Hermandad de Sangre

Capítulo diez I

Hermanos.

 

—Lamento decirlo, hermanos, la hermandad está agonizando… Pronto nos seremos necesarios.

 

Lyubor hija de Dreyken una hada de sangre, la última recluta de la Hermandad de sangre, hacía más de dos mil años, ya no había manera de reclutar más. Ellos prácticamente habían desaparecido en el tiempo, ya no habían sido necesarios, ya nadie recurría a ellos.

 

—Ya solo somos cuatro y no podemos llamarnos Hermandad de sangre.

—¿Qué sugieres Ly? ¿Dimitir?

—No lo sé Dag, no lo sé.

 

Habían tenido esa discusión por siglos, siempre las mismas preguntas, las mismas respuestas, siempre el mismo agotamiento. Pero esto era normal, solo estaban allí esperando a que pasara el tiempo, solo esperando.

 

—Basta de esta misma mierda Lyubor, Airic… Estoy harto, es que no podemos disfrutar más, de que ya no haya más hermanos y no creo que haya sido por culpa de Lucían.

—¿Qué estás diciendo?

—Hemos tenido muchos años de guerras, pero han sido más de dos mil años de tranquilidad… El vino a nosotros y no lo escuchamos, por esa razón perdimos a muchos hermanos y muchos inocentes.

—No entiendo a dónde es que vas con esto Dagonet

 

Dagonet hijo de Vel, el primogénito del Rey vampiro actual líder de la casi extinta Hermandad de sangre. De cabello platinado, lacio, casi hasta los oídos, sus ojos negros y su piel clara le daban una apariencia delicada que contrastaba con su fuerza y su violencia. El mismo era una mezcla extraña, en realidad, podía ser tan sanguinario como lo era Lucían y a su vez tan sutil y sublime que daría su vida por una causa, aun cuando no fuese la suya. Él peleó hombro a hombro con el Oscuro, cuando hubo cerca de cincuenta o setenta hermanos y las tropas rebasaban a cualquier ejército.

 

—Él atacó y destruyó a nuestra gente, a los Trelkian…

—Tengo mis dudas sobre ello — le interrumpió Dagonet.

—¿Qué?

 

La voz de Blair, hija de Anzor se escuchó como un grito en la recámara donde se encontraban, en un viejo Castillo que ahora era utilizado por los humanos como museo. Casi todo el tiempo estaban en la enorme biblioteca, o en el salón de entrenamiento, incluso en la cocina, comiendo o compartiendo una copa de vino o un vaso de cerveza. El lugar estaba cubierto por repisas llenas de libros de piso a techo, y contaba con un segundo piso que también estaba cubierto de pared a pared, con hermosas arañas que iluminaban el lugar. Los tapetes persas adornaban el piso, con sus tonalidades hacían que el espacio fuera cálido y acogedor.

 

—Piénsalo Blair, haz una remembranza ¿Lo viste allí? Porque hasta donde yo sé, ninguno de los hermanos lo hizo, nosotros peleamos contra él. Recuerda que él no era de los que solo enviaba a su gente a pelear y él desaparecía, el destructor se ensuciaba las manos con la sangre de los enemigos.

—¿Desde cuándo piensas eso? — le interrogó a Airic.

—Desde el ataque a los Trelkian.

—¡Por Dios Dagonet! — se quejó Lyubor. —¿Por qué nunca dijiste nada?

 

Eso le hizo pensar que ellos también podrían compartir ese mismo pensamiento, Airic desvío su mirada hacia una de las estanterías de libros del segundo piso, recorrió el barandal de hierro hasta la escalera. Pero eso solo lo hacía para buscar en su memoria, en los viejos recuerdos de ese día.

 

—Porque todo esto suena descabellado, demasiado loco para ser real.

—Pero es muy real — repuso Blair.

 

Blair, hija de Anzor era una vampira de cabello rojizo, sus ojos verde grisáceo, alta como cualquiera de los hermanos, su voz era de una tesitura que solo bastaba escucharla hablar para que se enamoraran de ella. Airic hijo de Joren era todo lo contrario a ella, su cabello oscuro, ondulado a media espalda, su piel trigueña y sus ojos marrones, con una sonrisa fácil, pero el manejo de armas aún más rápido. Lyubor hija de Dreyken no tenía la misma estatura que ellos; sin embargo, era tan letal como el más hábil de los hermanos, sus ojos lilas eran un poco desconcertantes.

 

Se quedaron pensando en las palabras de Dagonet, en los recuerdos de ese evento, en las posibilidades de que todo fuera justo de la manera en que no eran. Un par de golpes en la puerta de la habitación y rompió el silencio del momento, eso era algo que todos habían pensado alguna vez, pero al igual que Dagonet lo habían descartado. Hasta ahora, por lo más irracional que se escuchaba, parecía que después de todo no era tan descabellada la idea. De ser cierta, ¿Quién atacó y los metió en esa agonizante vida?

 

—Pasa Shala — gruño Blair abriendo la puerta, más molesta que sorprendía por ver a la mujer allí, ya que los había interrumpido.

 




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