Hermandad de Sangre

Capítulo diez III

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Cuando Anabeth despertó se encontró con el rostro del rey maldito a unos centímetros del suyo, él le acarició el rostro con su mano.

 

—¿Eres real?

—No… soy un sueño —le respondió ocultando una sonrisa.

—Entonces no quiero despertar.

 

No pudieron reprimir la sonrisa, se sentían cómodos, tranquilos y felices. Las velas se habían pagado en algún momento de la noche, al amanecer los rayos del sol se filtraban como finos hilos entre las cortinas semicerradas.

 

—Tengo que hablar con Egion.

—¿Egion? ¿De qué? —tomo su mano y beso sus nudillos.

—Es personal.

—Mmh

—¿Mmh qué?

—Si prefieres hablar con él que conmigo, está bien.

 

Lucían se revolvió en la cama dándole la espalda, subió la manta hasta la barbilla.

 

—Lucían… mírame.

—No, quiero dormir ahora.

—Amor, por favor.

 

El aire se atascó en los pulmones del destructor de todo, en más de un año que tenían juntos jamás le había llamado así, o al menos con un apelativo cariñoso. Sintió una mezcla de alivio, felicidad y nostalgia. Tanto tiempo esperando que llegase ese momento, en realidad siempre tuvo temor de que ella lo rechazara.

 

—Escucha, contigo puedo hacer cosas y hablar de temas que con Egion no.

—Un ejemplo

—Con él no podría estar desnuda en la misma cama.

—En algunos reinos la realeza se emparejaba con su misma sangre.

—¡Iug! No, que horror, eres un pervertido.

—¿Segura?

—No seas infantil Lucían.

 

Ella recargó su barbilla sobre el hombro de él, inhalando su aroma, a chocolate y vainilla.

 

—Dime una cosa.

—¿Qué?

—¿Me diste tu sangre?

—Sí.

—¿Por qué?

 

La respuesta era tan simple y a su vez tan compleja, pero solo le quedaba decirle la verdad, sin importar cuál extraño se escuchara. El problema era que ella quizá no estaba lista para escucharlo o para entender lo que implicaban las emociones que sentía por ella. ¿Qué sucedería si ella no estaba lista? Podría el sobrevivir con las consecuencias de su rechazo y aun así continuar salvando el mundo que no lo quiere, y lo rechaza desde el momento mismo que supo de su existencia, cuando el tercer hermano envió a esos Nehares, espectros oscuros a eliminarlo a él y a sus dos hermanos.

 

Ellos a diferencia de Los tres hermanos, no fueron engendrados y traídos a la vida por mano de la misma magia, ellos se desarrollaron una especie de matriz cósmica, entre la Tierra, agua y la lava, después del ataque solo él sobrevivió. Pero pudo sentir el dolor agónico de sus hermanos al ser destruidos, desgarrados hasta la muerte. Para salvarle, sus hermanos le otorgaron todo su poder, toda su magia y así es como resurgió más fuerte y peligroso.

 

Sintió los labios de ella sobre su cuello, atrayéndolo de regreso a la habitación.

 

—Si no quieres hablar está bien, voy a ver Egion y regresó.

 

La sintió alejarse, escuchar susurro de la ropa de ella cuando se desliza sobre el cuerpo, se sintió solo al no tenerla a su.

 

—Lo hice por dos motivos… Principalmente, porque no puedo seguir mi vida sin ti, necesito saber dónde estás exactamente… No quiero volver a pasar por todo ello.

 

Anabethbeth se volvió a verlo, él seguía la misma posición en la que lo había dejado, dándole la espalda.

 

—¿El otro motivo?

—Ese aún no puedo decirlo.

—Bien, al menos podré saber exactamente dónde estás todo el tiempo.

 

Cuando él volvió a verla, ella ya había salido de la habitación.

 

Egion, Moira y Vogel estaba en la cocina volviendo locas a las mujeres del servicio, ya que ellos estaban acostumbrados a preparar sus alimentos con sus propias manos, a servir a su gente con todo el amor y lealtad que eran capaces de dar. Ellas estaban preocupadas porque estaban cocinando dios sabe que y, por el desastre que estaban haciendo, que era monumental. El estar reunidos los tres en una cocina era algo que no habían hecho en un par de años, por lo cual estaban muy agradecidos.

 

—Le entregué las crónicas a Anabethbeth.

—Me imaginé que lo harías — murmuró Vogel amasando un tipo de harina de un color cremoso.

—¿Alguna vez esperaron ver el poder que tiene siendo solo una mestiza? ¿Se imaginan lo que será cuando sea un Lobo? — interrogó Moira pensando en ello.

—Creo que no superará a los tres con facilidad — responde Egion.

 

Después de eso siguieron cocinando en silencio, no era que eso les molestara, les diera miedo o les preocupara. Y era evidente que nadie les había enseñado el término “lávalo después de usarlo”. Eso de cocinar era algo que realmente les gustaba, estaban preparando un guisado húngaro llamado Paprikás Csirke (páprikash chirque), pechuga de pollo en crema de páprika y tejföl, acompañado con ñoquis,  un delicioso debostorta una pasta de Moka y caramelo.

 

—¿Creen que Vel se quede tranquilo después de lo de su hijo?

—No lo creo Moira, si sabe de qué en medio de esto estuvo la energía de un Lobo será un caos, después de todo se supone que ya no existimos.

—¿No les gustaría ser una mosca en la pared? — les interrogó Vogel con una sonrisa maliciosa.

—Sí — respondieron los dos al mismo tiempo.

—Pero hay algo que realmente me preocupa — comentó Vogel.

—¿El qué?

—La ecuación Anabeth-Lucían.

 

 

Los tres guardaron silencio, posibilidad que a ninguno había contemplado cuando rescataron a Anabeth.

 

—¿Se dieron cuenta la forma en la que se veían el uno al otro?

—Ya quisiéramos un amor así Egion, ninguno de los tres ha tenido algo parecido.

—Sí, lo sé, solo es que…




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