Pese a que el creció en un orfanato, la verdad es que Rosetta Joyce si era su madre, una mujer que tuvo que criar a un hijo a muy temprana edad y sola aunque más que nada por su orgullo.
Ella no iba a recibir dinero del padre de Chandler, pues era un hombre que en apariencia era muy guapo, muy elegante, con un carisma rebosante y que aparte tenía dinero pero que la había engañado con alguien más joven.
— ¡No te necesito!— Fue lo último que le grito la mujer. Y se sintió tan bien.
Rosetta era una mujer de tez clara, de cabellos morenos largos hasta los hombros, ojos azulados brillantes, delgada y de estatura promedio, de labios delgados y pestañas largas. Suele traer una trenza pequeña que cae a un lado de su rostro.
Y no solo eso, también era una excelente contadora por lo que no necesitaba de otro suelto para mantener a Chandler.
La mujer lo crio como mejor pensó, enseñándole el valor de todas las personas, de las mujeres para que no fuera como su padre pero sobre todo de él mismo como individuo, algo que nunca debía olvidar.
—Recuerda que todos necesitamos de todos, todos son importantes y jamás lastimes a una mujer ni cuando esta te lastime a ti— Le dijo la mujer mientras terminaba la trenza del chico, una parecida a la de ella.
Él se dejó el cabello largo por ella.
— ¿Y si es un villana?
— ¡Entonces se un ferviente defensor de la igualdad de género!— Le dijo la mujer con una gran sonrisa.
— ¿No es eso malo?
—Solo si dices que yo te lo enseñe— La mujer le guiño un ojo a lo que el chico le sonrió.
Las bendiciones no siempre vienen juntas, a veces vienen junto con una tragedia.
— ¡Bienveni… ¿Qué paso?— Preguntó Chandler cuando vio entrar a su mamá junto con otra mujer con expresiones sombrías. Su mamá tenia lágrimas en los ojos y la otra chica miraba hacia atrás con insistencia, incluso se asomó por la ventana cuando entraron en la casa.
La mujer abrazo a su chico con fuerza.
— ¿Q-qué paso, mamá?— Pregunto el chico, abrazándola de regreso pero la mujer no respondió.
—Un idiota trato de violarla en la calle— Dijo la mujer cuando noto la mirada insistente de Chandler.
— ¡Pero…!
—Tranquilo, la salve a tiempo y le di la paliza de su vida al tipo pero dijo algo sobre llamar a su grupo, no les tengo miedo pero tampoco quería arriesgarla a ella— Dijo la mujer encogiéndose de hombros.
— ¡Muchas gracias por salvarla!— Le grito Chandler pero sin soltar a su destrozada mamá— Ya, mamá, todo estará bien ¿Quieres un té? ¿O algo?
—Solo quiero quedarme aquí contigo— Dijo la chica, sollozando. Chandler podía notar que estaba temblando y podía sentir sobre su hombro, las lágrimas de la mujer cayendo y empapándolo.
Rosetta se sentía sucia, mancillada y asustada, aun podía sentir las manos de aquel hombre sobre su piel pero de alguna forma, abrazar a su pequeño la reconfortaba y le recordaba que debía ser fuerte por él. Aun así, era muy difícil no quebrarse.
Las manos de su hijo no eran sucias, son cálidas y protectoras.
Chandler estaba furioso.
—Calma, te aseguro que el tipo no podrá caminar con normalidad nunca más— Le dijo la mujer, acariciando su cabeza para tranquilizarlo.
Ahí fue como conocieron a Alda Parisi, una mujer encantadora y letal.
Alda era una mujer alta, de cabellos castaños cortos y lacios hasta su barbilla, de nariz respingada, labios gruesos y una expresión que variaba entre la tranquilidad hermosa y una peligrosidad sin precedentes. Tenía musculo al haber sido una agente de la Kademya y tenía el poder del endurecimiento.
La mujer termino acompañando un par de veces a Rosetta a su trabajo y de regreso.
— ¿Por qué no te quedas a comer? Me has ayudado mucho e incluso has trabajo fuera de tu horario— Le dijo Rosetta con una leve sonrisa.
—La verdad es que no quiero molestar y tengo que regresar con los niños…
Trabajaba en un orfanato ahora que se retiró de la Kademya.
—No nos molestas, ya te dije que me has ayudado mucho y seguro que a Chandler le alegra que te quedes pero es verdad, los chicos son importantes— La mujer estaba decepcionada pero no dijo nada.
—Mi mamá me enseño a cocinar rico así que ¿Por qué no vamos a casa contigo y hacemos algo para todos?— Hablo Chandler son orgullo mientras levantaba uno de sus pulgares.
— ¿De verdad harían eso?— Ambas estaban sorprendidas.
—Ah, pues, claro…— Dijo Rosetta con una mueca sonrojada.
—Bien, bien, me han convencido, yo seré juez— Dijo la mujer esbozando una gran sonrisa.
Poco a poco se fueron integrando a la pequeña familia de Alda y Chandler no podría evitar notarlo en su mamá que de a poco fue más proactiva con ella, aunque esto era algo que era mejor no mencionar frente a ninguna.
Además, los niños lo veían como su hermano mayor, lo que lo llenaba de orgullo.