PRÓLOGO
Prefacio del libro: «Manual de La Hermandad de las feas.»
Cuando se nace en el seno de una familia aristocrática o adinerada, y se tiene como característica ser del género femenino, entonces tu destino queda indefectiblemente sellado. Dejas de ser un ser humano único y valioso, para convertirte en un objeto usado como moneda de cambio y futuro adorno del hogar de algún Lord.
Tu vida se transforma en un descomunal conjunto de reglas y restricciones impuestas. Cada gesto, movimiento, elección y pensamiento son controlados.
Pierdes el poder de escoger; se te dice cómo hablar y qué decir, lo que deberás vestir y en qué ocasión, la manera de alimentarte y la cantidad permitida. También se te impone un instrumento con el que deberás demostrar tu talento musical y, por supuesto, qué libros leerás y cuánto disfrutarás tejiendo y remendando.
Al margen de todo esto, y llegando al quid de la cuestión, desde niña se te deja claro que tu destino será ser una buena y obediente esposa, además de una abnegada madre; sin olvidar que tu deber es dar a luz, por lo menos, a un varón.
Pero, por supuesto, con quién te casarás, cuándo y por qué, no son preguntas a las que tengas derecho a intentar responder.
Tal vez, después de leer todo esto, creas que nada puede parecer o ser peor. Y yo también desearía que así fuese. Lamentablemente, no es el caso. Pues lo verdaderamente malo, llega el día en el que una damita debe enfrentar su temida presentación en sociedad.
Allí hallará la barbarie en su máxima esplendor: La nobleza. La cual es una selva y sus integrantes los salvajes animales. Cada uno, perteneciente a su especie, tienen una regla tácita en común: que estas no pueden mezclarse y jamás deberás osar trasgredir esta norma.
Así que, si estás leyendo estas líneas y eres una futura debutante, te suplico leas la siguiente lista con cuidado. Y recomiendo identificarte de inmediato en una manada, puesto que una presa solitaria, pronto será una presa cazada y, desde luego, devorada.
En una típica temporada social, existen muchas y diversas clases de damas solteras. Todas y cada una de ellas pululan por las estrafalarias veladas londinenses, exhibiéndose como mercancía en el mercado matrimonial:
Las beldades: Mujeres de belleza incomparable. Proclamadas por la élite como un éxito social absoluto y asediadas por ansiosos caballeros.
Las adecuadas: Damas con diferentes niveles de belleza, pero con un factor en común: excelente estatus, intachable pedigrí y fortunas aceptables.
Las herederas: Mujeres que no destacan en hermosura, o de aspecto tolerable. Pero con un factor considerable a su favor, una increíble dote. Lo suficientemente abultada como para compensar cualquier falta.
Las desafortunadas: Mujeres de apariencia hermosa, sin embargo, rechazadas por variadas razones. Por carencia de dote, no portar apellido ni conexiones importantes, o estar marcadas por un escándalo propio o indirecto.
Las excluidas: Damas de aspecto físico corriente y correcto. No obstante, son excluidas por ostentar alguna característica no aceptada por la exclusiva sociedad. Ya sean estas edad elevada, personalidad o procedencia.
Por último y después de todas ellas, llegamos al verdadero grupo de damas rechazadas y apartadas por la aristocracia:
Las simplemente demasiado feas: Damas consideradas tan feas que, ningún apellido o promesa de fortuna, alcanza para animar al más desesperado de los caballeros a siquiera dirigirle la palabra.
A este triste y difícil grupo pertenece quien escribe. Y este manual, te enseñará cómo ser fea y sobrevivir a una temporada social.
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Editado: 26.06.2021