Diferente
Anabeth llevó a Egion Yurkemi a una zona boscosa dónde sabía que se encontraba en unas cuevas subterráneas, justo en el corazón del bosque. Podía crear una cámara de curación para ayudarle, era algo que nunca había hecho como tal. Pero, tenía paso libre a la mente de su hermano, de esta forma podría extraer toda la información necesaria. Encontró la entrada a una de las cuevas cerca de un montículo de piedra gris, estos parecían ser una pequeña montaña. Como no conocía el interior, no podía desmaterializarse con él dentro.
Con cuidado de no causarle más dolor a quien lo llevaba en su lomo, caminó un largo trecho hasta encontrar la caverna más amplia, era la más grande y espaciosa de todas y de forma irregular. En su interior había estalagmitas y una charca de agua que estaba conectada al lago que había unos kilómetros al norte.
“El internet es una herramienta útil ¿No lo crees?” —le comentó a través de la senda telepática común.
“Seguro”
Egion estaba tan cansado que le era más fácil pensar que hablar, eso no le implicaba esfuerzo alguno a su dolorido cuerpo. Ella acercó su hocico al suelo y sopló levemente para calentar la tierra y eliminar cualquier tipo de contaminación, con todo el cuidado que pudo colocó el cuerpo de su hermano en el suelo, volviendo a su forma humana.
Pero ahora tenía un problema, no tenía nada de ropa.
—Cierra tus ojos, hermano.
Egion trató de sonreír, pero solo le salió un gemido de dolor, ella con cuidado le quitó la chamarra de cuero que llevaba, aun cuando tenía algunos rasguños le cubría hasta las rodillas.
—Bien, escucha… tengo la información que necesito, ahora voy a pedirte que te cierres para que no pierdas más sangre y el dolor desaparezca.
“Bien, hermanita, si necesitas ayuda, llama y te escucharé”
—Lo sé, hombre grande.
Le dio un beso en la frente y lo observó mientras que detenía las funciones de su cuerpo, corazón, pulmones. Suspiró antes de comenzar su tarea.
—Bien…
Le quitó la ropa para revisar las heridas, algunas eran profundas y otras habían comenzado a cicatrizar. Pero tal parecía que no había daño, esperaba que no hubiera ninguno más severo oculto. Salió al bosque a buscar algunas hierbas, hojas, ramas de árbol y cualquier otra cosa que le pudiera ser útil. Una vez que regresó a la cueva hizo una fogata con las ramas secas que había recolectado, que servían para iluminar y calentar la cámara. Llevó a Egion hasta la charca de agua sumergiéndolo por completo, no había riesgo de que se ahogara, puesto que estaba completamente cerrado.
Dibujó un patrón sobre el agua y lo encerró en una burbuja del elemento, se sentó en el suelo con las piernas cruzadas concentrándose en volverse luz y energía. Sintió como cada uno de los elementos le brindaban energía, se vio a sí misma sentada en el suelo cubierta con la chamarra de su hermano. Dejó de sentir y se concentró en la energía que la rodeaba. Con la misma energía rodeó la cápsula de agua en dónde se encontraba Egion, llamó a los minerales de la tierra y el agua, utilizando la fuerza del bosque y del fuego las dirigió al cuerpo de su hermano. Reparando con esos elementos de dentro hacia fuera, estudiando primero las heridas superficiales, después la del brazo, reparando músculos, venas y piel.
Al final se centró en las heridas de la espalda, el rasguño bien pudo haber sido por un oso. Tendría que acelerar las células de su cuerpo para crear tejido nuevo. Esas heridas habían llegado casi hasta el hueso. Con calma y trabajando meticulosamente reparó centímetro a centímetro de la herida, cuando finalmente terminó revisó todas las heridas una vez más, solo para asegurarse que su trabajo estaba terminado. Satisfecha con ello volvió a su cuerpo, se sentía cansada y sumamente mareada, estaba segura de que el amanecer estaba sobre ellos. Aunque aún tenía un problema, uno de los atacantes había inyectado veneno en la sangre de su hermano. Lo había eliminado casi por completo, pero sabía que requeriría de sangre y otra sesión de curación.
Lo hizo emerger del agua y lo sacó del capullo acuático, despertándolo solo el suficiente tiempo para alimentarlo. Porque el veneno se multiplicaría nuevamente con rapidez, volvió a colocar el capullo en su lugar y lo introdujo en el agua. El haber alimentado a su hermano hizo que se le asentara el agotamiento en el cuerpo, sabía que tenía que salir y cazar presas distintas. Animal y humana, ambas para alimentarse. Sin embargo, nunca había hecho esto, pero no tenía otra opción. El destino estaba jugando a su favor, a una distancia prudente de la cueva había un grupo de campistas. Dos hombres y dos mujeres, una de ellas estaba embarazada.
Los sumió en una compulsión para que no se alteraran y no la recordaran, se alimentó de ellos tomando lo suficiente para ella y para su hermano. Esto no los mantendría mucho tiempo, pero serviría, también tomó prestado un cambio de ropa de la mujer y uno de hombre.
Después encontró un par de conejos, pidió perdón antes de quitarles la vida. Regresó con todo a la caverna, una sesión de sanación una vez más, le dio más sangre antes de devolverlo al agua. Retiró la piel de los conejos y los limpió bien, los ensartó en un par de ramas poniéndolos a cocer al fuego.
Finalmente, vistió a su hermano y lo recostó sobre la tierra.
—Abre tus ojos, grandullón.
Egion revoloteó sus pestañas antes de dejar que el aire saliera de sus pulmones.
—¡Buen día, solecito!
—¡Qué simpática! … Buen día, hermanita.
Se sentó lentamente acomodando los huesos de su cuerpo, las heridas estaban próximas a desaparecer, Anabeth había hecho un excelente trabajo.
—¿Cómo te sientes?
—Bien… gracias, hermanita, te debo la vida.
—No me debes nada, tú también luchaste por mí.
Anabeth lo abrazó tratando de no lastimarlo, sintió como se llenaron sus ojos de lágrimas.
—Tranquila, pequeña, todo va a estar bien.