Hermandad de Sangre

Capítulo catorce II

 

 

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Seivian hija Adirus de  había seguido el consejo de Anabeth, con el mayor cuidado posible se dirigió al complejo de entrenamiento, sentía que su corazón iba a salirse de su pecho. Con cada paso que daba, sentía la creciente necesidad de regresar a un lugar mas seguro. De forma literal sentía que se estaba metiendo en la boca del Lobo, por ello se sentía como cordero al matadero. Se detuvo en la entrada, los pasillos estaban a media luz, pero podía escucharse en alguna parte el golpe los golpes a algo.

 

Camino por los pasillos del complejo guiándose por los sonidos, hasta que lo encontró en uno de los “gimnasios” internos golpeando un enorme saco de box. Le sorprendió un poco verlo haciendo algo físico, pensó que ejercitaría más su lado mágico, pero también le encontró algo de sentido al saber cómo se sentía ella misma. Sabía que posiblemente el la había detectado desde que abrió la puerta principal, lo que le dio un poco de ánimos es que siguiera aquí.

 

—Vogel… ¿Puedes darme cinco minutos de tu tiempo?

—No.

—Por favor, necesitamos hablar. No puede ser como las últimas veces que hemos estado cerca y simplemente huyes.

—No huía, solo no tengo nada que decir —le respondió golpeando el saco con más violencia.

—He intentado explicarte por todos los medios, pero no quieres escucharme.

—Solo han sido un par de veces.

—Lo se, pero el pasado deberíamos dejarlo atrás.

 

Vogel se detuvo de golpe, sabía que habían pasado muchas lunas, pero… ella siempre había dejado todo con demasiada facilidad, se giro hacia ella observándola. Su aparente calma lo saco de sus casillas, se acercó a ella peligrosamente, en su mirada había furia, confusión, celos y cuanta emoción era capas de sentir.

 

—Vogel, yo...

—¿Tu que?

—Fue hace tanto... ¿No puedes olvidarlo?

 

La respiración de Lobo era un tanto errática, nada tenia que ver con el extenuante ejercicio que había hecho.

 

—¿Tu pudiste olvidar lo que nos hiciste? Por que a mi me destrozo el alma Seivian... No fue tu rechazo, fue el echo de que me di cuenta que solo yo tenia el valor de pelear por ese amor. El valor de dejar que el mundo se pudriera con sus malditas leyes de sangre, por ti... la cosa es amor, que tu madre y tu padre usaron las mismas palabras que tu... y eso lo hizo aun mas decepcionante, ni siquiera pudiste ser original para mandarme a la mierda.

 

La sangre de Seivian se helo, después de todo ese tiempo pensando que ella de manera simple lo dejo, él no sabia que la habían obligado  a hacerlo… pero si sabía que ella no lucho, que al segundo siguiente supo que había cometido el peor error de su vida. Vogel espero por una respuesta, una replica, como siempre esta no llego. Se dio la vuelta, comenzó a caminar en dirección de los bancos, donde tomo una toalla azul y se la hecho al hombro.

 

"¿Que estas haciendo? ¿vas a dejar que se valla?" —Esa vocecita en su cabeza le reclamaba con fuerza, como nadie mas lo haría. "Esperaste tanto tiempo a volver a verlo, ¿No aras nada?"

 

Sintió que sus ojos se llenaban de lagrimas.

 

—Mi vida era mía, pero... nunca tuve paz, nunca me permitieron decidir con libertad. Aun ahora, no me siento en paz. Y si no tienes eso, no tienes nada... ¿Cual es la respuesta de por qué no luche? Es algo que me sigo preguntando, no puedo volver atrás y cambiarlo, para tener esa respuesta o un poco de paz —Vogel se detuvo cuando ella comenzó a hablar, no se volvió a verla, solo la escucho —Pase cada año, cada siglo, cada maldito odiándome por haberte dejado, por escuchar a mis padres y no a mi corazón... el mundo nunca volvió a estar completo sin ti, Vogel... no volvió a tener color, nada estuvo bien todo ese tiempo, hasta ahora…

 

El Lobo no respondió, solo se quedo allí parado, sin moverse, sin hacer o decir nada. Pensaba simplemente, escuchando y como el cazador que era solo aguardando, ¿Su amor era de esos que le había contado su padre?  ¿Era de los que duraban hasta el final de los tiempos?, ¿Era real o solo un capricho?, ¿Era solo un recuerdo? él al igual que ella tampoco tenia paz, ni una respuesta.

 

—¿Todos estos siglos y no pudiste retractarte?

—Lo hice… mi padre me repudio, pero fue mi madre quien lo entendió y quién calmo la ira de mi padre… Vogel, la vida nos da una  segunda oportunidad de estar frente a frente.

 

Él se volvió a verla, con una expresión neutra en su rostro.

 

—¿En serio?

—Si.. no podemos permitir que se nos valla entre los dedos una vez más.

 




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