Hermandad de Sangre

Veintiocho.

Enemigo

Usando el plan que habían ideado, comenzaron con eso la semana pasada. Los cazadores de Aknort fueron atacados por enviados de Dragos en varias ocasiones en su camino hacia Siria. Para rastrearlos y llevarlos al castillo y a las mazmorras utilizarían a las hadas de sangre. Velkam comenzaba a pensar que esos ataques ya no eran parte del plan, habían estado muy cerca de atraparlos y sí les habían hecho daño. Lograron escapar por poco, las historias concordaban, los recuerdos eran igual en todos, de modo que cubrirían los recuerdos falsos. Ahora solo debían encontrar la forma de localizar al rey maldito.

Seivian y Velkam estaban en el balcón del departamento pese al frío de la noche, estaban tranquilos y charlando de todo y nada a la vez.

—Creo que sí pude tener hermana, pero mi madre murió cuando yo era un bebé, de modo que me crio con la vidente.

—¿Fue difícil?

—¿Difícil? Yo era de la realeza Furia, todos me veían como si tuviera dos cabezas… Creo que si hubiera sido una mujer con dos cabezas hubiera sido más normal.

—¿Alguna vez supiste por qué eras el único hombre de tu raza?

—No, más bien no me quedó muy claro.

El embarazo de su madre había sido un embarazo natural como el de cualquiera de su raza, decían que esto ocurriría solo una vez a lo largo de la existencia Furia, en el que solo un hombre nacería dentro de la raza. Él no tuvo padre, solo madre y solo por poco tiempo. No tuvo familia o amigos de los pocos que quedaron de su raza, ninguna Furia quiso jamás unirse a él. No conoció el amor de una mujer o de una humana, lo más cercano a una familia que tenía era una pandilla de enfermos que buscaban un ser de sangre sin saber por qué.

Pero solo estaba siguiendo las órdenes de alguien más poderoso, ¿Acaso ese era su destino? Haciendo algo que su corazón le decía estaba jodidamente mal, por órdenes de un ser en el que no confiaba, alguien que siempre le dio mala espina. De no ser porque necesitaba todos los recursos que tenía Dragos, ni siquiera habría aceptado acercarse a su territorio. Pero ahora estaba aquí, a unas horas de entrar en el territorio de las razas… lo cual era malditamente una locura.

—¿A qué te refieres?

—Mi madre… me dijo que siempre estaré atado a la profecía.

—Eso es terrible… te están atando a un destino que no sabes si puedas o quieras cumplir.

—¿Por qué no querría cumplirlo?

—Velkam, ellas te trataron como paria, ¿aun así sacrificarás tu vida por ellas?, ¿sacrificarás tu corazón por ellas?

—No sé a qué te refieres…

—A esa hermosa vampirita que siempre está a tu lado y no te quita los ojos de encima… ¿Ahora vas a decir que no sientes nada por ella?

Velkam meditó sus palabras, sabía que ella tenía razón, estaba más que enamorado de Visel, de su inteligencia, de su fuerza… pero estaba atado a su gente, esa profecía lo ataba a otro ser, lo ataba a un destino que no había pedido.

—Es tan complicado, Seivian.

—Solo no dejes ir esta oportunidad, no cometas mis errores… sobre la profecía, quemaremos ese puente cuando lo hayamos cruzado, ¿de acuerdo?

Y era por eso que había conservado su amistad por siglos.

—Te lo prometo, Seivian, jamás dejaré que la profecía esté antes que mi corazón.

—Te prometo que encontraremos cómo cumplirla sin tener que sacrificar a nadie —se burló Seivian abrazándolo.

La voz de Malar Fian los trajo de regreso a la realidad.

—¿Están todos listos?

—Sí, aunque estamos un poco nerviosos.

—Lo sé, nunca es fácil ir directo a la boca del infierno.

—Eso no ayuda, Velkam.

Velkam y Seivian regresaron al interior del departamento, para terminar de hacer los preparativos. Después de un par de minutos se reunieron de nuevo en la sala del departamento, ninguno sonreía y se veían extremadamente nerviosos.

—Tenemos que ser realistas, no sabemos qué encontraremos o enfrentaremos… Y eso es motivo para temer, pero tenemos que ser precavidos.

“No parece el mismo” —pensó Seivian, algo en él se veía distinto, como si hubiera envejecido un poco, como si todo lo que había ahora hubiese desaparecido.

—Partamos entonces y veamos qué sucede.

“Esperemos no equivocarnos y salir de esto con vida” —pensó Velkam viendo los hermosos ojos de Seivian.

Todos estaban conmocionados, quizá esta sería la última noche que pasarían juntos y no es que hubieran compartido mucho, pero sin duda lo que estaban por enfrentar les hacía temer. Los observó uno a uno asintiendo con la cabeza, como un saludo a una despedida para cada uno de ellos, todos con ropas antiguas, desgastadas, debían parecer refugiados y no un grupo de cazadores.

Quizá alguien podría estar observándolos, que se debía creer que posiblemente necesitaban ayuda… Rezaban porque así fuera, y simplemente pudieran llegar a Siria. Ya habían recorrido más de la mitad del camino, no sabían si el hecho de entrar al territorio del maldito podría provocar que saltaran las alarmas. De manera que decidieron dividirse en grupos, los primeros en tocar tierra en Damasco serían los encargados de conseguir un lugar donde agruparse. Tenían que ser lo más discretos posible, unos entrarían por aire, otros por tierra. Habría una o dos semanas entre la entrada de cada grupo. Velkam, Seivian y Visel serían los últimos en llegar, ellos borrarían su rastro para Dragos. Se mantendrían en contacto por correo electrónico, por el momento nada de tecnología.

Ninguno de ellos podría usar magia, nada, ni una gota. Tenían que enmascarar su presencia el mayor tiempo posible, al menos hasta estar seguros de que estaban cerca ya del territorio de Lucian. Hasta donde habían sabido la incursión de los grupos fue fácil, no hubo sospechas, no hubo nadie que los interrogara. En realidad les había parecido demasiado sencillo entrar al territorio del Maldito, se suponía que esto era “imposible” y era la razón por la que Dragos no cruzaba el mar para enfrentar cara a cara al rey.




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