Corazón de Lobo
Seivian hija de Adirus había seguido el consejo de Anabeth, con el mayor cuidado posible se dirigió al complejo de entrenamiento, sentía que su corazón iba a salirse de su pecho. Con cada paso que daba, sentía la creciente necesidad de regresar a un lugar más seguro. De forma literal sentía que se estaba metiendo en la boca del Lobo, por ello se sentía como cordero al matadero. Se detuvo en la entrada, los pasillos estaban a media luz, pero podía escucharse en alguna parte los golpes a algo.
Caminó por los pasillos del complejo guiándose por los sonidos, hasta que lo encontró en uno de los “gimnasios” internos golpeando un enorme saco de box. Le sorprendió un poco verlo haciendo algo físico, pensó que ejercitaría más su lado mágico, pero también le encontró algo de sentido al saber cómo se sentía ella misma. Sabía que posiblemente él la había detectado desde que abrió la puerta principal, lo que le dio un poco de ánimos es que siguiera aquí.
—Vogel… ¿Puedes darme cinco minutos de tu tiempo?
—No.
—Por favor, necesitamos hablar. No puede ser como las últimas veces que hemos estado cerca y simplemente huyes.
—No huía, solo no tengo nada que decir —le respondió golpeando el saco con más violencia.
—He intentado explicarte por todos los medios, pero no quieres escucharme.
—Solo han sido un par de veces.
—Lo sé, pero el pasado deberíamos dejarlo atrás.
Vogel se detuvo de golpe, sabía que habían pasado muchas lunas, pero… ella siempre había dejado todo con demasiada facilidad, se giró hacia ella observándola. Su aparente calma lo sacó de sus casillas, se acercó a ella peligrosamente, en su mirada había furia, confusión, celos y cuanta emoción era capaz de sentir.
—Vogel, yo...
—¿Tú qué?
—Fue hace tanto... ¿No puedes olvidarlo?
La respiración de Lobo era un tanto errática, nada tenía que ver con el extenuante ejercicio que había hecho.
—¿Tú pudiste olvidar lo que nos hiciste? Porque a mí me destrozó el alma Seivian... No fue tu rechazo, fue el hecho de que me di cuenta que solo yo tenía el valor de pelear por ese amor. El valor de dejar que el mundo se pudriera con sus malditas leyes de sangre, por ti... la cosa es amor, que tu madre y tu padre usaron las mismas palabras que tú... y eso lo hizo aun más decepcionante, ni siquiera pudiste ser original para mandarme a la mierda.
La sangre de Seivian se heló, después de todo ese tiempo pensando que ella de manera simple lo dejó, él no sabía que la habían obligado a hacerlo… pero sí sabía que ella no luchó, que al segundo siguiente supo que había cometido el peor error de su vida. Vogel esperó por una respuesta, una réplica, como siempre esta no llegó. Se dio la vuelta, comenzó a caminar en dirección de los bancos, donde tomó una toalla azul y se la echó al hombro.
"¿Qué estás haciendo? ¿Vas a dejar que se vaya?" —Esa vocecita en su cabeza le reclamaba con fuerza, como nadie más lo haría. "Esperaste tanto tiempo a volver a verlo, ¿No harás nada?"
Sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Mi vida era mía, pero... nunca tuve paz, nunca me permitieron decidir con libertad. Aun ahora, no me siento en paz. Y si no tienes eso, no tienes nada... ¿Cuál es la respuesta de por qué no luché? Es algo que me sigo preguntando, no puedo volver atrás y cambiarlo, para tener esa respuesta o un poco de paz —Vogel se detuvo cuando ella comenzó a hablar, no se volvió a verla, solo la escuchó —Pasé cada año, cada siglo, cada maldito odiándome por haberte dejado, por escuchar a mis padres y no a mi corazón... el mundo nunca volvió a estar completo sin ti, Vogel... no volvió a tener color, nada estuvo bien todo ese tiempo, hasta ahora…
El Lobo no respondió, solo se quedó allí parado, sin moverse, sin hacer o decir nada. Pensaba simplemente, escuchando y como el cazador que era, solo aguardando, ¿Su amor era de esos que le había contado su padre? ¿Era de los que duraban hasta el final de los tiempos?, ¿Era real o solo un capricho?, ¿Era solo un recuerdo? Él al igual que ella tampoco tenía paz, ni una respuesta.
—¿Todos estos siglos y no pudiste retractarte?
—Lo hice… mi padre me repudió, pero fue mi madre quien lo entendió y quién calmó la ira de mi padre… Vogel, la vida nos da una segunda oportunidad de estar frente a frente.
Él se volvió a verla, con una expresión neutra en su rostro.
—¿En serio?
—Sí... no podemos permitir que se nos vaya entre los dedos una vez más.
Vogel sonrió con amargura, no sabía si era capaz de dejar todo atrás y comenzar de nuevo con ella, la única mujer que había amado. Había estado en otros brazos, había tomado otros cuerpos, pero ninguna de esas mujeres era ella. Se sentía como un completo desastre ¿Podría arriesgarse a que ella lo traicionara de nuevo?
Seivian esperó y esperó, no se iría de allí sin una respuesta. Aun cuando esta podría romperle el corazón en mil pedazos con paso cauteloso se acercó hasta él, temiendo que se fuera. Para su sorpresa, él no se removió. La respiración de ambos era lenta, como si el aire no alcanzara para los dos. No habían estado en la misma habitación desde que Lucian los había traído meses atrás. Ella apenas entraba, él salía por el otro lado.
—No voy a entregarte mi corazón y mi alma por segunda vez Seivian, no estoy dispuesto a que los rompas de nuevo.
Los ojos de Seivian se llenaron de lágrimas, el corazón le dolía de una forma insoportable, era peor que cuando lo apartó de su vida. En ese entonces, aun cuando lo había lastimado, sabía que él la amaba.
—Después de ti no volví a confiar en nadie, me destruiste de formas en las que no podrías imaginar... Soy un Lobo, Seivian. Solo amamos una vez en toda nuestra existencia, no hay otra compañera, no hay otro nosotros... solo una vez, ¿Puedo estar con otras mujeres? Sí, pero... ¡Maldita sea! Solo es carne, es vacío, es nada —los ojos de Vogel eran casi inexpresivos —Tú eres como los humanos, libre de amar tantas veces como vida en el mundo.