Hermandad de Sangre

Doce III

 

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La petición llegaba por la vía tradicional, hacía siglos que nadie le hacía una solicitud de audiencia. Ni siquiera sus propios hijos la convocaban. Desde que la habían relegado casi al olvido, como si fuese un ser como ellos. La gran magia era en realidad el padre y la madre de todas las razas, la gran magia había creado reglas y leyes para ellos, pero ya nadie las obedecía.

 

Desde la desobediencia del Oscuro al emparejarse con la Furia, comenzó la caída de todos, pero no culpaba a su más perfecta y pura creación. Ellos eran fieles a sus corazones y sobre todo a su grandeza, nunca habían dejado de creer en su fortaleza, era lo que más emocionaba a la gran magia. Al escuchar la petición del líder de la Hermandad de sangre dudó, no por quién él era, sino por sus propias reglas. En algún momento fueron estúpidas e injustas, sólo podía ver, oír, sentir y no intervenir.

 

¿Sería el momento de despertar y de actuar cambiando todo lo que era por lo que debía ser?, ¿Podría hacerlo? Lo, la pregunta real era, ¿Se atrevería a hacerlo? En realidad la gran magia era él o la protagonista y al mismo tiempo la antagonista, del todo y la nada, macho y hembra. Así que básicamente podía hacer lo que quisiera. Sino se impusiera tantas reglas sobre si, siempre se había justificado con la idea de que hacía por el bien de todos sus hijos. Ahora se preguntaba, ¿En qué habría equivocado?

 

Ya había pedido a uno de sus hijos cuando se encarnó en una mujer y le dio la vida a Thormenth y sus hermanos, se habían obligado a matarle, tras traicionarles y atentar contra toda su creación. Fue un golpe muy duro, pero él había tratado de eliminar a la tríada de Thorrend, quiénes serían una de las fuerzas más letales contra él. Lamentablemente Thormenth se dio cuenta de los planes de la gran magia, así es que se vio obligado a eliminarlos. De los tres hijos solo pudo salvar a uno, sus hermanos transfirieron su poder a este.

 

Sus nombres habían sido Morem, Jorzat y Ozitter.

 

Para que la historia no se repitiera decidió crear una raza pura, una sin relación alguna con sus hijos naturales. Los Lobos y los liberó al mundo junto con aquél sobreviviente de la primer tríada, obligándolo a ocultarse y ocultar su verdadero rostro así como su nombre. Sólo se delatan por el color de su sangre, pero ese era un secreto que sólo la gran magia conocía.

 

Quizás sería momento de asumir lo que como padre y madre hacían sus hijos, ¿Podría hacerlo? Al final podía dejar que como los idiotas desconsiderado, egoístas, ególatra, y estúpidos que era se mataran entre sí. Siempre volvería a crear otras criaturas, ahora sabía de qué cosas librarlas para que fuesen perfectas, puros inmaculados. Quizá esa era la mejor respuesta que había para un interrogatorio y para la petición de la Hermandad, al final con la gran magia iniciaba todo y se terminaba todo. Tomó la decisión y les envío las respuestas al príncipe Dagonet hijo de Vel.

 

 

 

 

 




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