Hermandad de Sangre

Capítulo trece III

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La Hermandad de Sangre se dirigía a Escocia, habían dejado el viejo país después de saber en que forma había muerto Borss hijo de Vel. Estaban molestos confundidos y por primera vez en siglos, se sentían perdidos. Habían enviado una petición de audiencia a la gran magia, no sabían si respuesta a su petición sería a favor. Quizá la gran magia no respondería, en cuyo caso estarían perdidos. Sin pistas, sin ayuda, no podrían tomar una decisión acertada y quizá lo lamentarían por el resto de sus vidas. Aunque, quizá dentro de poco podrían perderlas.

 

Habían decidido viajar al modo humano, "mochilenado", no necesitaban mas de lo  que poseían eso les proporcionaría el tiempo y  sobre todo la serenidad y distracción que en ese momento era lo mejor de todo. Ya que una vez que Dagonet hijo de Vel exteriorizo sus dudas, el resto de los hermanos los hizo, encontraron mucho de verdad en ello. Todos estaban un poco molestos con el resto, se suponía que eran hermanos y no habían tenido esa confianza, ¿En qué más desconfiaban?

 

Analizando el pasado, se encontraron con anomalías que  antes no  habían notado, como, ¿Por que Dragos tenia un montón de mazmorras por todo el mundo? Sobre todo, ¿Porque estaban "vacías"? Ellos habían estado un par de veces  en esos sitio, con los que se habían topado buscando un rastro, o siendo atraídos de alguna manera hacia ellos. Pero, todos estaban misteriosamente vacías y altamente custodiadas, por engendros, esbirros y malditos, de la clase del ejercito del Rey maldito, Lucían.

 

Pero la mayor pregunta del mundo  era, ¿Por que demonios Dragos tenia a su servicio seres de la creación del Maldito? Los cuatro sabían que no obtendrían respuestas de Dragos, y si la gran magia no les respondía, entonces tendrían que  usar su  ultima opción. Tendrían que dirigirse a Siria, a territorio peligroso, esa era una idea que realmente los perturbaba.

 

Estaban acampando en un viejo bosque a unos kilómetros de la frontera con Escocia, estaban descansando al rededor de una cálida fogata. Comiendo un poco de las provisiones que habían adquirido en el poblado anterior, Habían pasado tanto tiempo juntos, que en ocasiones  ya no tenían nada que decirse. Estaban comiendo en silencio y con calma, la nochera fría, como siempre en esa época del año. La luna estaba oculta  detrás e unas pesadas nubes, en ese momento estaban incompleto silencio.

 

Solo podía escucharse el chisporroteo del fuego, Dagonet comenzó a sentir una extraña energía a su alrededor, al inicio, pensó que era paranoia, pero se percato de la atención de sus hermanos. Con lentitud se fueron encerrados en una cúpula de energía, que no permitía la entrada o salida de nadie. Ninguno se movió, nadie hizo  el intento  por defenderse, dejaron su comida en los lugares donde habían estado  sentados, se pusieron de pie y desenvainaron sus espadas. Clavaron la punta de esta en el suelo, y colocaron una rodilla, mientras que con ambas manos sujetaban el maneral de la espada, inclinaron  su cabeza y aguardaron.

 

Sobre la fogata apareció la figura de una Nuinphus de sangre, una creación de la gran magia, ellas tenían habilidades sanadoras, además de que contaban con la fuerza y podre de los hermanos.

 

—Que la sabiduría infinita de la gran magia los traiga de regreso al buen camino —dijo la Ninphus en el idioma antiguo, un saludo completamente inusual y desconcertante —Pónganse de pie guerreros de la gran magia.

 

Uno a uno fueron poniéndose de pie y envainando sus espadas, Dagonet la reconoció, ella era Xante, de cabello azulado y piel rojiza, ojos blancos, todo un arcoíris en si misma.

 

—La gran magia ha tomado una determinación con respecto a su petición, dadas las condiciones de estas.

—Con todo respeto Xante, ¿Que condiciones?

—La alta traición de la Hermandad de Sangre.

—¿Que dices estúpida criatura? —grito Airic hijo de Joren, sumamente furiosa.

—Cállate elemental, no  tienen permitido hablar hasta que logran magia les llame a su presencia, yo solo he venido a revelar la profecía que se cumplirá dentro de muy poco. Pero, se los advierto, nadie excepto el hijo de la gran magia, que no fue engendrado por su vientres, debe saberlo.

 

Todos la observaban con furia e incredulidad, ¿por que los estaba llamando traidores? ellos solo servían a la gran magia, solo protegieron  a los que estaban indefensos de los ataques. Fuera de ello la pregunta que surgía, era... ¿Quien es el hijo no engendrado?, ¿Donde estaba él?, ¿Como sabrían si  era de fiar? Eran demasiadas preguntas, que sabían Xante no respondería, pero, obedecer a la gran magia tenia que ser su máxima prioridad.

 

 

—Solicito la gran Xante, nos revele la profecía da la gran magia.

—Ohh! mi querido Dagonet hijo de Vel, tu siempre tan adecuado y correcto.

 

Xante guardo silencio observándolos, todos estaban molestos, pero eso no le importaba, estaba feliz de poder poner a alguien de ese humor, aun cuando no había sido enviada para esa tarea.




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