Hermandad de Sangre

Tres.

La Audiencia del Rey

[[ Me da gusto saber que no te encontraron. Yo por otra parte no puedo sentirme feliz aun cuando me he estado recuperando. Aun me siento débil, no sé cuánto hace que me sacaron de la mazmorra. Por el momento me siento tranquila, y puedo sentir cómo la vida vuelve a mi cuerpo. Pero, aun no me han permitido beber sangre.

Creo que temen que recupere fuerzas y trate de fugarme de este lugar. Pero es cambiar una prisión por otra, obviamente no se comparan los lujos.

No me hagas caso, solo estoy molesta.

Por suerte, su amadísimo rey aún no ha venido. No hay día en que no me digan que él está esperando a que recupere mi fuerza para verme. Qué estupidez… Debería venir de una buena vez y terminar lo que comenzó hace más de dos mil años.

¿Qué es mucho pedir? Mira, no sé la verdad. Todo me parece realmente extraño, digo, ¿Por qué esperar tanto para traerme a su presencia? Después de todo me tuvo atrapada como una maldita rata por siglos enteros.

Y luego, está ese Destructor que no me deja ni a sol ni a sombra, solo está allí vigilándome, como si estuviera aguardando algo. Nunca habla, pero puedo sentir su mirada en mí todo el tiempo, excepto cuando entro al baño. Pero sé que de algún modo, me está vigilando todo el tiempo. Afortunadamente, solo los descendientes de los Lobos somos telépatas.

Sí, telepatía. Ya sabes que podemos escuchar los pensamientos de los demás e incluso sostener conversaciones, tal como lo estamos haciendo.

Creo que comenzaré por contarte un poquito de mi raza y de mi mundo.

Bien, se diría que la madre de las razas de sangre es la Gran Magia, un todo que puede tomar forma corpórea. Aquí es donde la historia se me complica un poco, no la conozco de primera mano, y desconozco muchos hechos.

La Gran Magia creo, bueno, engendró a tres hijos de su propia sangre y carne. Los conocíamos como los tres hermanos y los tres eran amados y venerados.

Ellos, al inicio, como en toda familia, todo era miel sobre hojuelas… pero como en toda buena familia, siempre hay uno con el corazón podrido hasta el fondo. En este caso era el tercer hermano, el más grande. Esto es incluso antes de mi abuelo, lo que ya es mucho decir.

Pues bien, un día, en medio de su sed de poder, atacó a los hijos de sus hermanos: a los Leonilas, Leones de sangre extinguiéndolos; vampiros, las hadas, los elementales, las sombras… creo que les envidiaba, porque él no había creado a ninguna criatura.

Defendiendo a sus creaciones, sus dos hermanos le dieron caza y le mataron. La Gran Magia estaba más que furiosa. De modo que castigó a sus hijos y nietos, y demás. De una forma irreversible, los hizo seres de sangre. Sí, bebedores de sangre.

Lo cual, como todo, al inicio era un desastre.

Pero la sabia Gran Magia creó una raza más, la de Él Oscuro. La raza de los Lobos, quienes servirían solo a la Gran Magia, protegerían a las otras razas y llevarían la justicia a donde hiciera falta. En eso tienes razón, a nadie le gustó la encantadora idea de la Gran Magia. Pero mi abuelo era, además de más poderoso que cualquiera, extremadamente sabio.

Le pidió a la Gran Magia que creara un manantial, un regalo de sangre. Ya que no podía revertir el castigo, que por lo menos les ayudase a sobrevivir. De allí nació el Sectum. Para evitar peleas, desacuerdos o guerras, creo, se creó la Hermandad de Sangre. Se decía que el Sectum, del que ellos se alimentaban antes de vincularse con alguien de su misma especie, provenía de las venas mismas de la Gran Magia.

Un lindo pensamiento si me lo preguntas.

Espera, para allá voy, ya sé que quieres saber de Lucían.

Pues bien, siglos antes de la muerte de mi abuelo. Un rumor en el horizonte decía que un ser más poderoso que Él Oscuro había despertado. Que sería la causa de la destrucción, y la muerte de nuestra perfecta sociedad y de nuestros reinos.

Sí, ese era Lucían. Nadie sabía de dónde había surgido, o quién lo había creado. Haz de cuenta que solo nació de un agujero en la tierra, aun así como si nada cobró vida. Y era verdad, él fue quien acabó con mi reino, con los Trelkian.

¿Qué?

Soy una mestiza de la raza de las Furias. Es la única que puede mezclarse con otras razas. Es la única que produce mestizos de las razas originales, pero una vez mestizo… Los Trelkian, es decir mi gente, somos la mezcla de los Lobos y las Furias, quienes misteriosamente, solo son hembras o mujeres.

En fin, un día. Este monstruo, este maldito, llevó a todo su ejército a las puertas del castillo de mis padres. Ellos habían desaparecido hacía un par de días atrás. Y este se aprovechó de ello para atacar a gente inocente, con su ejército de engendros, esbirros y cuanta criatura pudo crear.

Ese día, perdí mi libertad, perdí mi reino, la corona de mis padres… perdí todo lo que amaba, todo por lo que daría mi vida, a manos de… en sus manos…

Lo más doloroso de ello es que no puedo recordar con claridad, los rostros de mis amigos, de mi familia… me robaron mi vida, la vida de mis amigos, la de…

Y ahora, justo el día de hoy, ese maldito bastardo, vendrá a verme.

¿Para qué? ¿Solo para regocijarse de lo que ha hecho? ¿No es algo tarde? ]]

Anabeth estaba sentada en la pequeña, pero cómoda sala dentro de la inmensa habitación. Que bien podría ser un departamento para un soltero. Estaba esperando a que diera la hora de la comida, la hora en que el rey Lucían vendría a ella. Lo único que ella podía reconocer dentro de esas paredes, eran los libros, aun cuando eran de títulos que nunca había escuchado o estaban en idiomas que no entendía, sabía lo que eran.

Estaba asustada por todo. Se asustaba cada vez que alguien encendía la luz. Le dieron un vestido estilo victoriano, en color guinda. Nada parecido a lo que había usado alguna vez. Pero era cómodo, elegante y sobre todo cálido. No es que tuviese frío, la calefacción mantenía la habitación a una temperatura confortable. Era el terror de saber que Lucían se acercaba lo que la hacía temblar.




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