La Ira de Velkam
Aknort, equipo tres.
El templo de Valorgh fue el lugar donde los habían escoltado, había sido construido en medio del inmenso lago y era tan bello como un espejismo en medio del desierto. Parecía un sueño, dentro de un sueño de roca y hielo. Cobijado bajo la belleza y la fuerza de los elementos, el lugar más perfecto y peligroso del Norte. Dentro había estatuas, en honor a los reyes de antaño, en todo lo que fue y lo que había habido. Estaban en la parte trasera del templo lejos de las miradas de curiosos, lejos de todo.
—¡Silencio! —gritó Hiram —Están aquí por alguna razón y voy a escucharlos, después decidiré si deben morir o no.
Todos los que estaban a su alrededor se quedaron callados, observando a los recién llegados. El consejo había sido convocado con premura, algunos estaban en desacuerdo con él.
—Son libres de hablar.
Visel Valkno hizo una reverencia de respeto ante el rey.
—Tenemos que movilizar a su pueblo al otro territorio, al territorio antiguo.
—¿Qué clase de broma es esta?
—Mi señor, con todo respeto esto no es una broma. No estoy segura si usted conoce a la princesa Anabeth.
—Todos los antiguos conocemos a la princesa, ¿pero…
—Ella fue secuestrada por Dragos el día de la caída de los Trelkian —lo interrumpió, ya que no había tiempo que perder.
El rey se puso de pie y se acercó a ella para enfrentarla.
—Esa es una acusación muy grave mestiza.
—Desgraciadamente, tenemos demasiadas pruebas de su traición —le explicó con rapidez los acontecimientos del pasado.
Hiram conocía personalmente a cada uno de ellos, nunca supo la verdadera razón de la desaparición de ellos, hasta ahora.
—¡Esto es una locura!
—Eso parece mi señor, pero es verdad, la princesa Anabeth fue rescatada por Lucían mismo, él la salvó y logró encontrarla después de dos mil años.
—¡Por los Espíritus de Lamb!
—Sí mi señor, pero ella desapareció hace un par de días.
—¿Bajo la custodia del maldito?
—Sí.
La sorpresa fue generalizada entre los presentes, la cosa era que ese que se había atrevido a traspasar la protección de Lucían o bien era un retrasado suicida o era alguien tan poderoso como este. Lo cual no traía consigo nada bueno, pues dado que si alguien lo había hecho enfadar podría bien terminar con la vida del mundo en un suspiro y, ni siquiera la gran magia podría detenerle… no es que él fuese más poderoso que ella, es solo que Lucían era incontrolable.
—Él está en el Lamb buscándola.
—¿Está muerta?
—No… Además, la gran madre, también fue secuestrada por la misma persona y encerrada con ella allí.
El silencio era pesado, doloroso y fue entonces, cuando los gritos de sus aliados llegaron a la cabeza de ellos, eran tan insoportables que todos comenzaron a caer de rodillas al suelo.
—¿Qué sucede? —el rey interrogó acercándose a Visel.
—Los están matando… ellos a su propia gente.
—¿Quiénes son ellos?
—Las hadas… Seivian está bajo ataque.
El aire se le atascó en los pulmones al ver la agonía en el rostro de ellos. Sin saber cómo ayudarlos, al colocar su mano en el hombre de ella se conectó a lo que ella veía y escuchaba en su mente, usando el poder de los elementales para conectar con otros seres. De pronto una voz los golpeó de una manera que no esperaba.
“Silencio hermanos de guerra, somos uno ahora… si ustedes caen yo caigo. En casa están nuestras familias, los que nos aman y a quienes amamos, dependen de nosotros”
Los gritos y el dolor se evaporaron, Hiram se alejó de ella tan rápido como pudo. Estaba contrariado, no entendía qué era lo que había ocurrido.
—¿Qué fue eso?
Visel se puso de pie lentamente, tratando de recuperar sus emociones.
—La gran magia nos hizo hermanos de guerra, nos otorgó la habilidad telepática de Los Lobos para ayudarnos en esto.
—Debiste comenzar por esto —dijo Hiram con una sonrisa.
Estaban discutiendo los hechos recientes del descubrimiento de Sker, cuando el terremoto los golpeó, mostrando que la misma sangre no era suficiente para perdonar y escuchar.
Aknort, equipo cuatro.
Gregori Alastor y Vogel Drurwyn, Faeld Mina y el séquito de sus sombras, más las sombras de su padre, estaban reunidos en lo que parecía ser una antigua cámara de consejo. Como las que había en Hungría, en el castillo de sus padres que en la actualidad se definirían como un estilo inglés de mediados de siglo XVII, combinado con otras cosas. El salón era tan amplio que había cerca de dos mil personas sentadas, había una gigantesca mesa de madera, en sus sillas estaban sentados los consejeros de la guardia de la ciudad y el guardián mismo. Las personas más importantes de ese lugar en ese momento, en medio de la larga mesa los tres representantes del rey Lucían y la guardia de la ciudad estaba frente a ellos.
—Estamos a su disposición mi señor Gregori.
Gregori volvió su mirada a Vogel, se suponía que el Lobo era el líder del grupo.
—Está bien hijo, te respetan y si no lo hacen por lo menos te escucharán.
La media sombra asintió en silencio.
—Tenemos una situación poco común, sé que muchos de ustedes dirán que mi palabra es menos valiosa… pero, conozco todo esto y es todo lo que sé —guardó silencio antes de continuar — Encontramos a un Lobo, la última de su especie hasta donde sabíamos.
—¿Qué?
—La hija… la heredera del Oscuro, ella estuvo recluida por siglos en el castillo de Dragos.
—Él también es un Lobo majestad.
—Sí, sé que también es un Lobo, pero fue prisionera en una mazmorra contra su voluntad por su propia sangre.
La incredulidad se reflejaba en el rostro de todos los presentes.
—No voy a discutir los hechos en este momento, todos hemos sido traicionados y no, no hay forma de salir a salvo si no dejamos Aknort.
—Pero mi señor, ¿Dónde iremos? Esto es todo lo que tenemos…
—No te atrevas a decirlo Temper, aún queda nuestro reino. El reino al que pertenecen.