me pasa por pendeja... -solté en voz baja-. Pude haberlo dejado morir y luego ocuparme del maldito que destrozó a mi manada, pero no, tenía que meterme a protegerlo.

Me reí de la ironía. Sí, todo esto me lo había buscado yo sola.

Cada centímetro de mi cuerpo dolía, pero aun así, con determinación, me libré de los cables, las agujas y cualquier cosa que me atara a esa cama. No iba a seguir acostada como una inútil. Me levanté con cuidado, y aunque cada paso me hacía sentir como si estuviera caminando sobre brasas, logré llegar hasta el baño.

-Dios, esto es justo lo que necesito... -murmuré cuando el agua caliente comenzó a caer sobre mi piel.

Me quedé ahí, dejando que el calor relajara mis músculos tensos. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero cuando finalmente salí, me sentía un poco más humana. Me envolví en una toalla y me dirigí al clóset en busca de algo cómodo para ponerme.

Mientras revisaba mi ropa, la puerta del cuarto se abrió bruscamente.

-¿A dónde te metiste, estúpida? -escuché la voz de Kate.

Sonreí para mis adentros. Solo ella me recibía con ese nivel de cariño.

-Estoy cambiándome, espera un momento -le respondí.

Rápidamente me puse una camisa blanca ombliguera, jeans ajustados y unos zapatos negros. Salí del clóset y me encontré con Kate mirándome de arriba abajo con una sonrisa burlona.

-¡Ay, pero mira qué sexy! -comentó con diversión.

-Claro, mi amor. Me sentiré como la mierda, pero jamás me veré como ella -respondí con arrogancia.

Nos acercamos y me abrazó con fuerza, haciéndome soltar un quejido de dolor.

-¡Espérate, aún me duele el cuerpo! -reclamé, separándome de ella y sentándome en la cama.

-¿Cuánto tiempo llevo dormida? -pregunté, sintiendo la urgencia de saber qué había sucedido en mi ausencia.

-Una semana -respondió, cruzándose de brazos-. Y más te vale haber descansado bien, porque hoy era tu último día del plazo para que movieras ese hermoso y sexy culo.

-Con razón tenía urgencia -solté una risa-. Si no me despertaba, tú ibas a matarme.

Ambas reímos, pero mi curiosidad seguía presente.

-Cuéntame todo. ¿Cómo está la manada? ¿Qué ha pasado en esta semana? -le pedí, tomando sus manos con impaciencia.

Kate suspiró y me miró con una mezcla de emoción y algo más... ¿Diversión?

-No me lo vas a creer -dijo lentamente-. Fabricio renunció a su puesto de alfa y te dejó a ti en su lugar.

-¿QUÉ? -exclamé, levantándome de golpe de la cama, sintiendo un mareo momentáneo.

-Sí, lo que oíste -repitió, confirmando mi sorpresa.

Me dejé caer de nuevo en la cama, intentando procesarlo.

-Cuéntamelo todo con lujo de detalle.

(...)

Tras escuchar todo lo que Kate me contó, me arrepentí de haber estado inconsciente. Me habría encantado ver la cara de todos en el momento en que Fabricio anunció su decisión.

Con el estómago rugiendo de hambre, me dirigí a la cocina en busca de algo para comer. Mientras revolvía los huevos en la sartén, alguien entró en la habitación. Levanté la mirada y me encontré con Fabricio, quien me observaba como si hubiera visto un fantasma.

-¿Qué me ves, imbécil? -solté sin más, con una sonrisa arrogante-. ¿Acaso me extrañaste?

Para mi sorpresa, en lugar de responder con su usual sarcasmo, simplemente se acercó y me abrazó.

-¡Ay no, qué mierda te pasa! -exclamé, apartándolo de mí de inmediato-. ¿Estás enfermo?

-Pensé que morías por mi culpa -admitió en voz baja.

Lo miré con el ceño fruncido.

-Y casi lo hago -repliqué sin rodeos-, pero la estúpida de Kate ni eso me deja hacer.

Seguí preparando mi comida como si nada.

-¿Ya te contó, cierto? -preguntó Fabricio, viendo mi expresión.

Inconscientemente sonreí.

-Por esa cara, digo que sí.

-Eres un estúpido. No podías esperarte a que despertara para hacerlo, ¿verdad? Yo quería ver tu cara y la de todos en ese momento -dije, sirviéndome los huevos revueltos.

Fabricio rió entre dientes.

-Kate dijo que te ibas a molestar por eso.

-¡Claro! Es mi mejor amiga, como mi hermana -respondí-. Ella sabe todo de mí. Hay cosas que ni mi padre sabe, y ella sí. Es mi vida, por eso la defiendo tanto.

Mi tono pasó de relajado a serio en un instante.

-Y tú -lo señalé con el tenedor-, no creas que se me olvidó que le pegaste en la cara... Que te haya salvado el culo no significa que no cobre ese golpe. Además, a la perra de tu novia me falta meterle la cabeza en el retrete, como hizo ella con Kate.

Fabricio dejó de sonreír.

-¿Qué hizo qué? -preguntó en voz alta.

-Lo que oíste -respondí con frialdad-. Así que no te metas cuando lo haga, porque no tendré piedad con esa zorra. Una cosa es que me lo hagan a mí, pero a ella... No, mi ciela.

Le di un gran bocado a mi comida, masticando con evidente satisfacción.

-¿Qué te he dicho de hablar con la boca llena? -la voz de mi padre resonó en la cocina.

Me giré y lo vi en el marco de la puerta, con los brazos cruzados.

-No es propio de una princesa como tú -agregó, acercándose para limpiarme una mancha de huevo en la mejilla-. Además, ese vocabulario...




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