Los Cazadores de Aknort
Los llamaron “los cazadores de Aknort” cuando salieron del Palacio de Dragos, un grupo de trece seres de sangre. Entre vampiros, hadas, sombras y mestizos de estos con Furias. Eran todo un grupo, entre estos solo había tres antiguos. Seivian era uno de ellos. Los otros dos eran una vampira llamada Fionn hija de Kera, una mujer de la época del Oscuro. Y una mestiza de vampiro llamada Visel hija de Valkno, ella a diferencia de su subespecie, había encontrado la manera de vivir a la luz del día.
Todos los demás eran supervivientes de guerras, las Guerras que el mundo había sobrevivido. Otros de ellos habían perdido su familia a manos de los enemigos de Dragos o de la Hermandad de Sangre. Este era el caso de Zirit hija de Gin, y Linus hijo de Sora, una pareja de hadas de sangre que habían sido rescatados por Dragos hacía casi mil años, y se habían emparejado doscientos años después de su rescate.
Entre el grupo había una tríada formada por tres sombras, dos hombres y una mujer. Ellos habían sido rescatados hacía casi seiscientos años. Capturados por humanos para experimentos y diversión. Fueron torturados, estudiados e incluso experimentados hasta casi la muerte. Los utilizaban como conejillos de indias y los obligaban a utilizar su poder para hacer daño. Ria hija de Lawed fue a la que rescataron primero de un circo en Londres, Faeld hija de Mina fue encontrada en una especie de laboratorio en España y el último Hilan hijo de Rater fue rescatado de los brazos de hombres que lo utilizaban para eliminar a sus enemigos inocentes o no en Rumanía.
Dos de los vampiros que acompañaban a los cazadores habían sido reclutados después de que sobrevivieron a un ataque en uno de los poblados cercanos a Aknort, casi setecientos años atrás. Uno de ellos, Cerak hijo de Daniz tenía una cicatriz que le recorría la cara de la frente a la barbilla pasando por su mejilla y su párpado, estuvo a poco de perder su ojo. Una herida hecha por la Espada del mismo Rey maldito, y no había cicatrizado adecuadamente.
Malar hija de Fian una vampira que era una niña en esos años, había encontrado a Cerak y lo había salvado dándole su sangre. Los últimos en la lista eran un Trelkian llamado Tesat hijo de Lok, un mestizo de mal carácter, pero con un corazón de oro. Él nació en Aknort y decidió unirse a las tropas solo para salvar a su gente, fue el último de su especie. A la edad suficiente se mudó a territorio de Dragos, de esto hacía casi setecientos años, por ello nadie de su raza quedaba en la ciudad.
El último era un mestizo sombra-furia llamado Arisus, aunque no era el nombre de su subespecie, él había dejado su hogar en Hungría hacia más de ochocientos años, al igual que Tesat se había unido a Dragos por decisión propia.
Velkam no estaba seguro de que la compañía que Dragos les había asignado era la correcta, algo en su corazón le decía que todo esto estaba mal. Pero no podía negarse, toda la ayuda posible aun si estos eran los matones de Dragos. Un grupo de trece enlatados en una camioneta familiar, tenía la habilidad de desmaterializarse, pero eso solo podría poner sobre aviso al Rey maldito y a toda su gente. Eran casi las 8:30 de la noche del cuarto día, cuando se acercaron a la entrada de la ciudad, donde estaba el hogar del Rey maldito, cuando se escuchó una explosión. Tan fuerte que casi se quedaron sin sentido.
—¿Qué demonios fue eso?
—Eso… Es un Lobo.
Velkam volvió su mirada a Seivian, al igual que el resto.
—No conozco la esencia de los Lobos —comentó uno de ellos.
—Es algo similar a los Trelkian —les comentó sin aclararles cómo es que sabía de los Lobos.
Todos guardaron silencio meditando las posibles complicaciones de ello, un Lobo después de tanto tiempo podría representar todo o nada. Ninguno de ellos, a excepción de las tres mujeres, conocían a los Lobos y los pocos Trelkian que quedaban libres eran gente de Dragos.
—¿Seivian, puedes encontrarlo?
—Sí, sí puedo… Su energía residual es muy fuerte.
—Bien, Visel, deja que Seivian conduzca por favor.
—Por ti lo que sea, lindo.
Seivian se colocó al volante de la enorme camioneta Minivan, hacía unos 20 años que no manejaba, pero pensaba que lo que bien se aprende nunca se olvida. Condujo entre el tránsito nocturno, a unos veinticinco minutos a la torre del edificio Energy. Era un edificio de departamentos de lujo en el centro de la ciudad, en el corazón mismo de la zona financiera y territorio del Rey maldito.
—Si ella vuelve a conducir, les juro que tendrá que lavar la camioneta —mencionó Hilan llevándose las manos al estómago.
—¡Baboso! No es para tanto.
Ambos hombres rieron viendo a Seivian, quien les hizo un gruñido mostrando sus colmillos.
—Eso fue mejor que la montaña rusa ¿no, Seivian?
—Muérdeme, Ols.
—Eso es lo que quiero…
Hubo más risas, lo que derribó el estrés inicial y a cada minuto que pasaba juntos. De pronto, un destello de luz, seguido de una fuerte explosión, hizo que la camioneta se estremeciera como si se tratara de un terremoto. Una vez recuperados salieron de la Minivan, al igual que todos los seres de sangre y humanos que estaban alrededor levantaron su vista hacia el último piso del edificio, este había desaparecido.
—¡Santa madre!
—¿Qué mierda ocurrió allí?
Todos estaban tensos y en posición de guardia, no sabían qué esperar o quién atacaría.
—El Lobo… Ya no está, se ha ido.
—¡Maldición! Lo teníamos tan cerca —gruñó Velkam.
—Si fue quien hizo esto, entonces se trata de un antiguo.
Los sonidos de sorpresa, temor y algunos quejidos se dejaron escuchar.
—¿Aún puedes rastrearlo? ¿Seivian? ¿Zirit, Linus?
—Sí —respondieron los tres al mismo tiempo.
—Bien… Entonces vamos.
Todos volvieron a la Minivan, esta vez fue Zirit quien tomó el volante. De copilotos iban Linus y Seivian. Se dirigieron al norte de la ciudad a una zona poco poblada, justo donde comenzaba un inmenso bosque, siguiendo el rastro de un Lobo.