Hermandad: Ciudad Oscura (vol.5)

Las sombras en las sombras.

— ¡¿Estas bromeando?!— Iris se levantó de forma brusca de la mesa con una expresión entre molesta, preocupada y visiblemente consternada— ¡¿Cómo que la secuestraron?! ¡¿Y de la escuela?! ¡Es imposible, ese lugar es muy seguro! ¡Las cámaras debieron grabar algo! ¡Hay por todas partes! Quizá…

Iris Castellanos era una joven de diecisiete años con tez pálida, ojos castaños, cabello largo castaño, labios gruesos y su pequeño lunar en mi mejilla derecha. Llevaba sus lentes amarillos sobre su nariz aunque estos terminaron resbalándose un poco.

Esa noche llevaba una blusa sin mangas y de tirantes que tenía una estampado de un gato sonriente y unos shorts cortos de color amarillo, lo que dejaba ver sus piernas bien trabajadas y sus brazos también. Su tez blanca la hacía brillar contra la luz de la lámpara de forma inconsciente.

—Aparentemente no hay nada en las cámaras, solo su entrada al laboratorio— Señalo Santiago quien se mantenía en calma pero estaba tan preocupado como Iris. Recuerda que hizo las mismas preguntas cuando se enteró.

Santiago era el hermano mayor de Iris, de tez olivácea, ojos negros profundos con larga pestañas cubiertos con sus lentes de pasta negra, cabellos lacios oscuros largos, labios delgados además de una complexión en forma, gracias a que había retomado su entrenamiento.

Ya vestía su pijama, su pantalón negro de cuadros y una playera negra con un perro sonriente que por razones obvias hacia juego con la de Iris.

— ¡No pudo solo esfumarse!— Expreso Iris.

—No grites tanto, que Nina está dormida— Le dijo Johan, mirando a su hermana.

Johan era el hermano menor de Iris, un chico alto, delgado, fuerte, de tez clara, ojos negros, cabellos morenos, lentes cuadrados, labios gruesos y nariz respingada que sostenía sus lentes de pasta rojos y al igual que su hermano mayor tenía hermosas pestañas largas.

El llevaba un pijama de color azul solo que con un oso sonriente. Más pijamas a juego.

—Ah, cierto, perdón ¡Pero es que no me parece posible!— Su voz seguía sonando muy alto pero era menos que antes, lo que para sus hermanos era una ganancia. De todos modos Nina estaba en el cuarto más apartado de la sala.

La casa de los hermanos era de dos pisos, pintada de blanco reluciente compuesta de cuatro habitaciones arriba con un baño completo, una sala, una cocina, medio baño y un área para el lavado.

Su sala, donde estaban ahora estaba compuesta de dos sillones largos con uno más pequeño de color café, con una mesa de cristal con patas de madera. Había un librero lleno de los libros de Santiago y de sus padres, además de algunos cactus que llevaban vivos desde que sus padres eran estudiantes.    

—No lo es, estoy casi seguro de que hubo alguna clase de infiltración o borraron la información o la están escondiendo— Dijo Santiago, quien había llegado a esa conclusión con Damián Allegado, el novio de la profesora Dulce Liar.

— ¿Borrar la información de Oculust? Es…. No, no es imposible si fue D.A quien lo hizo— Johan hizo una meuca— Pero ¿Qué querría con la profesora Dulce? ¿No D.A ya es lo bastante brillante por si solo?

—No lo sé…

— ¿Y le dijiste a la SDO?— Preguntó Iris. Ambos hermanos la miraron— ¿Qué?

—D.A trabaja con la SDO, incluso si lo decimos, seguro que no moverán un dedo— Aseguro el propio Johan— Tu debiste verlo con el desastre de Nina, por poco matan a Santiago y el nombre de D.A nunca salió a la luz.

—Mierda, es verdad— Iris frunció los labios— La SDO no debería ser así…

—No, no debería— Aseguro Santiago.

Sus dos hermanos menores eran conscientes de que él dejo el camino del héroe al enterarse de todo lo que la SDO pasaba por alto con tal de mantener su propio orden interno.

— ¿Y qué haremos?— Preguntó la chica tras unos segundos de silencio.

—Damián y yo trataremos de averiguar algo…— Comenzó el mayor.

—Prometiste que no avanzarías de nuevo solo— Le dijo su hermano, mirándolo de reojo.

—No lo haré— Les tranquilizo el mayor— Pero no podemos avanzar a ciegas, así que buscaré información y entonces les diré lo que averigüe, al fin y al cabo, ustedes son los héroes, no yo.

—B-bueno, es verdad— Iris se mostró orgullosa ante esto y su hermano menor no pudo evitar pensar que era muy fácil de convencer.

—Estamos a solo unos días de poner en acción nuestro plan y nada puede salir mal, no podemos permitirnos perder a nadie o que algo se salga de nuestras manos ¿Lo entienden?— Hablo Ramsés con seriedad mientras miraba a sus colaboradores más cercanos sentados alrededor de la mesa, acompañados de algunos chicos nuevos en lo que parecían las ruinas exteriores aunque también podría ser en las vías del tren— ¿Cómo va el plan de armamento de la ciudad?

Ramsés era un muchacho delgado pero musculado, de ojos negros, cabellos negros ahora algo largos, tez clara, nariz respingada, labios gruesos. Era apuesto y más ahora que parecía haber crecido un poco más.

Llevaba una camisa blanca con el cuello solo un poco torcido y unos pantalones de mezclilla azul,  unos zapatos negros elegantes además de su bastón negro el cual estaba recargado a su lado en la mesa.




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