El Primer Encuentro
[[ Perdóname por no haber tenido tiempo de charlar un poco contigo, pero es que no me ha sido posible.
Sé que debes sentir mucha molestia, porque he estado ocupada con otras cosas y otras personas. Realmente me disculpo por ello… es solo que tu mundo es tan extraño. Siento que ya no soy la misma, ¿Cómo podría? Él me ha regresado una parte de mi familia que creí perdida, le debo eso al menos.
Y si él tiene razón en algo de lo que me ha dicho, entonces todo es más complicado de lo que imaginé… no puedo decírtelo ahora, y no asumas que es porque no confío en ti…
¡Por favor… no me lo preguntes de nuevo, es doloroso y complejo incluso para mí… si te digo algo, te pondría en riesgo a ti también y esa es una de las últimas cosas que quiero hacer. No quiero que te pase nada, no lo soportaría.
Mejor voy a contarte sobre las cosas que me ha ayudado a recordar, y sobre algo que ni tú ni yo imaginamos. ¿Recuerdas que te hablé de los tres Destructores que me sacaron de la mazmorra? ¿Y qué uno de ellos se quedó aquí conmigo? Es idéntico a mi abuelo, sí, al Oscuro… sus mismos ojos, sus mismos rasgos, la misma sonrisa e incluso el aura a muerte…
Yo estaba confundida cuando me dijeron que me alimentaría de él. Se suponía que él era un Elemental. Es parte de mi familia, no lo recordaba, pero es que mi abuelo lo envió lejos cuando yo era niña.
Sabes, esto me hizo recordar algo más estos días, es sobre la primera vez que estuve frente a Lucían. Fue de visita política al reino de mi padre. Yo sabía bien que él era peligroso. Se rumoraba que era enemigo exclusivo del reino de los Lobos, de modo que se suponía debía de mantenerme lejos de él.
Si claro, como si pudiera haber hecho eso… claro, era con demasiada curiosidad en mi pequeño cuerpo.
Lo vi llegar con su escolta, tres Destructores Elementales… y sí, entre ellos estaba Egion. En fin, llegaron al castillo, mi padre no estaba muy feliz de ello, pero aun así lo recibió, era su deber como soberano, máxime cuando él llegó con promesas de paz.
Lucían portaba una extraña armadura de color negra, hecha completamente a mano. Con intrincados patrones grabados en el yelmo. Era hermosa, lamentablemente llevaba puesto el casco de ella. De modo que solo, veía a un fino y aterrador caballero que se dirigía al salón donde mis padres le recibirían. Yo era una niña, si tomas en cuenta la edad que mi gente vive. Pero con muchos secretos a mis escasos veinte años.
En fin, por los pasadizos del castillo, le seguí hasta el salón donde hablaría con mis padres. Solo podía escuchar su melodiosa voz. De esas que te hacen querer escucharla para siempre y por siempre… sí, digna del mismísimo Ángel de la Muerte. Fue extraña la forma en que se presentó ante mis padres, no mencionó su ascendencia, o lugar de origen. Simplemente su nombre: Lucían… ¿Sabes? En aquella época se tenían costumbres que hoy en día se han perdido. La verdad me gusta más mi época, había más respeto entre los seres… ok, ya me di cuenta que estoy divagando, gracias.
Sigo con la historia.
Pues bien, yo estaba escondida detrás de un inmenso tapete, que colgaba desde el techo hasta el suelo. Obviamente queriendo enterarme del motivo que lo llevó hasta allí. Recuerda, que no vi el salón, por lo tanto, solo recuerdo la conversación, ok]]
—Bien, señor Lucían, ahora podría decirme ¿Qué lo trae a mi presencia?
—Solo porque no reconozca mi título, no quiere decir que sea inexistente.
—Lo lamento majestad ¿puede responder ahora?
[[Créeme, cuando te digo que nunca había escuchado tanta hostilidad en la voz de mi padre.]]
—Su padre, el magnífico rey Oscuro, me ha pedido un favor. Y por ello, me encuentro frente a usted majestad.
—¿Mi padre? ¡Qué absurdo suena ello, sí…!
—No, no somos enemigos y no voy a hablar hasta que lleve a su hija a un lugar seguro. No es una conversación de la que deba enterarse aun.
[[Sip, él maldito sabía que yo estaba allí, y me delató como el más vil de los traidores.]]
—Mi hija está fuera del castillo.
—Con todo el respeto que le tengo a su familia, pero ¿Qué tan seguro está de ello?
La alfombra fue levantada por la mano misma de Lucían, para mostrarles a mis padres que estaba allí. Y fue él mismo quien me escoltó afuera, ante la atónita mirada de mis progenitores.
—La próxima vez que quieras hablar conmigo, mi Anabeth, no te escondas detrás de nada… solo ven a mí y ahí estaré para ti.
Dicho eso me sacó de la habitación y no pude volver a entrar. Sip, me dejó con un palmo de narices, y aturdida por sus palabras. Pero allí no acaba la cosa, me encontré con él exactamente una semana después.
Estaba fuera de lo que había sido el majestuoso reino Furia, antes de que se uniera con el de los Lobos. Estaba buscando un animal al que llamábamos, Ashange. Creo que era similar a lo que la mitología se refiere como “Pesadillas” —unos corceles, letales y provenientes del mismo infierno—. Y creo que ese nombre le hubiese quedado mejor al animal. En fin, estaba buscando dicho animal.
Cuando escuché los cascos de un gigantesco percherón blanco, un animal extraño en las tierras de mi abuelo. No volví a ver al jinete, la verdad, esperaba que solo fuese el animal vagando por allí.
Pero la perfecta y familiar voz de un hombre rompió el silencio a mi alrededor.
—¿Qué estás haciendo aquí?
¿Cómo que estaba haciendo allí? Ese lugar era parte de mi reino. Este sí que era un individuo muy exasperante.
—Lo mismo debería preguntarle.
Le respondí, sin la menor intención de enterarme si estaba ofendido o no. Pero, el aroma de este, me dijo que no era alguien enviado de mis padres a buscarme… distinto a cualquiera de las Razas, obvio, que por ello me di cuenta de quien demonios era. Y quería demostrarle que no me importaba que estuviera allí. Aun que si te soy sincera, en esa época, me importaba.
—¿Acaso está siguiéndome?