Hermandad de Sangre

Capítulo quince II

El rey maldito se queda pensando cuando su hermana, tan mal estaban las cosas que no se había percatado que ella había desaparecido de la fas del mundo. Pero bien sabia que esto no era obra de un solo ser… él sabía perfectamente que su hermano no tenía el poder, solo… ahora tendría que encontrar la forma de salvarlas a las dos, sin importar que su relación no era muy buena, pero no la iba a dejar sufriendo en ese lugar. En esta ocasión sabia donde estaba, sabía que no sería fácil sacarlas, peor no imposible. El mayor problema que tenía es que pasando las puertas del Lamb la magia de la gran madre no serviría de nada, incluso el tiempo en ese lugar se percibía de una manera diferente.

 

Tuvo que ordenar algunas cosas, sobre todo reforzar la seguridad en la frontera, asegurarse que su gente estuviera segura y que no sintieran que los había abandonado. Casi amanecía cuando regresó al palacio, a una orden de ella solo estarían con el aquellos en los que confiaría su propia vida. Cuando esto terminara se encargaría de aquel que abrió la puerta al traidor de su hermano y a quien se llevó a Anabeth. Algunos de sus hermanos de armas estaban dormidos sobre las colchonetas, otros habían caído en las camillas del área hospitalaria, solo unos cuantos aún estaban revisando los planos del castillo de Dragos y las mazmorras que Ettard Boren había traído. 

 

—Vogel, Egion y Moira… ella no está en ese maldito castillo.

 

Todos volvieron su mirada al rey, quién misteriosamente estaba tranquilo 

 

—¿Qué? 

—Ella está con la gran madre…

—¡Hija de puta! —gruñón Moira interrumpiendo al destructor.

—¡Moira! Por el amor a la gran magia…. Dije “está con” no “la tiene” la gran madre… ella también está atrapada en el Lamb. 

 

La sorpresa los golpeo a todos por igual, ni en un millón de años pensarían que la ocultarían en un lugar al que solo algunos tenían acceso, entonces los jadeos fueron generalizados.

 

—¿Ellas están?…

—No, no… gracias a la gran magia no. Pero el poder de la gran magia está menguando, si no nos movemos, ella desaparecerá. 

 

Guardaron silencio observándolo, entendiendo que el plan que habían estado haciendo tenían que adelantarlo y era mover a muchísimas personas en solo unas cuantas horas. 

 

—¿Cómo sabes eso? —le interrogo Moira con temor en su voz.

—La gran madre estuvo aquí, en realidad no era ella, solo era una proyección de sí misma, lo que le drena poder cuando vuelve a su cuerpo.

—¿Entonces ya no iremos por Dragos? —Lucían no supo quién hizo la pregunta. 

 

Bien esa era una maldita, absurda y aterradora e importante pregunta. 

 

—¡Maldición! Sí, ustedes irán por la cabeza de ese hijo de puta, yo debo sacar a Z y a Anabeth desde ese lugar.

—¿Z? —interrogó Gregori con el ceño fruncido.

—La gran madre se llama Zacara, por ello es Z —le respondió Egion en un murmullo.

 

Nadie interrogo acerca de por qué Egion sabía ese dato, Lucían paso un rato observarlos de uno a uno, meditando en todo lo que estaba por acontecer. Se dio cuenta de que aun en la más aterradora oscuridad había alguien allí para combatirla, y entendió que no estaba solo, que nunca lo había estado.

 

—Entonces, ¿cuál es el plan?

—Estamos divididos en grupos, ya tenemos el cómo atacaremos, primero participarán los destinados a Aknort. 

—¿Escuche bien? ¿Dijiste al norte? —interrumpió Vogel viendo a Gregori. 

—Sí, cuando tengamos a Anabeth, él podría volverse contra los más inocentes y no podemos permitirlo —respondió Lucían por él. 

—Bien, entonces continuemos, los equipos del primero al cinco, estarán dirigidos por Sandra Franker, Visel Valkno, Qaddis Dagmar, Ettard Boren y el último por mí.  Entonces siento que se cumple una parte de la profecía… de los elementales. Además, podemos manipular las sombras para enmascararnos y yo con nosotros ir al el resto de los refugiados y elementales podremos liberar los demás con ayuda de las sombras de Alastor.

—¿Cómo demonios se metió Alastor en esto?

 

Vogel guardo silencio y dirigió su mirada a Gregori. 

 

—Pensé que un poco de ayuda, no nos caería mal.

—Ahora me pregunto por qué Ettard fue mi segundo al mando, teniendo a un pequeño estratega en casa. 

 

Ettard gruño en respuesta y todos rieron.

 

—De acuerdo, continua Vogel. 

—Los otros dos grupos, serán  los últimos en salir una vez que los de Aknort nos den la señal. 

 

Lucían asintió 

 

—Deben tomar en cuenta que no estaré disponible por un tiempo, no podrán alcanzarme mente a mente.

—La idea es poder hacer esto sin ti.

 

Le gusto la respuesta de Gregori, le sorprendió tener que recordarse que el aún no era una sombra, que era un humano.

 

—El equipo Iqmis… 

—¿Iqmis? Alguien de ustedes se sienta a pensar los nombres… Iqmis 

 

La risa de Lucían carecía del humor de siempre, pero les gustaba que al menos tratara de aparentar normalidad.

 

—Si no te gusta ser alguien que cobrará venganza entonces, ponle el nombre tú. 

—Yo solo comenté pequeño Gregori, yo solo decía… ¿Ellos a dónde irán? 

—Al castillo y estarán dirigidos por Sker Urjan, el último en el que te veamos incluido qué es el Etgard. 

—¿Renegados? 

—Lucían ya cállate —lo reprendió Moira.

—Bien, muy bien.

—Éste está dirigido por Ektor y Velkam. 

 

El rey maldito medito por un par de segundos si el que incluyeran a ese macho Furia era una buena idea, pero si Gregori lo había escogido era por una maldita buena razón y no iba a comenzar a dudar de sus hermanos de armas.

 

—Los Iqmis y los Etgard deben comenzar su ataque al mismo tiempo que el mío, una vez que tengan a mis mujeres deberán seguirme a Hungría, a tierra de tu padre, para la conversión.

 




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