Hermandad de Sangre

Capítulo quince.

Cambios…

 

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Ni siquiera puedo decirte si me siento confundida, molesta, asustada, agradecida acerca de lo que ha pasado esta noche. Quizá es verdad, aún estoy en shock, fue demasiada información, saber que Lucían es hijo directo de la gran magia… que por cierto en mi mundo es la más grande deidad, quien creo todo y el todo… lo que me preocupa es que la gran magia nunca creo a un solo ser, siempre venían en múltiplo de tres. Es decir, siempre era una tríada, de manera que o existieron otros dos como él o aún existen. Sé con certeza que él no es el tercer hermano, la última tríada de poder hijos de la gran magia.

 

Quienes lo cambiaron todo, los grandes padres nacieron de esta última tríada. Y muchas de las razas después de ellos, creación de los hijos de la gran magia. Pero, me aterra pensar que exista alguien con el poder de Lucían, siento que él es por mucho más poderoso que los padres de las razas. Lo que me trae de nuevo a todo lo que paso en esa oficina… ¿El haber intercambiado sangre con Lucían, quien tiene sangre pura de la gran magia en que me convierte?, ¿Ahora solo soy un montón de arcilla para que otros vengan y me moldeen a su gusto?

 

Sé que ya estaba de acuerdo con el cambio, con que me quitarán esa única cosa que me ataba a mi madre… pero creo, que quizá solo estoy asustada de ver qué ahora todo se está volviendo real y de un modo que no está en control de nadie. Según me explico Lucían, el estado de Xetorrem, es un punto muy vulnerable. Cualquiera con el conocimiento y el poder necesario podría interferir, podría ser un desastre… No se te lo preguntes, pero yo sí lo hago… ¿Si es tan delicado por qué hacerlo de este modo y no en un entorno controlado?

 

Ok, tal vez este exagerado, quizá solo estoy muy paranoica. Solo que todo me tomo por sorpresa, sabía que Lucían era un ser que ostentaba un poder enorme, solo no imaginé cuan grande sería este. Posiblemente, supere al poder de la corona del Oscuro, ya que es parte de una tríada. Quizá solo tengo que ir a la cama para consultar las cosas con la almohada… perdón, no es que el hablar contigo no me ayude, es solo que debo asentar mis sentimientos y mis pensamientos primero.

 

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Anabeth estaba recostada en su cama, esa noche Lucían no estaba con ella. Le había pedido tiempo y espacio para asimilar lo que había pasado, pero ni los inciensos, ni los aceites o brebajes para dormir funcionaban. Solo había estado dando vueltas en la cama, sintió la fuerte necesidad de salir del palacio. Quizá la brisa de la noche le daría un poco de claridad, para saber cuáles eran sus emociones reales. Se dirigió a la parte posterior de la propiedad, donde estaba ese hermoso lago, que parecía haber sido pintado por manos expertas.

 

Esa noche no había luna, lo que la desconcertó algo. Había deseado ver al conejo en la luna, y que el reflejo de su luz en el agua le diera tranquilidad. Sintió el viento moverse a su alrededor, trayendo consigo un aroma que amaba y al que había descubierto se hizo adicta. En silencio, él la rodeó con sus brazos, pegando su pecho a la espalda de la chica.

 

—Deberías estar durmiendo —la reprendió hablándole al oído.

—Deberías estar dándome espacio.

—¡Pero qué dices mujer! Yo ya te di el espacio que me pediste, y sobre todo el tiempo… solo que por alguna razón no puedo está muy lejos de ti.

 

Ella se giró entre sus brazos para poder verlo a los ojos, en su rostro se mostraba una sonrisa arrogante.

 

—¿Por qué hizo esto la gran magia?

—Creo que es algo que sus oráculos no ven lo que la asusto… mi Akiria creo a los Lobos para proteger a las razas, de manera que debe haber una amenaza sobre nosotros o no habría actuado tan de forma tan precipitada.

—¿Y no te da miedo?

—¿El qué?

—¡Lucían! Que la gran magia sienta temor.

—No, su vida debe sacudirse de vez en cuando para mantenerle alerta —le respondió sonriente, pero ambos sabían que eso era algo para preocuparse y no bajar la guardia.

—Bien, vamos a dormir, ha Sido una noche muy larga.

 

Lucían sonrió, le dio un tierno beso en los labios y camino con ella de regreso a su habitación. Pese a lo sucedido esa noche, el ritual no podía hacerse en otra fecha. De manera que había que esperar un par de semanas, era una de esas cosas que tenía que ver con la luna y los Lobos. Lo cual a Lucían le parecía una soberana tontería, pero no iba a echar a perder esto, menos con lo delicado y frágil que estaba la psique de Anabeth.

 

No le gustaba verla en ese estado de alerta en el que casi se encontraba todo el día, excepto cuando dormía, o cuando se encontraba con ella. Él estaba desesperado por llevar al cabo la conversión, no quería arriesgarla más de lo necesario ni hacerla sufrir. Pero tenían que esperar, por cosas de los Lobos y la luna. Solo serían un par de meses, pero estaba seguro de que las cosas saldrían bien, eso le rogaba a la gran magia sin pronunciar palabra alguna.

 

Lucían tenía miedo por qué sabía que cuando algo va a salir mal, todo lo demás saldrá mal. Una de esas noches, dónde no se sentía tranquilo paso, en las fronteras Sirias, después de un rápido y violento ataque a hogares de seres de sangre y humanos que vivían en comunión, detectaron una presencia de un ser que no debía estar allí. Coordinó a su gente como si fueran piezas de relojería, se aseguraría que el bastardo del gran padre nunca más pusiera sus pies cerca de dónde él o su mujer se encontraban.

 

Antes de partir a la cacería se aseguró de dejar “las puertas cerradas”, no podía arriesgar a nadie de los que se quedaban en el palacio a qué les ocurriera algo en su ausencia. Con la confianza que tenía en sus hermanos de armas, se materializó en la zona donde habían detectado la presencia. Una zona parecida a un parque en las afueras del bosque, la tarde era fresca y el viento de manera simple indicaba problemas.




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