Temores y Encuentro
[[¿Qué es lo que más temes? Sí, ya sabes… lo que hace que tus pulmones se detengan por lo que podría ser minutos u horas. Que tu corazón corra tan rápido que sientas que está por salirse de tu pecho. Que tiña tu piel de blanco cuando estás en esa situación… Yo le temo a la incomprensión humana, a la ignorancia. ¿Sabes por qué? Porque cuando ignoramos algo, es cuando reaccionamos de la forma más estúpida posible. Actuamos peor que los animales. Ellos lo hacen por temor o hambre, nosotros por estupidez.
Lucían prometió enseñarme algunos trucos que él mismo es capaz de hacer. Puedo moverme preternaturalmente, controlar la mente de alguien. Pero hay cosas que debería poder hacer, solo que no sé cómo lograrlo…
¿Cómo hago qué cosa?
El control mental a distancia, pues para ello se requiere un filtro. Pues, por decir, a través de ti, podría controlar a alguien cerca de ti. Para que hiciera lo que yo quisiera.
¿De lujo? Sí, claro. Eso te gustaría poder hacerlo tú.
No voy a controlar a nadie solo porque te incomode. Bueno, quizá solo a ti.
Hay algo sorprendente que no te he dicho, estaba esperando poder decírtelo antes. Pero, no se había dado la oportunidad… Lucían me habló de tres Lobos de la primera línea de descendencia que el Oscuro había puesto a su cargo. Tres seres que llevan en sus venas la misma sangre que yo.
Lo increíble es que me emociona conocer cosas de mi pasado que no recuerdo, o cosas que ignoraba por completo. Me hablan de mi abuela, a quien ya no recuerdo. De tiempos de antes de que mi abuelo se casara con Lyubov, mi abuela. Yo nunca supe por qué el fundador de la Hermandad de Sangre cedió el liderazgo, aunque bueno, este recayó en cada uno de los Hermanos.
Él entrenó a un sinfín de guerreros que posteriormente pertenecieron a la Hermandad. También me dijo, que cada Hermano, sin importar su raza, era por lo menos diez veces más fuerte, más rápido y hábil que el resto. Porque la sangre de la Gran Magia era una de las fuentes del Sectum de la Hermandad.
Él cree que el Sectum de las Razas de Sangre era igual de poderoso, pero que la Gran Magia les controlaba, restándole poder; no quería que nadie se saliera de sus límites. Dice que puedo ser igual de poderosa que él, porque la sangre del Oscuro corre por mis venas, pero que tengo que hacer un doble esfuerzo por mi lado materno.
Egion está de acuerdo con Lucían. Seguramente para poder eliminar mi lado Furia.
No sé, podría ser sumamente peligroso. Solo piénsalo, que alguien tuviera el poder de modificar todo lo que eres. Que pudiera quitarte la mitad de tu ser. Lo que te liga a tu madre. Solo emociones y apellido te uniría a ella. En tu mundo, las emociones son lo más importante… en el mío no.
Pero mi lado Furia, es todo lo que me queda de ella. Ya ni siquiera puedo recordar su rostro, su voz o su aroma. No quiero perder lo que aún la une a mí, no importa lo que Egion y Lucían digan.]]
La tarde era fría, se estaba acercando el invierno. El viento soplaba con mucha calma, las nubes eran oscuras y espesas. Señal fiel de la tormenta que se avecinaba. Los truenos y relámpagos le precedían, era del tipo de tormentas que hacen que el corazón se estremezca de temor. Todo dentro del pent-house estaba en silencio, podía sentirse la agitación de las personas que lo habitaban.
El rey estaba sentado en el escritorio de su biblioteca personal, revisando documentos de sus múltiples negocios y algunos correos electrónicos que había recibido de sus múltiples contactos. Pero hubo uno que atrajo su atención, este contenía una fotografía de un joven no mayor de 15 años. Sus ojos negros, una mirada perdida y su ropa delataba lo mala que había sido su joven vida.
Pero en el rostro del pequeño hubo una mota de familiaridad. Si lo que había leído en el mensaje era real, como lo sospechaba, este joven debía ser ocultado, protegido y adiestrársele en todo aquello que debía saber. La única respuesta a ese correo fueron dos palabras: ¿Estás seguro?
Continuó revisando documentos, cuentas y un sinfín de cosas más que había dejado pendientes. Pero algo le provocaba intranquilidad, aunque no sabía qué era, no había logrado descifrarlo.
“Lucían”
El grito de Anabeth en su mente, lo tomó por sorpresa.
“¿Qué ocurre amor?”
“Es que… no lo sé, solo siento que algo maligno se acerca”
“Tranquila, aquí nada puede ocurrirte”
Se concentró en percibir cualquier anomalía cercana a ellos. Pero no lograba detectar la razón de la intranquilidad de Anabeth. Parecía que solo ella era susceptible a esa perturbación, pero pudo percatarse de que la naturaleza misma parecía estar conteniendo el aliento.
Con velocidad preternatural se dirigió a la habitación principal, en el piso superior, la que ahora utilizaba Anabeth.
—¿Te encuentras bien? —le interrogó entrando a la habitación. La voz de él la tranquilizaba como pocas cosas en el mundo, aun cuando se negara a aceptar ese hecho.
—No sé qué es, es como si me… como cuando estaba en la mazmorra…
—Amor, sé que esto te resultará extraño, pero yo no puedo sentir lo que tú sientes. De modo que necesito que me permitas tomar el control de tu mente…
—¿Cómo?
La voz de Anabeth era apenas audible, nunca había sabido que algo así fuese posible. Que pudiera usar la mente de otro ser para sentir y ver a través de la persona, si bien se podían implantar órdenes y “manejar” como a un títere, no lo que él decía. Además de que tendría que abrir su mente, con sus recuerdos, deseos y miedos más profundos a él. ¿Podría confiar de ese modo en Lucían?
—Necesito sentir lo que sientes, amor, de otro modo no entenderé ese temor que crece dentro de ti.
Anabeth asintió lentamente, el dejarle tomar el control de su mente era una señal de confianza que no creía que él se mereciera. Se acercó a ella con la gracia de un depredador. Comenzó a sentir una vibración muy sutil en su cabeza, podía sentir la energía y el poder emanando de él hacia ella. Se sentía como una personalidad alterna dentro de sí misma.