Parte I
Rastros.
Velkam hijo de Xara, era uno de los donadores del banco de sangre manejado por los seres de sangre. Lo hacía con regularidad. Lo que resultaba en una ironía, dado que en toda su vida nadie se había preocupado o procurado por él. Él les devolvía el favor, con sangre. Y era allí a donde se dirigía, pero en lugar de llegar por la parte Furia de la ciudad, lo hizo por la zona muerta. Con Seivian siguiendo sus pasos.
A diferencia del cuerpo humano, los seres de sangre cuando se convierten en donadores. Después de hacer su donación, entran en un letargo pesado. Y es imperiosamente necesario que duerman para recuperarse. O de lo contrario, parecerían zombis, torpes y lentos.
Él Furia se despertó casi al atardecer, estaba recostado en una cama que no era la suya. Lo que lo desoriento momentáneamente, se incorporó en la cama, revisando detalladamente el lugar. Sus ojos se centraron en una fotografía, que estaba sobre el buró a su izquierda. Era de una mujer de cabello rizado, rojo como el fuego. De una mirada oscura y amable, sonrió, ante el recuerdo del día en que fue tomada la foto.
Era 1890, en San Petersburgo, Rusia. En las afueras del Teatro Mariinsk, en el estreno de la ópera: La dama de picas. Una de las pocas ocasiones, en que se permitieron un descanso y un entretenimiento, que nada tenía que ver con su mundo. Ese tipo de festividades, hacía mucho que en su mundo no se llevaban a cabo. Se había perdido demasiado en todos esos años.
Seivian entro con una charola de madera, llevaba comida, en especial fruta. Que era el alimento preferido de Velkam.
—Tú siempre consintiéndome.
—Bueno, la verdad te debería dar una patada en el trasero, haces demasiado por ellas.
—¡Seivian!
—¡Velkam!
Una sonrisilla traviesa, ilumino el rostro de la hada.
—Come un poco, necesito tu ayuda para encontrar a ese Lobo.
Velkam acepto la charola con la comida.
—¿Sabes? La profecía de mi raza, habla sobre una mestiza, que restaurara la raza. Dice que ella es la puerta para ello y yo la llave.
—Entonces no es coincidencia que te conozca.
Él medito en silencio lo que tenían frente a si, no iba a ser una tarea sencilla. Si ese Lobo, se encontraba en territorio del Maldito, entonces estaban más que jodidos. Él en alguna ocasión estuvo en la desafortunada situación de pelear con Lucían , nunca se compararon en poder. Y siempre se preguntó, por qué el rey Maldito no le había matado. No es que le agradeciera haberlo dejado con vida, en realidad le odiaba por ello.
—¿Qué sucedería si este fuese un Trelkian?
—Es posible, solo pude sentirlo por un momento, antes de que se desvaneciera. Pero ninguna maldita hada, quiere la tarea de adentrarse en territorio hostil.
—Excepto una que está más que chiflada.
—Sip, y tu mi pequeño vas a acompañarme.
Velkam medito sus palabras, mordiendo un jugoso pedazo de melón.
—¿Por dónde sugieres que comencemos tu búsqueda?
—Esto te va a gustar menos, está en el área financiera…
—¿Bromeas? ¿Entre humanos?
—Si, pero no son ellos los que me preocupan. Esta cerca del “Engery”
Velkam clavo su mirada en ella, quizá tendría que enfrentar nuevamente a Lucían. Y solo entonces, quizá, Lucían haría con él lo que tenía que hacer.
—Sabes que sin importar que, debemos hacerlo.
—Si, pero sabes que nadie puede detectar la presencia de Lucían. Nunca sabríamos cuando sobrevendría un ataque de él. Podríamos morir, solo por un leve pulso.
—He contemplado esa posibilidad, si deseas quedarte hazlo, yo tengo que ir. Es mi deber, eso fue lo que yo escogí.
Seivian estaba más que aterrada, conocía todas las historias que se relataban, en relación con el rey Maldito. No quería enfrentarlo, pero no perdería el rastro de este Lobo, se lo debía a él, a su Lobo.
Salir a la oscuridad de la noche, fue lo más reconfortante que habían hecho, día tras día. Las estrellas ofreciéndoles su bello espectáculo, sobre el Oscuro firmamento. No había una sola nube, que empañase la belleza de la noche. El viento era frío y consolador, como en pocas ocasiones.
Se dirigieron al lado este de la ciudad, viajando en el éter. A Seivian, le seguía sorprendiendo la habilidad de los seres de sangre para viajar de ese modo. Velkam serró su mente a todo, a sus responsabilidades, a su gente, al mundo. Sintiendo como el viento jugueteaba a su alrededor. Como le contaba las historias de ese día, sintiendo la libertad que le proporcionaba el volar.