Hermandad de Sangre

Diecisiete.

Pasado

Despertó en un lugar que le era infinitamente familiar, un lugar en el que estuvo alguna vez, como un hogar de paso. Pero del que no se tiene memoria, solo ese sentimiento abrazador. Un lugar de Valles, de Luz y sombra. Le conoce como él Lamb, el límite entre ambos mundos. En realidad tiene muchos nombres, purgatorio, más allá. Pero sin importar todo eso, él no recordaba si era un sueño o realmente estuvo en ese sitio. La sensación de estar en casa era abrumadora, sentía que había alguien ahí esperándole.

Muchas personas describen esa ubicación como un sitio de paredes blancas, brumas o nubes. Sin embargo, ese sitio es diferente para cada uno. En algunas ocasiones hay tanto que duele, en otras solo es el espacioso castigo de la soledad, nunca existirá un Más Allá igual a otro. Siempre será algo que les dejaba algo de paz, algo que le recordará el hogar, a dónde tenían que pertenecer o simplemente donde serán atormentados por el resto de su existencia. Había un camino brumoso, por ese camino se acercaba una figura. Caminando con calma, observándolo.

Una figura se dirigía en su dirección, se veía algo imponente. Quizá podría ser su conciencia o algo que viniera a llevárselo para ser castigado. Conforme se acercaba, se percató de que era una armadura, pero esta era distinta a la de sus sueños recurrentes.

—Guerrero, ¿Has venido a buscar aquello que te pertenece?

Esa pregunta le pareció ambigua y sin sentido, pero su memoria muscular fue más rápida, colocó una rodilla en el suelo y bajó la cabeza, para hacer una reverencia de respeto.

—Me encuentro perdido.

—Para encontrar lo que buscas debes seguir el rastro del Lobo, después debes volver con tu padre… Y solo, entonces te permitirá tener aquello que te pertenece.

En el momento que estaba por preguntar “¿A qué demonios te refieres?”, sintió un extraño entumecimiento en su pecho, nuevamente cayó al suelo inconsciente. Tenía la sensación de una extraña luz rodeándolo, llenándolo de un calor inmenso. Por primera vez sintió el poder correr por sus venas, esto fue tan fuerte que el sonido se formó en su garganta, convirtiéndose en un grito aterrador. Unos brazos lo rodearon, tratando de contenerlo. Era evidente que algo le estaba pasando, no sabía definir si era bueno o malo, pero era sumamente doloroso. Sintió como su piel se pelaba de sudor y la forma en que cada uno de sus músculos se contraía con violencia, comenzó a ahogarse, tenía atorado algo en la garganta.

El aire no entraba con facilidad por su nariz, logró abrir sus ojos, pero solo observó la nada.

—¡No lo logrará, Alastor!

—Lo logrará, es mi hijo… y este es su legado.

El dolor dentro del cuerpo de Gregori se incrementó, del mismo modo en que la energía que lo recorría. De pronto, sintió una punzada en su cuello, un corte tan fino que lo sintió como si cientos de navajas se enterraran en él, cortando carne y hueso. Deseaba una vez más que la inconsciencia lo alcanzara, pero su cuerpo se negaba a ceder. Había tomado la decisión de seguir a Moira ese día en el banco, y ahora iba a morir…

¡Bingo! Se había sacado el premio gordo de mierda.

Un sabor peculiar comenzó a llegar a través de su boca y se abría lugar hasta su garganta, era un sabor pastoso, terroso y metálico. De alguna manera sabía que era poderoso y antiguo. ¿Qué podría ser? ¿Había probado algo similar antes? No lo sabía, pero sin duda el sabor le era familiar. Sintió como su cuerpo comenzaba a responder a ello, sentía como cada una de sus células se llenaban de vida.

Entonces un recuerdo llegó hasta él, estaba seguro de que ahora lo sabía. Era sangre, sabía que esto era sangre, trató de luchar para evitar que bajara por su garganta… pero no tuvo éxito, lo habían sometido a una fuerte compulsión. Su mirada parecía no querer funcionar, sentía que su cerebro estaba cerrado y el olfato le traía demasiados aromas que lo confundían. Fue recostado nuevamente, su cuerpo le dolía y sabía que las cosas serían peores en la mañana.

Tuvo sueños extraños e imágenes de una vida anterior, su infancia, su vida adulta. Aunque de algún modo sabía que era él, sentía que no había sido su vida, más bien parecía que estaba viendo la vida de alguien más. Se sentía totalmente perdido, podía sentir las lágrimas floreciendo de sus ojos. Por lo que pudieron ser un par de minutos, tal vez fueron horas. Hasta que ya no hubo más, todo su cuerpo se relajó en ese momento y entró en una profunda calma. Se dejó llevar, deseó que esa paz lo rodeara y se llevara consigo su agonía.

—Abre los ojos, Gregori.

Conocía esa voz, era familiar… Sí, definitivamente la conocía, Moira. Él era su guardián, trató de abrir los ojos pestañeando un poco para eliminar la sensación de bruma. Solo logró ver entre sombras, sentía su cuerpo más allá del cansancio. No recordaba con claridad en dónde se encontraba, el lugar no era su hogar… O tal vez sí. Recordaba que había hecho un viaje recientemente, un largo vuelo. No recordaba el lugar, ¿Europa?, Quizá a Hungría, estaba en la tierra de Moira. Lentamente, su cerebro comenzó a recuperarse, sentía como si lo hubieran pasado por una licuadora y después lo hubiera vertido en su cráneo.

—Parece que está reaccionando —escuchó nuevamente la voz de Moira.

—¡Gracias, Gran Madre!

¿De quién era la otra voz? Esta también le era muy familiar, y ese aroma lo reconocía. Lo conocía, era parte de él, pero a su vez no. Una mano grande y cálida le quitó el cabello del rostro.

—Vamos, hijo, vuelve.

—No… No fui a… Ninguna parte…

—Sin duda es él —se burló Moira.

—No puedo ver bien.

—Tus ojos están ajustándose a su actual condición —le explicó Alastor.

—¿A qué condición?

El silencio que prosiguió era algo abrumador, además de una clara señal de que algo andaba realmente mal. Sintió que las galletas y el jugo de frutas que había comido durante el vuelo se agolpaban contra su garganta. Moira se movió con rapidez y lo inclinó hacia la orilla de la cama y colocó un balde debajo de él. El vómito lo alcanzó de manera violenta, una vez que su estómago se vació, lo acomodaron de nuevo, lo limpiaron y lo cobijaron.




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